Coahuila: ¿PRI y PAN juntos para 2023? (1)
La política de alianzas entre partidos políticos, hasta antes de la caída del Muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989, estaba definida por principios ideológicos.
Disuelto el bloque comunista y triunfante el capitalista, inicia el camino –sin restricciones– de la democracia liberal basada en una economía de mercado y condimentada por un sistema político regido por la actitud pragmática de sus actores políticos, quienes reemplazan sus valores y principios –esenciales a la condición humana y aplicables de manera atemporal– para aspirar al poder, por decisiones pragmáticas –no esenciales a dicha condición y definidas con sentido coyuntural en un contexto y tiempo específicos.
Esa definición histórica ha parido lo que algunas personas atoradas mental y políticamente en una etapa previa a la caída del Muro de Berlín llaman “engendros ideológicos” o “Frankensteins políticos”. Pero no hay tal. Son cambios históricos o cambios de época que tardan tiempo en asentarse en las mentes y actos de los políticos e intelectuales.
La muerte de insignes personajes de izquierda o derecha por defender a ultranza sus banderas ideológicas pasó a mejor vida; hoy impera la lucha descarnada y sin escrúpulos por el poder –dentro del marco de una democracia liberal y su perversión mayor: el populismo.
Recordemos, Carlos Salinas inicia sus concertacesiones con el PAN ese mismo 1989 –para ser preciso, ocho días antes de la caída del Muro de Berlín– al facilitar la llegada de Ernesto Ruffo Appel a la gubernatura de Baja California.
Con Ruffo Appel, llegaron los llamados “Bárbaros del Norte” que pavimentaron con Francisco Barrio, Manuel Clouthier del Rincón y Alberto Cárdenas, entre otros, el camino para llegar a la Presidencia de la República con Vicente Fox (2000) y Felipe Calderón (2006).
Ellos eran, en palabras del ideólogo doctrinario Carlos Castillo Peraza: “irracionales, fanáticos, provocadores y de una incultura que raya en la barbarie”. Pero sin duda, eran neopanistas pragmáticos que entendían a cabalidad el cambio de época.
De esta manera, el PAN abandonó de manera progresiva sus ideales fundacionales para asumir estrategias crudas –desnudadas de tal pretensión– y acceder al poder en congresos, municipios, estados y eventualmente la Presidencia de la República.
Con ello cumplieron a cabalidad lo escrito por uno de sus fundadores, Manuel Gómez Morín, quien en “La carta a un amigo” (1926) se refería a la Revolución Rusa sin imaginar lo que ocurriría en México con su propio partido a finales del siglo 20 y principios del siglo 21: “(Hay) países donde no hay política sino escatología (tratado de los excrementos) o teratología (tratado de las malformaciones del organismo), enfangamiento de corrupción, de ignorancia y de pasiones, o manifestación de monstruosos y disformes fenómenos colectivo”.
De vuelta a la coyuntura actual: si Enrique Vargas es el candidato del PAN al Estado de México, la alianza “Va por México” (PRI, PAN y PRD) en ese estado y en Coahuila se desdibujaría.
Entonces, la pregunta es una: ¿qué tan útil –electoralmente– es la alianza del PAN con el PRI en Coahuila para 2023? Sobre todo, cuando es un PAN confundido entre un fundamentalismo doctrinario –ya agotado por la historia– y un pragmatismo oportunista –más rentable políticamente; pero en ambos casos, con poco que ofrecer para ganar las elecciones en 2023.
Continuará...
Nota: El autor es director
general del ICAI. Sus puntos
de vista no representan
los de la institución.