A preguntas complejas, respuestas complejas: los derechos humanos y los problemas retorcidos en las políticas públicas
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El objetivo último de las políticas públicas “es la realización de la dignidad humana tanto en la teoría como en los hechos” (Harold Lasswell).
Actualmente, gobiernos de todo el mundo enfrentan dificultades para satisfacer las necesidades de la sociedad a la que dirigen. Para comprobarlo, basta con observar las cifras globales en torno a temas como el hambre, el acceso a sistemas de salud, la pobreza, la esclavitud, la violencia, entre muchos otros que conllevan y/o perpetúan la marginación o exclusión social. Además, la mayoría de estos grandes problemas de la vida moderna suelen ser controvertidos, complicados e incluso irresolubles y, en la mayoría de los casos, no tienen respuestas correctas ni definitivas (Head, 2022), son lo que podríamos llamar problemas complejos o retorcidos.
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La expresión “wicked problems” −en castellano problemas retorcidos− fue acuñada por Horst Rittel y Melvin Webber en el año de 1973 para enfatizar las complejidades y los retos que conlleva el abordaje de los problemas de planificación y política pública social. Para Rittel y Webber los problemas perversos cuentan con al menos 10 características: 1) no tienen una formulación definitiva, 2) carecen de una lógica inherente que señale cuándo están resueltos, 3) sus soluciones no son verdaderas o falsas, sólo buenas o malas, 4) no hay forma de probar la solución a un problema complejo, 5) no pueden estudiarse mediante ensayo y error, es decir, sus soluciones son irreversibles, 6) su número de soluciones o enfoques posibles es ilimitado, 7) todos son esencialmente únicos, 8) pueden describirse como el síntoma de otros problemas, 9) la forma en que son descritos determina sus posibles soluciones, 10) los planificadores son responsables de las consecuencias de las soluciones que generan, pues los efectos pueden importar mucho a las personas a las que afectan esas acciones (Rittel & Webber, 1973).
Hasta aquí resulta importante destacar dos cosas, la primera es que conforme a los diez criterios señalados en líneas anteriores, los derechos humanos bien podrían satisfacer las características de un wicked problems o problema retorcido, ya que no tienen una formulación definitiva, son de difícil resolución y sus distintas problemáticas son multicausales. La segunda −aunque podría parecer un tanto contradictoria con la primera− es que los derechos humanos son un mecanismo indispensable para potenciar la diferenciación de los subsistemas sociales y al mismo tiempo lograr su integración positiva al constituir una expectativa de su apertura. Esto debido a que las funciones específicas de los derechos fundamentales se ordenan en cuatro direcciones: constitución de la personalidad, generalización de las expectativas de comportamiento, satisfacción económica de las necesidades y vinculabilidad de las decisiones tomadas sobre los problemas.
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En consecuencia, si bien, los derechos humanos son un problema perverso, también son parte de la solución. Dicho en otras palabras, a problemas complejos −o retorcidos− soluciones complejas.
¿Pero, cómo lograrlo?
Para ello es necesario la implementación del enfoque de derechos humanos tanto en el contenido como en los procesos de las distintas acciones para afrontar las problemáticas sociales. Esto con la finalidad de lograr una sociedad más abierta e incluyente, aunque evidentemente esto sea una labor compleja.
La autora es investigadora del Centro de Estudios Constitucionales Comparados de la Academia Interamericana de Derechos Humanos
Este texto es parte del proyecto de Derechos Humanos de VANGUARDIA y la Academia IDH