A veces en terapia, les pido a mis clientes que investiguen la manera en que otro los ven. Es un pedazo de la información que nos ayuda a conocernos más. Hace días, una clienta me comentaba que alguna amistad le había dicho que la consideraba muy honesta y muy leal. No dudo que lo sea, pero me llamó la atención el uso del calificativo “muy”. Y como siempre, empecé a cuestionarme, “¿Qué significa muy leal o muy honesto, en comparación con simplemente “leal” u “honesto”?” Mi mente dio vueltas de nuevo sobre este hábito que tenemos de usar superlativos en espacios en donde tal vez no aplican, o tal vez sí y soy yo quien no entiende la necesidad, o bien el significado.
Recordé una cita bíblica que dice algo así como, “Qué tu sí sea sí y tu no sea no...” Se refiere la frase al tema de jurar para comprobar que estamos diciendo la verdad, y que nuestra palabra no se contempla como suficiente en si misma. Siento algo similar con el “muy” usado para inflar o enfatizar algo que está ya dicho.
Evidentemente hay niveles de muchas cosas...belleza, ruido, velocidad, claridad, confusión, enojo, ocupación, ricura, oscuridad, y tantas más. Puedo tener un poco de miedo o muchísimo miedo. Pero ¿cómo determinamos si una mentira es pequeña o grande y si se valora como mentira o no? Alguien que casi siempre dice la verdad, ¿es mentiroso a veces? ¡Aclaro! No creo que sea posible decir siempre la verdad. Y sé que la lealtad a uno mismo, que siempre va primero, a veces se traduce en una aparente deslealtad a otra persona. Lo cual nos lleva a otro punto que confunde un poco más toda esta maraña que traigo hoy en mi cabeza. Si alguien me dice que soy muy leal, ¿es porque dejo la lealtad a mi misma a favor de lo que se interpreta como lealtad al otro? Y, si miento para no compartir algo que no deseo que alguien más sepa, ¿soy mentirosa, o soy leal a mi misma?
Creo que el autoconocimiento profundo y honesto nos libera para estar más en contacto con nuestras necesidades. Trabajo difícil que puede llegar a requerir mucha contemplación. Tomemos el tiempo, ¿no?