Androides

Opinión
/ 5 febrero 2023
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“Para Cuauhtémoc Cárdenas, con admiración y respeto”.

Androide, “autómata de figura humana”, es un término aceptado por la Academia de la Lengua Española. En cambio, ginoide o fembot no encuentran, por ahora, entradas en el Diccionario de la Real Academia. Si bien la Academia no es misógina, vale la pena aclarar lo siguiente: Androide es un robot con figura de hombre y andro, en griego, significa varón. Las notas previas, sin obviar las figuras de robots que pululan en las redes electrónicas, hacen pensar en que los robots son, sobre todo, hombres. En los diccionarios no existe la palabra robota. Sin embargo, la realidad abre otras puertas.

Las ginoides o fembots, como suele denominarse a las mujeres robotas, son personajes cuya vida bien vale novelas. Grandes escritores se han ocupado del tema. Ahí pernoctaban y pernoctan bien. La inteligencia humana tuvo a bien o a mal sacarlas de esas páginas y convertirlas, poco a poco, en nuestras vecinas. En la sociedad 5.0, “el poco a poco” empieza a desaparecer: llegaron para quedarse y desplazarnos. En dicha sociedad, el humano deberá acoplarse al ciberespacio a través del uso de nuevas tecnologías como Big Data, internet de las Cosas (loT) y de la inteligencia artificial. El objetivo de la sociedad 5.0 es crear un futuro mejor y aumentar la calidad de vida. En la actualidad, la opinión de las diversas comunidades debe estar dividida, aunque, sin duda, la mayoría de los jóvenes con recursos económicos suficientes se identifican con la sociedad 5.0 y con las venideras, sociedad, 5.1, 5.9, etcétera...

El menú de las robotas es inmenso: meseras, recamareras, ejecutivas en algunos hoteles en Japón, robotas domésticas, (pseudo)médicas, barrenderas, militares y de entretenimiento. Los ingenieros han diseñado sexbots y ginoides para satisfacer deseos sexuales, así como robots y robotas “compañeros” para mitigar la soledad. En el futuro cercano la lista crecerá.

Los expertos trabajan para dotarlos de inteligencia. Si lo consiguen, serán en muchas áreas nuestros compañeros y contertulios. Los bien dotados competirán con nuestra especie. Algún día nos instruirán y tal vez compartirán con nosotros ciertas decisiones. Hay quienes sienten fascinación por la idea, a otros les genera pavor. En un mundo decapitado en el ámbito humano/humano, el submundo de la robótica augura un nuevo espacio. El ser humano, por lo pronto, no desaparecerá, pero deberá enfrentar un universo diferente donde nuevas cuestiones éticas serán fundamentales.

Conjeturo: los robots podrán reproducirse ad nauseam y nos desplazarán. Ignoro, creo que no será así, si contarán con chips cuyo leit motiv sea compasión, empatía, solidaridad. Si los robots se adueñan de nuestros quehaceres no habrá para algunos/algunas más remedio que hacer el amor y platicar con ellos.

Los diseñadores de robotas y muñecas sexuales son lectores de la historia y de los oficios de nuestra especie: la prostitución es uno de los oficios más antiguos. De hecho, en 2017 se inauguró en Barcelona, Lumi Dolls, el primer prostíbulo con sex dolls cuyo moto, no escrito, radicaba en permitirle al cliente cumplir cualquier fantasía sexual. Poco tiempo después de la inauguración, el burdel cerró sus puertas por razones desconocidas.

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En el mismo rubro, y a diferencia de los juguetes y muñecas sexuales que se compran en tiendas, es probable que los sexbots adquieran cada vez mayor presencia. De ser así sobran cuestiones: ¿Afectará la vida de quienes los usen?; ¿habrá trifulcas entre los clientes por una robota?; ¿será ético escoger robotas infantiles?, ¿afectará la vida íntima del usuario? Preguntas sobran, respuestas faltan. Mejor leer a Ray Bradbury, a Isaac Asimov o a Julio Verne.

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