No, pos... ¡’ta cabrón!
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‘Estuvo medio tremendo’ (¡¿?!) Esa es toda la voluntad y empeño que la Cuarta Transformación y la compañera Presidenta están dispuestas a invertir en el peor caso por corrupción que le sepamos a uno de los expresidentes más corruptos
Julián Garza (1935-2013), mejor conocido como “El Viejo Paulino”, fue un cantante y compositor de música norteña.
Si el lector (lectora o lectore) no está familiarizado con nuestro norteño folclore (folcloro o folclora), los corridos son básicamente relatos sobre amores fallidos, rencillas, disputas, cobro de afrentas, venganzas y demás linduras, casi siempre con resultados funestos (muy divertidos, la mera verdad).
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“El Viejo Paulino” fue autor e intérprete de algunos clásicos de este repertorio, pero como si tal legado no fuera suficiente, trascendió a su muerte, en la era de las redes sociales y las comunicaciones digitales como hacen los grandes: en forma de meme.
La facha del autor de “Las Tres Tumbas”, de ranchero abotagado, agobiado por una vida de excesos, pero de rostro sereno, como el de quien ya lo ha visto todo en el mundo, se convirtió en el contexto visual perfecto para hacer la observación más lacónica, rústica y aguda que nos permite el habla cotidiana: “No, pos... ¡’ta cabrón!”.
La estampa del Viejo, mirando en lontananza con aire reflexivo mientras le da un jalón a su cigarrillo, ni siquiera necesitaría un texto como pie de imagen para que adivinásemos el pensamiento que le embarga: “No, pos... ¡’ta cabrón!”.
Así, cuando una situación nos supera o un problema escapa de plano a nuestra comprensión y no queremos quedarnos callados (porque creemos que el silencio es más incómodo que nuestra hueca muletilla), exhalamos: “No, pos... (y justo ahí nos percatamos de que nada de lo que digamos puede mejorar la situación o aportar una nueva perspectiva): ¡’ta cabrón!”, puntualizamos con resignación.
Esta perla de la oratoria es el intelecto humano verbalizado ante lo insondable. Si la ciencia nos dice: “Se cree que el Big Bang ocurrió hace 13 mil millones de años, sin embargo, el diámetro del universo observable es de unos 93 mil millones de años luz”.
Uno no lo refuta, ni se pone a hacer cálculos avanzados para constatarlo. Sólo hemos de encogernos de hombros y musitar: “No, pos... ¡’ta cabrón!”.
¡Vaya que nuestra Presidenta dejó pasar una oportunidad de oro para rematar con esa joya, hace unos días! ¡Qué desperdicio y qué lamentable que optara, en cambio, por algo anodino y genérico!
Y vamos, no es como que ocasiones le falten. A cada rato más o menos, algún periodista de verdad se logra infiltrar en la conferencia matutina para plantearle un cuestionamiento en serio. Pero también es cierto que siempre se sale por la ruta más segura e institucional: negar cualquier hecho comprometedor, asegurar que ya se está investigando, garantizar que se va a resolver (aunque no vuelva a ocuparse del asunto hasta nuevo e inoportuno recordatorio).
Hace un par de semanas, sin embargo, el tema era muy concreto: un juicio/arbitraje en Israel sacó a relucir que dos empresarios habrían sobornado a mi tocayo incómodo, Enrique Peña Nieto, en su calidad de candidato a la Presidencia para que, una vez en el Poder, los favoreciera con diversos contratos multimillonarios y así dichos empresarios “se repartieran México”, al que veían como economía emergente con grandes áreas de oportunidad para los negocios chuecos (parece que la Torá prohíbe comer carne de cerdo, pero no dice nada sobre hacer negocios con ellos).
Tan sólo uno de estos contratos multimillonarios sería el de la adquisición del software Pegasus, que se utilizó durante la gestión de EPN para espiar las comunicaciones privadas de periodistas, activistas, opositores y demás gente incómoda al régimen.
(Sólo como nota al margen: Este software espía indignó mucho a AMLO a su llegada al poder, no obstante, ya estaba adquirido y pagado, así que: “¡Chingue su madre, lo seguimos utilizando, al fin que el gasto ya está hecho!”).
El caso es que habrían sido incontables contratos y licitaciones durante al menos un sexenio (el de EPN), gracias a un perfecto acto de corrupción de los que sólo el PRI era capaz (hasta entonces).
Dígame si no era (es) esta una ocasión perfecta para que nuestra Presidenta, el partido oficial, todo su movimiento (las dos Cámaras incluidas), junto con sus voceros, paleros y chayoteros, se descosan en contra del régimen neoliberal y la corrupción que siempre le han imputado.
Dígame si no era el momento de presumir estatura moral (su deporte favorito) en comparación con las corruptas administraciones del pasado, revelando cada detalle del aberrante convenio.
Sobre todo, dígame si no es ahora cuando debe el gobierno presumir que no hay corrupción, iniciando una investigación para la cual sobran de hecho las evidencias, mucho más allá del mero testimonio de los empresarios israelíes involucrados.
¿Sabe qué fue todo lo que se limitó a decir la primera Presidenta de México?: “Sí... estuvo medio tremendo”.
-¡Qué! ¿Esa fue toda su jodida reacción?
“Estuvo medio tremendo” (¡¿?!) Esa es toda la voluntad y empeño que la Cuarta Transformación y la compañera Presidenta están dispuestas a invertir en el peor caso por corrupción que le sepamos a uno de los expresidentes más corruptos de que tengamos memoria.
Es hasta escalofriante su pasmo, su inacción, la condición inerte de la seño Sheinbaum... Es como si doña Clau estuviera muerta en vida. Peor, se comporta realmente como acusa la oposición: como servidumbre, como ejecutora de los designios del macuspano, con quien existiría un pacto de impunidad que explicaría por qué la 4T no perturba ni despeina al engominado copete del expresidente priista.
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Eso y porque el escándalo –para variar– involucra al verdadero innombrable de México: nuestro glorioso Ejército (en su calidad de usuario de Pegasus y como adquisidor de bienes y servicios derivados de aquel épico soborno).
Es lamentable que la señora Sheinbaum no se ponga las pilas y no proceda como se supone dictan los principios de su jodida Transformación (no mentir, no robar, no traicionar). Pero más lamentable es que se limite a responder con “estuvo medio tremendo”, siendo que la vida le estaba regalando la ocasión perfecta para desplazar al meme del Viejo Paulino.
Si ya de plano iba a evidenciar que a ella y a su movimiento no podían importarle menos madre que Peña Nieto figure en un escándalo de sobornos multimillonarios por parte de empresarios extranjeros “para repartirse México”, si nos iba a contestar con un irritante y cómplice: “Estuvo medio tremendo”...
Se hubiera mejor sincerado y respondido con franqueza norteña: “No, pos... ¡’ta cabrón!”.