Conciertos didácticos
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La tradición de conciertos didácticos encuentra buenos exponentes en múltiples autores cuyas obras ad hoc guardan singulares historias
El sábado 18 de enero de 1958, Leonard Bernstein, nombrado apenas dos semanas antes director de la orquesta filarmónica de New York, ofreció el primero de lo que serían sus legendarios Leonard Bernstein’s Young People’s Concerts – Conciertos para jóvenes, de Leonard Bernstein. Con Lenny, como le llamaban sus amigos, los conciertos didácticos adquirieron categoría de fiestas musicales familiares. Para el director, nacido en Massachusetts en 1918, y fallecido en NY en 1990, estos conciertos eran “un elemento central de su trabajo (...) que él describió como su ´misión educativa´”, al decir de su propia página (www-leonardbernstein-com). De entre 1958 a 1972 Lenny escribió y dirigió 52 conciertos didácticos, que debidamente seleccionados aparecieron en su libro El maestro invita a un concierto.
Durante estos 14 años —menos uno, de 1964 a 1965—, abordó a autores tan distantes como lo es Aaron Copland, de J. S. Bach, o Franz Liszt, de Gustav Holst, o Dmitri Shostakovich; y fue de temas como “¿Qué significa la música?”, a “Música folklórica en la sala de conciertos.”
La tradición de conciertos didácticos encuentra buenos exponentes en múltiples autores cuyas obras ad hoc guardan singulares historias: El carnaval de los animales, del romántico francés Camille Saint-Saëns; Pedro y el lobo de Serguéi Prokófiev; y la Guía de orquesta para los jóvenes del inglés Benjamin Britten, El elefante Babar de Francis Poulenc, Piccolo, Saxo y compañía de André Popp, El toro Ferdinando de André Ridout. Por razones de espacio hablaré solo de los dos primeros.
Hacia 1886 Camille Saint-Saëns (1835-1921) había alcanzado el punto más alto de su carrera musical. Su magnífico primer concierto para violonchelo, Op. 33, de 1872, más su poema sinfónico Danza Macabra, Op. 40, de 1874, y un cuarto concierto para piano, Op. 44, de 1875, lo tenían en calidad de niño mimado de los escenarios. Saint-Saëns componía y viajaba sin descanso, estrenando en 1877, la ópera Le timbre d’argent, a la que siguió Sansón y Dalila, dirigida en su estreno por Franz Lizt; en 1881 fue nombrado miembro de la Academia de Bellas Artes en Inglaterra, en 1884 Oficial de la Legión de Honor de Francia. En este panorama se comprenderá su interés por conservar su buen nombre y prestigio de compositor serio y maduro. Fue entonces cuando dio un mal paso.
Durante la composición de la Sinfonía No. 3 para órgano, en do menor, Op. 78, de muy singular factura, Saint-Saëns se tomó un descanso en Austria, donde topó cierto día con unos músicos de pueblo alegrando una tarde dominical. A modo de divertimento corrió a su habitación donde pergeñó algunos trazos de lo que sería El carnaval de los animales. El resultado fue una suite en 14 movimientos, en los que imitaba, insisto, a manera de divertimento, las onomatopeyas de algunos animales, inmersos en situaciones jocosas —león, gallinas, gallos, asnos salvajes, tortugas, elefante, canguros...—. El temor a ser tachado como autor festivo lo llevó a prohibir la interpretación de la suite, sino hasta después de su muerte. Como así ocurrió. Hoy se toca lúdica y educativamente ya que es fácil mostrar el sonido de los instrumentos de la orquesta.
Pedro y el lobo, Op. 67 de 1936 escrita por Serguéi Prokófiev (1891-1953), a petición de la rusa Natalya Sats (1903-1993), la talentosa directora de teatro para niños, quien a semejanza de la escritora argentina Ana María Walsh (1930-2011), también fue reprimida por el Estado totalitario soviético. Prokófiev, con inclinación por lo lúdico, en 1921 había escrito la ópera El amor de las tres naranjas, y el ballet El bufón, se entusiasmó con la petición de Natalya Sats dedicada a los niños, y completó Pedro y el lobo en sólo cuatro días, estrenándose ese mismo 1936. En 1950 regresó a las andadas infantiles al escribir La hoguera de invierno, para orquesta sinfónica, coro y narrador.
Pedro y el lobo está escrita para flauta traversa, oboe, clarinete, fagot, tres cornos, timbal y cuerda, y un acompañamiento de metales y percusiones. Cada personaje de la historia tiene asignado un instrumento y un tema musical: Pedro: cuarteto de cuerdas, Abuelo: fagot, Pájaro: flauta traversa, Pato: oboe, Gato: clarinete, Lobo: tres cornos, Cazadores: instrumentos de viento-madera.
Hago votos para que, ahora que la espléndida orquesta filarmónica del Desierto saldrá a las colonias a tocar danzones y boleros, también ofrezca conciertos didácticos a los peques y sus familias.