Café Montaigne 326: Un libro perturbador sobre la IA
Los celulares son inteligentes, los semáforos son inteligentes, TikTok es inteligente, ‘facebuke’ es inteligente... Los humanos ya no
Me declaro ignorante. No es ninguna novedad, pues. Todo mundo lo sabe. El tamaño de mi ignorancia, la cual me viste como túnica perpetua, es del tamaño de mi edad sobre la tierra: 59 años para ser exactos. Cada día y al amanecer soy más ignorante. ¿Un día voy a ser un hombre sabio como lo fue mi padre, el sastre José Cedillo Rivera? Por supuesto, jamás. En el invierno de mi vida lo voy a intentar, tal vez por última ocasión.
Usted lo sabe, mantengo una tertulia, la cual ya se hizo semanal (antes era cada quince días o de manera ocasional), con el ingeniero Guillermo López. Invitado siempre a esta tertulia es el alcalde Javier “El Tritón” Díaz. Depende de su agenda y ocupaciones en su estilo personal de gobernar, asistir. Pero siempre es invitado. El lugar de la tertulia también usted lo sabe, es “Feligrez”, feudo del joven empresario Eder López, gran lugar de éxito. Sí, hijo del científico, mi amigo, don Guillermo López.
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En esta tertulia hay un pequeño y gran problema: don Guillermo me barré a placer. Su educación científica está calando hondo en mi pálido alfabeto. Cada referencia suya, cada lectura, cada científico, autor o libro citado, lo quiero inmediatamente conocer, paladear y disfrutar. Vaya usted a saber si lo llegue a entender un día. Pero trato de seguir su huella y camino. No puedo, es la verdad.
Avanzamos: su conocimiento enciclopédico me está abriendo caminos y sendas insospechadas. ¿Cuánto sé de ello? Nada. En lo absoluto, nada. Pero me estoy preparando diario para eso, mantenerle al científico Guillermo López charla, diálogo y brindis de copas. Este liminar viene a cuento para entrar en materia: don Guillermo me ha recomendado investigaciones, libros, música, autores, tablas y estadísticas donde se habla de algo sencillo y complicado: la vida misma.
En esta pasada Navidad me ha regalado un libro perturbador y bueno de a madre: “Artificial. La Nueva Inteligencia y el Contorno de lo Humano”, de dos autores de divulgación científica, Mariano Sigman y Santiago Bilinkis, para editorial “Debate”. Una maravilla. El libro habla de lo de hoy: eso llamado IA, Inteligencia Artificial. ¿La hay? Sí, y está tocando la puerta de cada casa. De cada hogar, de cada vecino. ¿Nos va a mandar y suplantar? Al parecer, sí. Pero, tomo decisión, al menos a mí no.
Los celulares son inteligentes, los semáforos son inteligentes, TikTok es inteligente, “facebuke” es inteligente... Los humanos ya no. Bueno, vamos a hacer excepciones y déjeme presumir, su servidor sí es inteligente. En ocasiones y en ratos. El científico Guillermo López, amén de ser eso, un científico, imagino como postre, es cantante de ópera. Así de sencillo. Así de complicado. Su tesitura es la de un barítono. He visto y, sobre todo, oído sus melodías, un manjar en el oído. Pero le decía de su ciencia, como es un hombre de cosas concretas y verificables, pues caray, me trae arrastrando el pavimento con sus lecturas, recomendaciones y conocimiento.
ESQUINA-BAJAN
El libro de Mariano Sigman y Santiago Bilinkis para editorial “Debate”, “Artificial. La Nueva Inteligencia y el Contorno de lo Humano”, es una aplanadora de pensamiento. Y claro, responde o trata de responder a esas preguntas las cuales hoy, todo mundo nos hacemos: ¿La humanidad va a terminar como tal para ser superados por las máquinas? ¿Una máquina de verdad piensa y es más inteligente a un humano? Si usted juega cualquier tipo de juego de destreza mental, ¿la máquina siempre gana?
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Libro harto perturbador el cual recomiendo ampliamente. Voy a mitad de res de él, justo a la mitad, pero es necesario repasar lo leído una y otra vez, volver a subrayar con plumón rojo lo ya leído. Y caramba, me ha gustado mucho, o bien, me ha impresionado lo siguiente: los dos divulgadores de ciencia, siempre, siempre se apoyan... en la literatura para sus dichos. Citan al divino ciego, Jorge Luis Borges; citan a tenistas, a filósofos antiguos y reales hoy en día; más vivos y reales a cualquier humano de hoy. Caray, me siento reconfortado. La poesía mueve al mundo. Siempre. Lea usted:
“Dios mueve al jugador, y este, la pieza.
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonías?”.
Los versos son de Borges. Nótelo, señor lector, pongo el acento en lo siguiente: Dios, siempre Dios al final o principio de todo. Mi tirada de naipes es entonces buena; tengo fe, rota siempre, pero al final de cuentas, fe. En Dios, ese inasible al cual usted y yo estamos años explorando. ¿Las computadoras y la inteligencia artificial creen en Dios? Sí y no. Es necesario leer la gran investigación de Roger Nelson sobre la “conciencia global”, disponible y gratis en la red. ¿Es necesario decirlo? El científico Guillermo López me la acercó en una tertulia milimétrica y yo sólo estaba callado.
Hoy tengo semanas y meses estudiando lo anterior, pero sigo pensando, mi tirada de naipes o cubilete es buena: uno piensa en Dios porque uno lo siente en esa región (de existir, claro, como lo dijo Malcolm Lowry en su divina comedia ebria “Bajo el Volcán”) llamada “alma”. ¿Las computadoras creen en Dios? Sí. No lo dudo. Fueron programadas para ello. Y por eso, por ello, el hombre libre y pensante ha pasado a ser basura, servidumbre de un celular inteligente. Caray, lo dijo hace quinientos años...
LETRAS MINÚSCULAS
Étienne de la Boétie en su “Discurso sobre la servidumbre voluntaria”. Fin por hoy.