De transformadora a represora... El precio de un ‘ja ja ja’

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Estas son las nuevas reglas del juego: Hostigamiento, represión, persecución, multa, cárcel, inhabilitación para ejercer la libre expresión y condenas degradantes
Nada absolutamente nos hemos de llevar de este mundo matraca. Por más que a los faraones del Antiguo Egipto los sepultaran con sus tesoros, su servidumbre y hasta sus gatos, todo se quedó aquí en la Tierra en espera de que algún vivo con credenciales de arqueólogo-antropólogo se lo agenciara junto con la momia del monarca en cuestión.
Y por más que le pongamos su ofrenda a nuestros difuntos en noviembre (casi siempre una colección de los gustitos que lo despacharon al otro mundo), lo cierto es que no pueden bajar a nuestro plano físico para consumir sus preciados antojos.
Si algo nos vamos a llevar al Más Allá es lo bailado. Y por lo bailado me refiero en efecto a la música, a los viajes, al arte, a los orgasmos y, desde luego, a la risa.
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Es decir, no es que en efecto nos vayamos a llevar tampoco nada de lo anterior, pero sí son algunas de las pocas cosas que podemos ir atesorando durante nuestra existencia sin quedar al final del camino como perfectos imbéciles.
(¡Ah, sí... También el amor. Pero es algo tan raro y mal entendido que dudo que la mayoría de nosotros lo sepa siquiera identificar).
Fuera del orgasmo (que es muy fugaz), la risa es un estado de gracia muy cercano a la plenitud. El arrebato que experimentamos antes de soltar una sincera risotada nos alivia prácticamente de lo que sea, cualquier dolor o angustia existencial desaparece por un breve instante.
A veces, la capacidad de reírnos en medio de la peor adversidad (o de la adversidad misma) es lo único que nos mantiene cuerdos y medio a flote. Ya sea en el contexto de una desgracia personal o de una crisis social, la risa es lo que nos separa de la derrota absoluta y, por ello, es lo último que debemos permitir que se nos arrebate.
Yo al menos sí estoy dispuesto a defender con todo lo que tengo mi supremo y sacrosanto derecho a reírme de lo que sea. ¿Oyó usted bien? ¡De lo que sea! Los límites sólo pueden ser autoimpuestos y eso, en el ámbito privado. Si alguien se está riendo de lo que a usted no le parece motivo de hilaridad... ¡Voltéyese pal’otro lado! (como dijera “El Piporro”).
Vaya embate que sufrió el último bastión de nuestra libertad (la risa) por parte de quien menos lo habríamos imaginado: la autoridad electoral.
¡Un “tuit”! Un perro tuit fue objeto de un requerimiento para su autora de parte del Tribunal Electoral del Poder Judicial.
Esto es lo más anómalo, absurdo, kafkiano, risible, represivo, irregular, insidioso, perverso, malicioso, embustero y ruin que han caído las autoridades mexicanas desde los años 70. Es decir, nuestras gloriosas instituciones están tocando su punto más bajo en medio siglo. Y me temo que podría empeorar, que esto es sólo el prolegómeno.
Le cuento: Hace un mes celebramos la destrucción del Poder Judicial con una elección sin pies ni cabeza, sin sustento teórico o legal y sin validación popular. Una de las aspirantes a no sé qué cargo era la distinguida litigante saltillense, Dora Alicia Martínez Valero.
Aunque su trayectoria siempre estuvo identificada con el PAN, Martínez Valero debe estar ya en otra etapa ideológica, pues hizo campaña tomando el elemento medular del discurso lopezobradorista, posicionándose como Dora “La Transformadora”.
Su campaña (como otras muchas de la gente que aspiraba a servir como juzgadores del PJ) pecaba de trivial, chabacana, populista y opuesta a la sobriedad que al menos a mí me gustaría ver en cualquier servidor público, pero especialmente en la gente con toga.
Pero “resúltaseseser” que, mientras se desarrollaban las campañas, la periodista favorita de los chairos (hasta que llegaron al poder) Carmen Aristegui, tuvo a bien destapar el brete de Televisa Leaks, uno de los mayores escándalos recientes de los que este régimen y sus corifeos han decidido ignorar hasta que caiga en el olvido.
Y sucedió que el nombre de Dora Alicia Martínez Valero salió a relucir en la investigación de Televisa Leaks (merecida o inmerecidamente, eso no está ahora a discusión).
Martínez Valero vio amenazada su campaña rumbo al Poder Judicial e interpuso una queja para que su nombre y los reportajes alusivos a su persona fueran retirados, a lo que Aristegui Noticias respondió con un nuevo titular en redes sociales: “Dora la Censuradora”.
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Fue entonces que la “celebrity” Laisha Wilkins vio el post en cuestión y reaccionó escribiendo a su vez: “Jaja Dora la censuradora Jaaja” (sic). ¿Burlón?, sin duda; ¿socarrón?, obviamente; ¿mala leche? ¡Toda!
Pero me están diciendo que en la transformada República Mexicana, la nación más democrática del mundo −según la Presidenta con P y todos los becados del lopezobradorismo− escribir “Jaja Dora la censuradora Jaaja” da pie a que un Tribunal del Poder Judicial nos notifique en nuestro domicilio con el requerimiento de informar el objeto (motivo) de la publicación de marras, si fue solicitado por algún actor o entidad política y si existe algún vínculo presente o pasado con algún partido o candidato de la reciente elección.
Felicidades a toda la chairocracia, pues este tipo de cuestionamientos de la autoridad hacia los ciudadanos, tratando de hurgar en lo más íntimo de nuestras motivaciones o ideología, como consecuencia de un ridículo comentario en redes sociales, sólo es equiparable con el macarthismo de los EU o con la Alemania del Tío Adolph. Y sí, ahorita nos causa sorpresa, no pasa de lo anecdótico, hasta que deja de ser la anomalía para convertirse en regla.
Martínez Valero (AKA Dora “la represora”) afirma, sin embargo, que ella no demandó a Wilkins −¡ay, ajá!− y que fue el “Tribilín” Electoral el que actuó de “motu proprio”, lo cual (aunque no me lo creo) es mucho peor, pues significa que la autoridad ahora va a estar cazando de oficio a cualquier ciudadano que haga escarnio del candidato caído y por algo tan anodino como un “Jajaja”.
No le extrañe que según el Índice Mundial de Libre Expresión, de Reporteros sin Fronteras, México siga cayendo en posiciones: del puesto 121 en 2024, al 124 este año, de un total de 180 países.
Estas son las nuevas reglas del juego: Hostigamiento, represión, persecución, multa, cárcel, inhabilitación para ejercer la libre expresión y condenas degradantes (como la ciudadana Karla Estrella, sentenciada a disculparse 30 días seguidos en redes sociales por criticar la candidatura forzada de la esposa del diputeto Gutiérrez Luna; o el abogado Carlos Velázquez de León, presionado para humillarse en el Senado de la República ante los olorosos pies del imbañable porro Fernández LLoroña).
Casos aislados para disuadir a la generalidad, pero conforme los vayamos asimilando se convertirán en la nueva normalidad, una en la que hasta nuestra más natural reacción ante la ridiculez de estos personajes y sus excesos, será castigada con la Ley... con la Ley de Herodes.