Aranceles... La 4T se la juega con Trump para proteger a su narcoestado

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Prefirieron saltarse el proceso legal de los 29 capos antes que admitir que son ofrendas para que el Dios Volcán no la emprenda contra el entramado del narcoestado
-¡Bueno, pos qué tanto argüende se traen con Donal’ Trun y sus churumbeles! −Preguntó el viejo desde su retiro en Palenque.
-¡Aranceles, apá, aranceles! ¡Ya duérmase, que son casi las 7!
La verdad no puedo culpar al Benemérito de La Chingada, tras ver algunos sondeos de opinión donde se exhibe que el gringo promedio tampoco tiene una noción clara sobre qué son los aranceles o “tariffs”, como ellos les llaman.
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Desde su arrogancia supremacista, alimentada por su amado líder, “el mejor presidente que ha tenido los Estados Unidos desde George Washington”, según el propio Trump (¡hasta en eso se parece al macuspano: “el más amado desde Juárez”, “el más vilipendiado desde Madero”)... Desde la arrogancia gringa, decía, creen que Estados Unidos le pone impuestos al mundo por el enorme privilegio de hacer negocios con ellos
Y cuando les explican que la carga tributaria es para el importador, haga de cuenta que les reinician el CPU y se quedan congelados, como buscando la señal de WiFi. ¿Cuál es, entonces, la lógica detrás de una guerra arancelaria?
Como mecanismo de extorsión es un arma de dos filos y Trump ya se cortó su torpe manota manipulando un instrumento tan delicado como es el equilibrio del comercio internacional.
Imponer cargas arancelarias afecta al que vende y al que compra. Y en la óptica de Trump es una apuesta de resistencia, un juego de “a ver quién se acobarda primero y cede en las demandas políticas del otro”.
Es como jugar a soltar el volante en plena carretera a toda velocidad para ver quién es el primero que se asusta y lo intenta tomar para controlar el vehículo. Bueno, pues el gallina pierde, lo que no significa que, en caso de un desastre, la reata no cargue con todos por igual.
Trump le apuesta entonces a la robustez de su economía y a la del poder adquisitivo de sus fellow americans, y a que nosotros, muertos de hambre, no aguantaríamos dos días antes de suplicar por los mendrugos de los basureros del McDonald’s.
Pero ahí se equivoca el esperpento naranja porque, en efecto, los gringos viven muy bien y hasta el más pobre clasemediero tiene en su alacena alimento para un año, pero pasa que al gringo, con tantito que lo incomodes, llora.
En cambio, los mexicanos, pese a que vivimos al día, pese a que andamos siempre en la chilla, somos como los tardígrados. Quiero decir que resistimos sin chistar prácticamente lo que sea. Por eso el humorista y divulgador gráfico, el inmortal Eduardo del Río “Rius”, bautizó a la estirpe mexicana como “Supermachos”, porque al menos en apariencia lo aguantamos todo.
De tal suerte que si lo que busca Trump es jugársela en un mano a mano arancelario, a ver quién aguanta la respiración más tiempo debajo del agua, se me hace que primero se le rebela a él todo el infeliciaje gringo, toda su base electoral, antes que la chairiza le exija a la gerenta del obradorato que corrija el rumbo o haga algo.
¡Usted sabrá, amigo Trump, si se pone a las maromas con El Hijo del Santo!
Y le repito y le sintetizo: Es obvio y está claro que la economía gringa está mejor preparada que la nuestra para afrontar cualquier crisis, pero no así las respectivas bases de electores, que son las que le dan manga ancha y permisividad absoluta a sendos proyectos populistas de uno y otro lado de la frontera (magas y chairos), para que hagan y deshagan a capricho y voluntad del líder, sin que la ley importe demasiado, a la vez que desmantelan la estructura democrática y la autonomía de los distintos poderes en ambas naciones.
Curiosamente, la Presidencia de México, esa oficina que ahora trabaja en modalidad home office, el peor pelotero que haya dado Tabasco, no actúa en consecuencia a esa resistencia azteca a la que hago alusión.
¡Carajo! ¡Ni con la pandemia se alarmaron tanto! Y eso que entonces no sabíamos si la economía mundial soportaría (spoiler, la panzona soportó) o qué tan peluda se pondría la cosa. Y a la distancia se dice fácil: “¡Ay, obvio, ni fue para tanto!”. Pero entonces no lo sabíamos y el colapso de la economía mundial era una real posibilidad. No obstante el viejito acedo de Tepetitán, en vez de diseñar un plan de contingencia económica, se limitaba a decirnos que saliéramos a abrazarnos y a comer −como hace él− en cuanto puesto de garnacha se nos atravesara.
Si la 4T es tan indolente y exasperantemente pachorruda ante estos escenarios apocalípticos. Si está visto que nuestro bienestar y la economía de las familias mexicanas les vales puro pinole... ¿Por qué ahora no encuentran qué regalarle a Mr. Trump para tenerlo contento y le baje de catsup a sus salchipapas?
Podemos asegurar, sin temor a equivocarnos, que no es la furia arancelaria de Trump lo que pretenden aplacar, sino sus embestidas contra el endeble pedestal de “honestidad y superioridad moral” en que se sostiene todo el movimiento de la Cuarta Transformación.
Prefirieron saltarse el proceso legal de cada uno de los 29 capos entregados, violar todas sus garantías y derechos humanos (que los tienen, ni modo) y hacer un montón de declaraciones contradictorias y sin sentido, antes que admitir que son ofrendas para que el Dios Volcán no haga erupción y la emprenda −ahora sí− contra los actores políticos en el entramado del narcoestado mexicano.
No se trata de mantener a raya la amenaza arancelaria como de evitar que las putrefactas aguas de ese drenaje alcancen a la esfera política, pues el actual régimen se quedaría sin su templete moral y su discurso de honestidad sobre el que se sostiene y justifica todo su accionar.
Optaron primero por traicionar a los narcos, que ya acumulaban décadas en la comodidad del limbo judicial mexicano (y nadie ha dicho que ello no tenga un costo o no vaya a haber represalias de su parte), confiando en que eso será suficiente o les dará tiempo de ver qué más soberanía le pueden entregar al gobierno gringo.
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Pero si la estrategia de Trump sigue teniendo descalabros bursátiles, como el de la semana pasada, va a requerir más peces más gordos qué presumir. Entonces quizás la Cuarta Transformación comience a hacer algunos sacrificios de sus piezas más prescindibles, las menos valiosas. Y como en el ajedrez, el juego sólo termina cuando el rey ya está en jaque y no tiene a dónde moverse.
Sólo estoy elucubrando, desde luego, la intención de Trump no es restaurar la justicia en México, ni la de la 4T ha sido jamás alterar el presente narco-statu quo, pavimentado a billetazos por el crimen organizado.
Sólo quería recalcar que en nuestra tóxica relación bilateral, ese estira y afloja no es estrictamente arancelario.