Blanca Nieves y los siete enanitos

Opinión
/ 28 febrero 2025

A los 35 años de edad, el gobernador de Nuevo León admite con los medios el chascarrillo de concebir siete hijos con su esposa, la joven ilusionista de inexperiencias políticas, Mariana Rodríguez

Será el sereno. La banalidad de un sexenio controvertido. Obras son amores. Por décadas se premió a la pareja con mayor cantidad de hijos concebidos. A la madre de menor edad llegando a la sala de partos con bien.

El país acostumbro a generar la fabrica de pobres. Abandonar el campo para residir en la capital. Llegar con los familiares. Donde comen 10 puede hacer espacio para uno más.

Por turnos entraban a las infames vecindades. Cuartos atestados de brazos cruzados. La chamba era encontrar colocación en breve. Aportar al gasto corriente de la familia. Enviar giros de mal vivir al ejido original.

Hacer tiempo en la desesperanza. Muchos se fueron de mojados. Cruzar el rio Bravo. Adentro de la barriga texana, en california o hasta el norte, en barracas insalubres.

El letrero de no se aceptan gente de color, mexicanos y perros fue real.

Resulta por ello, en el duelo del sueño perdido, de la mega factoría de Tesla, el castigo de la paz por el consumo de los estadunidenses adictos a las drogas duras, los aranceles por sus muertos apocalípticos de un sistema capitalista descarnado.

A los 35 años de edad, el gobernador de Nuevo León admite con los medios el chascarrillo de concebir siete hijos con su esposa, la joven ilusionista de inexperiencias políticas, Mariana Rodríguez.

Imaginamos el cuento cinematográfico de Walt Disney. La bella durmiente. En versión doblada al español y como castillo la torre de apartamentos en el distrito residencial de San Pedro Garza García.

Mariana calla. Este segundo embarazo pronto a término significa aún lejos la hazaña, de sus siete enanitos.

Samuel, el virrey encantador, desfoga en la humanidad de su esposa. Nuevo León viene abajo en todas las áreas. No existe final feliz para la utopía. Como en el mil usos de Héctor Suárez, cantamos, ya no vengan para acá, quédense por allá, el distrito federal no aguanta...

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