Aprendizajes pos 2 de junio

Opinión
/ 26 junio 2024

He tenido el privilegio de vivir la utopía y la distopía en esta fase de la humanidad. La primera, abrazada de radical esperanza, floreció en mi primera juventud, desde una visión jesuítica comprometida con la transformación del mundo a imagen y semejanza de la mejor versión del hombre. Esta, sin embargo, murió sepultada entre los escombros del Muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989.

A partir de ese momento, la distopía desnudó, con la victoria estadounidense de la Guerra Fría contra la Unión Soviética, las miserias de aquella utopía para exhibirla ahogada en un lodazal de desesperanza.

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Esa visión distópica nos ha demostrado que como especie humana hemos sido incapaces de edificar una sociedad equitativa para compartir los recursos naturales de manera igualitaria entre todos los países. Por el contrario, profundizamos las desigualdades entre países ricos y pobres a partir de una democracia que cobija modelos económicos que han marginado por generaciones a las mayorías.

Somos, también, violentos y autodestructivos por naturaleza; así lo muestran las guerras entre países y mafias globales por recursos y territorios. Y somos responsables directos del cambio climático que dificultará la supervivencia de futuras generaciones.

Bajo ese contexto, emergen regímenes políticos anticivilizatorios que apelan a la irracionalidad y al fanatismo de esas mayorías marginadas para sostenerse y legitimarse. Estos regímenes populistas prolongan las perversiones del socialismo del siglo 20 para profundizar los tiempos distópicos y desesperanzadores en el mundo.

Mientras eso ocurre, la cultura de la época rebosa ligereza, banalidad y espectáculo, para experimentar la vida de manera virtual y edulcorar a través de las redes sociales una distopía que nos arranca la existencia a pedazos cada día.

Bajo ese entorno histórico, comparto cinco aprendizajes del pasado 2 de junio:

1. Los resultados no fueron fruto del proceso electoral 2024; AMLO construyó la victoria de Claudia Sheinbaum de manera milimétrica, desde su arribo a la Presidencia de la República en 2018. Por ello, AMLO nunca fue el presidente de los mexicanos, sino el operador político de Morena con el aparato de Estado bajo su control.

2. En una sociedad tan desigual como la nuestra, la polarización social instrumentada desde las Mañaneras, canalizó el odio, el resentimiento y la indignación, acumuladas por esas mayorías marginadas, por generaciones, del modelo económico y político del país. La polarización visibilizó y empoderó a los marginados, anatemizó a los integrantes de las clases medias y alta e incendió el país.

3. Desde 2018 tuvimos una oposición que nunca estuvo a la altura de las circunstancias que exigía el país: durante seis años navegaron sin autocrítica refundacional; identidad basada en principios; narrativa de oposición blindada y sin capacidad para imaginar el otro México posible, más allá del neoliberal o populista.

La preocupación del PRI, PAN y PRD nunca fue México, sino salvar su propio pellejo. Xóchitl fue un alfil que utilizaron, pero perdieron la mayoría calificada en el Congreso y de las gubernaturas en disputa. Empero, los integrantes de las cúpulas del PRI y PAN se encadenaron al Senado y al Congreso, mientras veían cómo se desvanecía el PRD.

4. Las clases medias fueron en el pasado un bastión electoral, mayormente panista, el cual, este partido terminó por ceder o compartir con el PRI y el PRD. ¿La razón? Ante los 3 billones de pesos en programas sociales y transferencias directas de la 4T, estos partidos, sin recursos además, perdieron competitividad ante Morena en sectores populares y campesino-indígenas. Por eso voltearon a las clases medias y, para su sorpresa, estas votaron de manera mayoritaria por Claudia; con el 49 por ciento de votos en la clase media alta; el 59 por ciento en la clase media-media y el 61 por ciento en la clase media baja (El Financiero: 04-06-2024).

Este es un tema medular que va al corazón de la urgente recomposición de partidos políticos de oposición y de organismos de la sociedad civil (OSC) en México, a partir de estas preguntas: ¿Qué nos faltó comprender de la(s) cultura(s) política(s) de los distintos estratos de esas clases medias para obtener su voto o participación? ¿Qué haremos para fortalecer nuestra refundación como partido u OSC entre esas clases medias? ¿Qué estrategias utilizaríamos para formar militantes y simpatizantes o integrantes de las OSC con una visión cívico-ciudadana que evite las posiciones de extrema derecha, como la de FRENA?

5. AMLO, “haiga sido como haiga sido”, avanzó en la redefinición del sentido común de casi 36 millones de mexicanos para entender y definir la realidad. ¿Cómo lo hizo? A través de un lenguaje maniqueo-multiplicado en las Mañaneras; a través de su aparato propagandístico en medios oficiales y redes sociales y de sus intelectuales orgánicos incrustados en medios de comunicación.

El lenguaje afirmaba la polarización social −de manera cotidiana− en varias dimensiones: por ejemplo, democracia representativa de partidos vs. democracia directa de consultas populares. Ciudadanía vs. pueblo. Neoliberalismo vs. transformación.

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Mafia en el poder vs. 4T. Fifís clasistas y racistas vs. pueblo sabio y bondadoso. Rico corrupto vs. pueblo honesto. Clases medias aspiracionistas-extranjerizantes vs. pueblo austero-nacionalista. Inteligencia cultivada vs. saberes ancestrales del pueblo. Complejidad vs. simplicidad. Información vs. desinformación. Y razón vs. emoción.

Esa configuración del nuevo sentido común afianza los lentes a través de los cuales los morenistas miran la realidad. Afirma un principio de normalidad inexistente antes de 2018. Y clarifica los avances en la edificación de una nueva hegemonía o poder cultural desde la 4T.

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