Hacemos propósitos cada mañana. Sobrellevar las crisis interiores. Hacer de la vida, por lo menos, algo menos difícil. Incluso para estirar los recursos financieros. Como fieles mayordomos de nuestras habilidades.
Dietas interminables sólo al brinco de enero. Levantarse temprano para buscar el empleo tan prometido. Pasar tiempo de calidad con nuestros hijos y la pareja. Ya no ingerir alcohol o evitar ciertos gustos poco saludables.
Leer el libro olvidado en la repisa de la recámara. La visita, no obligada, a casa de los suegros o de los padres. Las obras de buena conciencia con la comunidad.
Queda en la imaginación. En el sí puedo. Al ya mero comienza el Reyes-Guadalupe.
Para los 366 días del 2024 continuaremos con las purgas de nuestros afectos. Se irán al cosmos quienes menos esperamos. Advenimientos de nuevos seres y esperanzas renovadoras.
Enriqueceremos en el recuerdo de los pasajes luminosos. A la bondad, con quienes nos demuestran, dedican y suplen con creces, la esfera de los actos posibles.
Planear un cronograma de metas posibles, aterriza entre lo idílico y lo real. Nos hace poner los pies en tierra. Construir casas sobre roca. Nada sobre la arena.
Probada ya la resistencia de los materiales. Tres pequeños pero grandes propósitos. Comenzando con honrar a la palabra, amar a nuestros semejantes como a nosotros mismos y ser responsables de nuestro tiempo.
Lo intentamos juntos. Va mi palabra en prenda. Voy pronto por ella a recogerla.