Carta de los apóstoles a los cuatroteienses
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Por razones que a ciencia cierta desconocemos y sólo encuentran explicación en la personalidad rencorosa, visceral y berrinchuda de nuestro mandatario, vimos en días pasados cómo, durante una visita oficial para la inauguración del Aeropuerto Internacional de Tulum, AMLO le negó el saludo a la gobernadora anfitriona de Quintana Roo, Mara Lezama.
El video no deja lugar a dudas ni malinterpretaciones: El Señor de los Aluxes ignoró decididamente a la gobernadora que lo recibe con una reverencia. Y ya cuando su proximidad volvía inevitable cualquier interacción por mínima que fuese, el Presidente se volteó hacia otro lado para saludar a sus hinchas, protagonizando uno de esos momentos tan divertidos, aunque muy incómodo de ver.
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Vaya usted a saber qué dijo, hizo o dejó de hacer la gobernadora morenista para merecer, a criterio de su líder, semejante humillación pública que, sin embargo, soportó con todo estoicismo y sin descomponerse. Probablemente, a diferencia de nosotros, sabía bien cuál fue su falta por lo que el gélido trato no fue ninguna sorpresa para ella.
Tuvo Mara Lezama inmejorable oportunidad para congraciarse con Su Santidad Andrés Manuel, visitando en su sede vaticana a otro Pontífice igualmente carismático aunque mucho menos milagroso que nuestro Tlatoani Azteca: el Papa Jorge Mario, Francisco “El Bergoglio” Primero.
Como al parecer exige el protocolo vaticano (el vati-protocolo), la gobernadora se disfrazó de “Chabelita” para ser recibida por el Santo Padre. La caracterización exige el uso riguroso de una mantilla negra sobre la cabeza (claro, porque cubrir la pecaminosa testa de las mujeres sólo es cosa de sociedades fanáticas musulmanas); pero sobre todo, dirigirse al Sumo Pontífice con una exageradísima afectación en la voz, con una gravedad que pareciera a punto de quebrarla en llanto, como quien confiesa lo inconfesable, como si estuviese en presencia de un auténtico prodigio, casi como si estuviese hablando con Andrés Manuel.
La tal gobernadora cumplió cabalmente con lo que exige la Santa Madre Iglesia, como en su momento hicieron las destacadas damas de la política mexicana que han visitado al representante del mero Diosito en la Tierra, desde Margarita Zavala hasta Mariana “La Fosforita” Rodríguez (excepto Martha Sahagún por vivir en el pecado).
La propia gobernadora Lezama compartió en sus redes el video del encuentro que sostuvo con el sucesor de San Pedro (se lo recomiendo, no tiene desperdicio); en una de esas audiencias apresuradas que obviamente no son gratuitas (el camino a la Salvación Eterna está empedrado de sacrificio y desprendimiento).
Mara Lezama le precisa quién es y cuál es su cargo (“la primera gobernadora mujer de ese estado”). El Papa asiente como pensando “¡Qué flojera! ¡Ya mejor recógeme, Señor!”.
Pero lo mejor viene a continuación, cuando la gobernadora le muestra un modelo a escala del malhadado Tren Maya y le explica que es un proyecto que está muy próximo a inaugurarse y para el cual le pide su bendición.
Desde luego, no le confiesa que el tren iniciará operaciones en modo “soft opening”, que es como los apologistas cuatroteros justifican hoy que la obra no esté terminada y, sin embargo, el Presidente siga empeñado en inaugurarla en la fecha que tenía prevista.
Ni falta que hizo porque Francisco le echó de todos modos la bendición más desganada y “soft” desde que Cristo saludó a Gestas antes de expirar.
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No obstante, el insípido pase mágico de Su Santidad debe bastar para que el condenado tren se encarrile en la transparencia, reduzca su costo a lo originalmente presupuestado y deje de tener todo ese nocivo impacto ambiental y ecológico que se le adjudica (a lo mejor sí, pero nomás tuvo efecto en el tren de juguete).
La gobernadora también le entregó al Papa una misiva de parte de su homólogo, el Vicario de la Transformación en México, Licenciado Andrés Manuel López el Obrador de Milagros, a lo que Francisco respondió con un “¡Ah, qué padre! ¡Muero por leerla!” (esta cita no es verdad, pero sí puso Francisco la cara que yo hago cuando me recomiendan series y prometo que las voy a ver).
Y así concluye un capítulo más en las relaciones Iglesia-Estado de nuestro México siempre fiel. Pero antes de que algún chairo me salga con que se trata de meras relaciones diplomáticas con un jefe de estado como es el Estado Vaticano, le recuerdo que a ningún otro mandatario o dignatario se le pide que obre milagros o realice el teatrito de la fe.
La religiosidad tiene hoy en día un indeseable e importantísimo rol, así como una muy nefasta injerencia en la vida política de diversos países (y como mero ejemplo está la red de influencia e impunidad política de la que aún al día de hoy gozan personajes como el convicto depredador sexual en serie, Naasón Joaquín García).
La mayoría de la gente ni siquiera reflexiona en que el pensamiento de izquierda y el dogma religioso no son en absoluto compatibles. Una verdadera corriente progresista lucha y vela por la emancipación de los pueblos y ésta simplemente no se puede dar bajo los preceptos de la fe, que establece jerarquías bien claras e inamovibles (por más que diga pregonar la igualdad) y que no reconoce salvación ni piedad para quien no la profese.
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Una verdadera izquierda jamás consentiría que sus líderes llevaran sus más personales creencias al ámbito público y menos a una política gubernamental.
Pero la izquierda como se entiende en América Latina es tan sectaria como el culto más fanático, como la doctrina más inflexible; y es en consecuencia incapaz de toda introspección, examen de conciencia o sentido autocrítico.
De manera que si el máximo jerarca del partido abraza impúdicamente la fe en su calidad de jefe de estado, los subalternos en consonancia hacen lo propio y los súbditos simplemente callan y lo aceptan como Palabra de Dios.