Desinformación: La verdad en los tiempos de polarización

Opinión
/ 7 diciembre 2024

El fruto de la mentira es justo eso: la desinformación, la desconfianza y la sospecha

Para quienes afirman que la verdad es relativa o que depende de las circunstancias –de las suyas, de las mías y de la de los demás–, Aristóteles acuñó una definición que nos ayudará a determinar y visualizar qué es verdad y qué no es. El filósofo griego dijo que la verdad es Adaequatio rei et intellectus. Esto significa, la adecuación entre el entendimiento y la cosa o la realidad. En concreto, la adecuación entre lo que se piensa, lo que se dice y lo que es.

Por tanto, no es tan complicado saber cuando usted, yo, un político, un servidor público, un analista o una persona que usa los medios como canal de comunicación, o quien sea, dice o no la verdad: Adaequatio rei et intellectus. Se vuelve complicado cuando nos condicionan los intereses, de cualquier tipo.

TE PUEDE INTERESAR: Aranceles y migración: El renovado y amenazante discurso de Trump

De ahí que usted pueda dilucidar las plumas que están comprometidas con un partido, con una empresa, con una ideología, con una religión, pero no con la verdad. Y cuando se piensa –porque en la práctica así es– que existe mi verdad, su verdad y la verdad, la adecuación entre el entendimiento y la realidad desnuda cualquier pretensión de autopublicitarse como el poseedor de la verdad.

Un ejemplo de esto es la polarización de los medios, en cualquier dimensión de la vida –político, económico, social, deportiva, laboral, ecológica, partidista, etcétera–, cuando su objeto formal es informar objetivamente sobre la realidad, de manera que comparemos lo que se dice con lo que es, así está en nosotros la determinación de tomar posición. Muchos de ellos olvidaron que son sólo un factor para que quienes se enteran, a través de lo que informan, tomen sus mejores decisiones; es decir, son tamices, y bajo ningún motivo pueden tomar posturas para que sus seguidores se sumen a su idea de verdad.

El problema es que vivimos en una cultura que maquilla y deforma la realidad. Si no se actúa a partir de la verdad y con la verdad, no hay equilibrio ni en las familias ni en la estructura social donde las organizaciones y los gobiernos se encuentran. El fruto de la mentira es justo eso: la desinformación, la desconfianza y la sospecha. Desde la perspectiva aristotélica, como ya lo decíamos, la verdad es criterio de validez para corroborar lo que decimos, pensamos y hacemos.

Dice José Antonio García Monge, en “Treinta Palabras para la Madurez”, que decir “la verdad a veces es difícil. Nos cuesta trabajo decirla, porque contradice nuestros intereses egocéntricos del tipo que sean; cuando desenmascara mentiras y autoengaños con los que nos encubrimos y defendemos intereses inconfesables. La verdad es difícil cuando pactamos mentiras con nosotros mismos, con los otros, con la sociedad”. Estoy más que de acuerdo. Quizá no hemos medido aún que, como afirma el Evangelio (San Juan 8, 31), practicar la verdad es sinónimo de libertad.

La verdad os hará libres, es la garantía de hacer un mundo mejor, un mundo común, donde todos podamos realizarnos y desarrollar nuestra personalidad al máximo. Los caminos de la verdad, sin lugar a dudas, nos llevan a conseguir nuestras metas en paz y de forma sólida y duradera.

El sentido de la existencia de los medios es el de ser servidores de la verdad. Ese es su objeto formal, y su importancia radica en su ejercicio de mediación entre el gobierno y la sociedad civil. Es un ente necesario para que se dé la democracia. Si la democracia es el arte de la deliberación pública, los medios la hacen posible. Pero parece que muchos lo han olvidado. De ahí la importancia de dilucidar acerca de la verdad o, al menos, de aproximarnos a ella. Desinformación, noticias falsas, verdades a medias, simulaciones, inferencias, en fin; es lo que puja y lo que realmente polariza el país en el que vivimos.

TE PUEDE INTERESAR: INAI: ¿Tinieblas informativas? No, la verdad se conquista, no se mendiga

Si muchos piensan que la realidad depende del lugar donde se está parado, eso se denomina relativismo moral, donde la verdad depende de las circunstancias, donde ni todo es verdad ni todo es mentira, y eso ha traído como consecuencia el mundo desigual, complicado y desinformado en el que vivimos.

El idealismo, el escepticismo, el dogmatismo, el subjetivismo, el empirismo, el racionalismo, el criticismo, el pragmatismo, el materialismo, el historicismo, la fenomenología, el existencialismo, el positivismo y el estructuralismo han tratado de llegar a la verdad, pero hoy me quiero quedar con el “Adaequatio rei et intellectus”, que nos da una posibilidad básica y mínima de acercarnos a la verdad. Y para quedar claros, no existe ni mi verdad, ni su verdad; existe la verdad. Así las cosas.

COMENTARIOS

NUESTRO CONTENIDO PREMIUM