Crisis migratoria en la frontera norte: los estados no pueden resolverla
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La crisis migratoria que estamos atestiguando es provocada, en gran medida, por la actitud del Gobierno de la República, pero la atención del problema se deja a los gobiernos estatales
La cifra por sí sola puede no decir mucho: mil personas al día están siendo deportadas desde los Estados Unidos a través de la frontera con Coahuila y, desde aquí, están siendo enviadas de regreso a la frontera sur o a sus lugares de origen en Centroamérica.
Se trata de mucho más que una cifra numérica: estamos hablando de un auténtico éxodo de seres humanos que, antes de ser deportados del vecino país del norte, han recorrido miles de kilómetros, arrostrado inmensos riesgos y consumido en ello no solamente sus energías sino el dinero que poseen... para terminar, al final, en el mismo lugar.
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Se trata de una tragedia de la cual nosotros, como país, somos responsables, al menos en parte. Porque es el Estado Mexicano el que les permite cruzar la frontera, transitar por el territorio nacional y ahora, al final del camino, les está devolviendo al punto de origen.
Se podrá decir que es el destino natural de quien pretende ingresar de forma ilegal a un país que no es el suyo y que, a partir de esta consideración, México no es responsable de su suerte. Pero no es así.
Somos responsables porque al dejarles ingresar a territorio mexicano, otorgarles un permiso de tránsito por el país y permitirles llegar a la frontera con los Estados Unidos, contribuimos a generarles una expectativa respecto de su objetivo: alcanzar el denominado “sueño americano”.
Como se ha dicho en numerables ocasiones, la resolución última de la crisis que provoca el éxodo migratorio está siendo dejada en manos de los gobiernos -municipales y estatales- fronterizos, los cuales carecen de las capacidad económicas y legales para afrontar el problema.
Porque, como consignamos en nuestra edición impresa de hoy, es el Gobierno de Coahuila el que está afrontando los gastos que implica devolver a sus países de origen, o a la frontera sur, a los miles de migrantes indocumentados que diariamente están siendo expulsados de los Estados Unidos a partir del acuerdo que el Gobierno de la República estableció con su homólogo del norte.
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¿No sería más honesto -por no decir más humanitario- contener el flujo migratorio en la frontera sur y evitar con ello que miles de seres humanos drenen sus energías físicas y sus recursos en la persecución de un sueño que al final quedará frustrado?
Lo que estamos haciendo como país constituye una gigantesca hipocresía pues con la actitud que se asume a nivel central lo único que se garantiza es que las redes criminales, que se benefician del tráfico de personas, sigan engrosando sus alforjas a costa de los migrantes.
Coahuila y su gobierno, al final de cuentas, no pueden hacer mucho más de lo que se ha informado, pues tan sólo nos queda atender los efectos de un problema del cual no somos responsables y que se genera a miles de kilómetros de nuestros territorio.
Cabría esperar, por ello, que el “humanismo” que se pregona desde la Presidencia de la República tuviera traducciones más felices que las que estamos atestiguando.