Cervantes: Un regreso a Don Quijote
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El jueves se presentó el libro de Juan Antonio García Villa, “El Quijote. Ayer, hoy y siempre”, en el Vito Alessio con lleno total. Los presentadores dijeron poco; hicieron muchas referencias a sí mismos y pocas al libro. Tomó la palabra el autor y tuvo atento al auditorio no menos de 40 minutos, hablando de manera sencilla, didáctica, informada. Yo ya había leído su libro, pero gocé el momento. Del libro aprendí nuevas cosas sobre Cervantes y su obra maestra. Este artículo pretende animar a la gente a leerlo; tampoco me privo de dar ideas que he recogido de mis lecturas: valorará más esta obra.
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Harold Bloom, uno de los hombres más versados en libros y autores, experto en la Biblia, en Homero y los griegos y, en especial, en Shakespeare, publicó su famosísimo “El Canon Occidental” que suscitó demasiadas polémicas. Tuvo una rara y grave enfermedad que lo mantuvo encerrado más de un año. Cuando se recuperó publicó una especie de testamento: “¿Dónde se encuentra la sabiduría?”. Ahí dice que los dos escritores más grandes del mundo occidental son Cervantes y Shakespeare. Afirma que todos, desde Dostoyevski hasta Borges, pasando por Tolstói y Mann, Eliot, Balzac y cien más, fueron claramente influenciados por ambos autores. “Cervantes y Shakespeare comparten la supremacía entre todos los escritores”.
Y uno de los más grandes escritores de Francia, Gustave Flaubert, en una carta a su amiga George Sand, le dice: “Ahora releo Don Quijote. ¡Qué libro gigantesco! ¿Hay otro más hermoso?”. Lo dijo Flaubert, a quien Vargas Llosa dedicó tal vez su mejor largo ensayo.
Más cerca de nosotros, el asombroso guatemalteco Tito Monterroso, que enseñó El Quijote en la UNAM durante años, es decir, un gran especialista, escribió que lo invitaron a la Unión Soviética a un congreso sobre literatura hispanoamericana. Él no sabía ruso, así que pidió a su guía que lo llevase a una librería a comprar un ejemplar de El Quijote en ruso. La guía le dijo que no lo tendrían. Monterroso se enojó, puesto que creía que se lo estaba negando, pero ella aclaró que cuando se reeditaba había enormes filas hasta que se agotaba el tiraje. Lo mismo me contó mi amiga Checa Jana Petrzelova que sucedía en Praga: colas de dos cuadras para adquirirlo (¡tirajes de noventa mil ejemplares!).
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El licenciado García Villa explicó que de la primera edición de El Quijote llegaron a México 262 ejemplares en 1605, año de su primera edición. Pero el gran historiador Roger Chartier añade, con datos del Archivo General de Indias, que la obra llegó también a Panamá, Colombia y Perú. Nada menos que el virrey de allá montó una pantomima pública en Cuzco en la que, frente a miles de españoles e indígenas, él mismo aparecía disfrazado de don Quijote. Algo más aprendí de Chartier: la respuesta a ¿leyó Cervantes a Shakespeare o lo contrario? Y encontró que Cervantes jamás lo leyó, en cambio, Shakespeare tomó un personaje del Quijote y escribió una obra de teatro sobre los amoríos de Cardenio, personaje cervantino.
Invito a los lectores a que se asomen a un libro de cuentos de un ejidatario de Pilar de Richardson, Pedro Jasso, que se inspiró en una obra muy ignorada de Cervantes que él, sin saber su origen, escuchó a los ancianos de General Cepeda, que relataban esas maravillosas inspiraciones de Cervantes. El libro está casi agotado, pero todavía se puede encontrar.