Artes & Derechos Humanos: los juristas creativos
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Los juristas no somos artistas. Las normas no son obras de arte. No pintamos. No hacemos poesía, música o escultura. Trabajamos con normas: elaboramos e interpretamos la mejor manera de significar la ley para darle orden, certeza y razón a la vida en una comunidad. Esa es la mejor forma de generar el camino para una sociedad justa.
El teatro de la justicia, por tanto, es real. No hay escenarios ficticios. Las personas pierden o ganan en un juicio su libertad, patrimonio o bienes. No actuamos. A los juristas nos corresponde elaborar, interpretar y aplicar las normas jurídicas que pretenden resolver, por la vía del Derecho, los problemas de las personas que son relevantes para vivir en una comunidad.
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El mundo del Derecho, sin embargo, se produce con cierta creatividad. Somos operadores, en efecto, de un sistema legal que necesita plenitud, coherencia y certeza. Trabajamos con dogmas para darle sentido a las leyes que nos gobiernan. Pero necesitamos crear soluciones racionales que, en gran medida, se desarrollan con ingenio, emociones y expresiones que asimilan talentos artísticos para explicar la realidad que se pretende regular.
En mi formación doctoral tuve la oportunidad de conocer diferentes formas de aprender el Derecho mediante las artes. La literatura y el cine, principalmente, fueron diferentes talleres que tuve la oportunidad de conocer para discutir algunos temas jurídicos. Luego, como directivo universitario, me tocó diseñar e implementar diferentes metodologías artísticas para facilitar el estudio de algunas materias de la carrera de leyes (teatro, danza, cine, música, entre otras).
Hoy, como parte del cuerpo académico de la AiDH, colaboro en la implementación del programa educativo de la licenciatura en Derecho con perspectiva en derechos humanos. Los primeros semestres hemos utilizado el cine, la literatura y la música para enseñar algunos debates jurídicos que son interesantes en nuestra comunidad. No pretendemos que de nuestras aulas salga un Picasso, Bono, Taylor Swift o Brad Pitt. No somos escuela de artes. Pero sí queremos que nuestra generación sea más culta, sensible y creativa para entender el mundo del Derecho a partir de las diferentes expresiones artísticas que nos pueden ayudar a crear un mejor estado de derecho.
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En este semestre que inicia, de nueva cuenta, continuaremos con nuestros talleres de cine, música, entre otros. Pero vamos a hacer énfasis en la pintura por varias razones. En primer lugar, porque la AiDH, como parte de la inauguración de su sede principal, convocará a pintar un mural que, tanto las personas profesoras como estudiantes, podrán pintar para representar algunas temáticas de los derechos humanos.
No sólo se trata de que nuestra comunidad exprese, a través de la pintura, algunas ideas de la dignidad humana que le van a dar sentido y pertenencia a nuestro muro principal donde vamos a convivir en forma comunitaria. Cada vez que compartamos los alimentos tendremos la oportunidad de observar nuestro mural. También se trata de que nuestra generación de juristas, a pesar de la vocación formal, tengan la oportunidad de descubrir su creatividad que luego, en su vida profesional, necesitarán para ofrecer soluciones más sensibles y creativas que resuelvan los problemas de una comunidad.
Esta idea es parte del perfil generacional que fabricamos en la AiDH: juristas creativos que sean más cultos e integrales. No queremos juristas con anteojeras (o máscaras de burro) que limiten su visión. Queremos juristas que puedan ver más allá de la simple tarea de aplicar una norma de manera formal. Los lentes de un jurista del siglo 21 exigen un armazón morado con diferentes graduaciones que nos permitan entender mejor la realidad que pretendemos regular con nuestras leyes, sentencias o contratos.
MURAL AiDH
El jurista AiDH tendrá una formación artística. Aprenderá a esculpir la norma de manera fina como una piedra preciosa, para encontrar la mejor versión de su significado justo. Sabrá, asimismo, pintar una realidad para entender los impactos que tiene una norma en la vida real de las personas. Entenderá, a través de las escenas cinematográficas, diferentes conceptos de justicia para poder aplicarlos de manera más clara, coherente y razonable. Descifrará, a través de la música, el teatro o la danza, las diferentes caras de la injusticia que −en muchas ocasiones− no podemos observar ni entender con sensibilidad.
En fin, los juristas morados serán los artistas de la justicia para asegurar normas sensibles a la dignidad humana.
Encuesta Vanguardia
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