Coahuila: La Feria del Libro, una oportunidad para conectar con el mundo
Imposible aprovechar todas las ofertas que se hicieron en la FILC, y no me refiero a la venta de libros, que es muy vasta, diversa y novedosa, cosa que está en su propia esencia: si la Feria no trajese libros dejaría de serlo.
Más bien pienso en las ofertas de las presentaciones, de las conferencias y, algo sumamente importante, las relaciones o el encuentro cara a cara con escritores. Es imposible estar en todas las sesiones que uno desearía, porque son innumerables y, a menudo, se dan al mismo tiempo: tiene uno que decidir si asiste a esta, a la otra o a una tercera. Y no estoy criticando la organización, pues me parece difícil que los encargados hubieran logrado separar eventos. ¡No! Muchas presentaciones coinciden en día y hora, y uno es el que debe tomar la decisión de a cuál asistir. El hecho de tener que tomar una decisión significa que hay eventos importantes al mismo tiempo.
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Encontré textos que había buscado hace tiempo, localicé, por casualidad, otros que no sabía que existían, y me topé con volúmenes viejos que siempre había añorado, por ejemplo, los tomos de Lope de Vega, tres libros de Borges que desconocía (conferencias, discursos, entrevistas). Y así por el estilo.
Creo que esta Feria se ha consolidado con el paso de los años y viene a llenar un vacío más que enorme. Las quejas que aparecen de tiempo en tiempo sobre el cierre de librerías es ya un terco remache sobre lo que nos pasa. Se recuerda que, nada más en la calle Zaragoza, había seis librerías, y que hoy no queda una sola. Hay la amenaza del cierre del Fondo de Cultura Económica (FCE), que sería la vergüenza de Saltillo: seríamos el hazmerreír de la nación mientras que algunos columnistas todavía se atreven a afirmar que somos la Atenas del Norte. Si leemos el maravilloso libro de Irene Vallejo, “El Infinito en un Junco”, sobre la creación del acervo de textos más grande del mundo, que tuvo lugar precisamente en Egipto, pero que fue engendrado en la Grecia Clásica, deberemos situarnos en el último lugar de lectores.
Precisamente por eso, y ante la carencia y la ofensiva indiferencia, la FILC es no el llenado de un vacío, sino la oportunidad de rehacer una relación con el mundo. Y esto no puede acontecer gratuitamente: hay que propiciarlo. Felizmente, estamos recibiendo novedades engendradas en otros lugares del país y en otras naciones, cosa que no sería posible teniendo únicamente dos librerías: la del Fondo y la del bulevar Carranza, con una oferta generosa y buenos precios.
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Pongo tres ejemplos para mostrar la riqueza de la oferta libresca: Julián Herbert nos ofreció dos maravillosas obras. Menciono “Suerte de Principiante”, conjunto de textos (no digo de ensayos, ni de narraciones, porque Julián ahí rompe con los géneros, para beneficio del lector). Menciono el texto de un obrero de Monclova que fue dirigente de la organización Línea Proletaria en la empresa siderúrgica en los años ochenta. Enrique Arreguín fue expulsado de la empresa varias veces y por el sindicato nacional (el de Napoleón Gómez Sada, traidor de los obreros), pero defendido por sus compañeros. Menciono, así mismo, el libro de Juan Antonio García Villa sobre “Don Quijote”, de Cervantes, que encierra un conjunto de capítulos sobre la gran obra de nuestra lengua y nos anima a repensarla y a releerla. Ágil, interesante, profunda a la vez que sencilla.