Café Montaigne 314: Crítica a la nueva moralidad

Opinión
/ 17 octubre 2024

¿Quién inventó la inclusión, la equidad de género, eso de que un perro vale igual que un humano, eso de que un gato no debe de ser maltratado so pena de ir a la cárcel? ¿Quién inventó eso de que las mujeres y los hombres somos iguales? Todo lo que lo anterior signifique al día de hoy. Perdonadme, lectores, no creo en lo anterior. En lo que sí creo es en el respeto, el valor de la sinceridad, el amor y respeto hacia las mujeres; el tener a mi próximo, a mi prójimo, al vecino como un ente al cual hay que apoyar si está en situación desventajosa.

¿Hoy? Hoy la gente quiere más a su perro y gato (les llaman algo así, una estupidez, como “perrijo”, puf) que a un ser humano en desgracia. Lo he platicado antes: en los años de 2022 y 2023, hubo al menos dos zafarranchos mediáticos de altos vuelos cuando dos perros fueron asesinados. En agosto del 2022, por ejemplo, un centenar de ciudadanos taparon la principal vialidad de la ciudad (bulevar Carranza) para protestar por la muerte de una perra de raza “Chihuahua” y exigir “justicia” (lo que eso signifique) para “Mary”. Pero nadie, en dicho año, protestó por la ola creciente de suicidios ni se solidarizó, ni menos movieron un dedo, para ayudar a los cientos de melancólicos y atiriciado en el corazón.

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Hay una película, la cual se convirtió en una saga y creo al día de hoy ya también es una serie de Netflix, lo cual todo lo vende y lo pudre. Se llama “John Wick” (Juan el Malvado, Juan el Malévolo), saga de la cual he visto dos cintas, al parecer ya hay cuatro o cinco. La cinta es estelarizada por Keanu Reeves. Son cintas sanguinarias. El tema de la primera es el siguiente, el cual detona todo: muere la esposa del asesino a sueldo (JW) de muerte natural, pero unos punks desadaptados le matan al perro que le dejó como herencia sentimental su esposa.

No es broma, es la realidad la cual está permeando como conductas a imitar. En esta primera cinta, el protagonista, el asesino Wick mata a 84 seres humanos porque le mataron a su amado perro. Y la gente quiere más a un gato o a su perro que a un ser humano. Y todo tiene que ver con todo, nos preocupamos por un “lenguaje inclusivo”, lo que eso signifique al día de hoy, pero no nos preocupamos por las hordas de suicidas que nos asolan cotidianamente. Nos preocupamos y amamos y vemos por la seguridad de un gato, pero estamos lejos de atender el grave problema de alcoholismo en nuestros jóvenes.

Lo repito, no pocos comentarios recibí con los dos anteriores textos de esta tertulia en jueves, donde abordé en clave política la novela perfecta y única del príncipe Giuseppe Tomasi di Lampedusa, sí, la eterna “El Gatopardo”. La novela, como usted lo sabe, acepta múltiples lecturas en sus diferentes aristas. Pero la vez anterior la pusimos en el tapete de la discusión con el acento en la clave política y, ¡caramba!, la tiene a raudales porque hay revolución y cambio de gobierno en una Sicilia insular que se resiste a la democracia, a nuevos poderes de mando, y sigue reclamando su clase política sus privilegios y canonjías de siempre. ¿Le suena lo anterior?

ESQUINA-BAJAN

Pero al final del texto pasado, apenas dibujé la artista del tema de género o de equidad, o como usted lo quiera llamar. Y hubo mucha respuesta de lo anterior. Lo repito de nuevo y en orden, en “El Gatopardo” también asistimos a la crítica despiadada y mordaz en todos sus aspectos, incluyendo eso llamado hoy “equidad de género” o respeto a la diversidad, lo que eso signifique con toda su ñoñería al día de hoy.

En una fiesta que ofrece el Príncipe de la Salina, este se la pasa observado a un grupo de nativas no muy agraciadas por la naturaleza de su nacimiento y no duda en decir que eran un grupo de “monitas”, así lo dice nuestro amado Lampedusa: “le pareció que era guardián de un jardín zoológico y que debía vigilar a un centenar de monitas (y colgadas de las arañas de candelabros de su techo)... empezasen a balancearse exhibiendo el trasero y a lanzar entre chillidos y rechinar de dientes, cáscaras de avellanas...”. Inagotable el gran Tomasi de Lampedusa.

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Las mujeres son la sal de la tierra, son la sustancia más importante del universo, pero no podemos juzgar con el estúpido velo de lo actual y lo “político correcto” de hoy, el tiempo, literatura y arte, todo del pasado que eso es eso, arte. El ejemplo es eterno, es bíblico y si debemos de juzgar, pues hay que quemar todas las Biblias, cristianas y católicas; son lo mismo pues.

Es aquello de la mujer de Lot, la cual se convirtió en estatua de sal por desobedecer al marido y al mandato divino requerido. Usted lo puede leer y tratar de reflexionar en Génesis 19:26.

Es decir, es el ejemplo clásico, eterno e histórico de la despersonalización de la mujer, su nula identidad o, de plano, su insignificancia porque ni nombre tiene. Es decir, Lot es el varón y su mujer es la que le sigue pasos atrás; ella ¿cómo se llama? Pues no tiene nombre.

LETRAS MINÚSCULAS

Justo como los personajes de la novela “Ensayo Sobre la Ceguera” de José Saramago. O bien los personajes feminismos donde se ceba la mordacidad de otro Premio Nobel de Literatura, Camilo José Cela.

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