Destruyendo mitos con Burger King
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El mundo cristiano se condolía en una plegaria unísona durante la conmemoración anual del Martirio, Pasión y Muerte del Hijo del Hombre por la expiación de los pecados de la humanidad cuando, de la nada, llegó la blasfemia.
Y no, persignado lector, santiguada lectora, piadose lectore, no fue algo que haya yo dicho o publicado en este espacio, en mi muro de Facebook o en mi cuenta de Twitter.
La peor herejía, por extraño, por increíble que le parezca, no llegó este año por cortesía de éste, su amigable columnista vecino (friendly neighborhood amazing column-writer), sino de una bien conocida cadena internacional de hamburguesas.
Fue Burger King (España) la empresa que decidió correr el riesgo de hacer marketing a costillas del “Rey de Reyes” (¡oigan, otra coincidencia!) y, parafraseando un par de sus sentencias alusivas a la Institución de la Eucaristía (el Jueves Santo), promovió su nueva hamburguesa vegetariana.
“Tomad y comed todos de él. Que no lleva carne”, dice una de las versiones de su publicidad gráfica, que se complementa con la necesaria fotografía de su apetecible producto (apetecible hasta que recordamos que es vegana-vegetariana).
Otro anuncio emplea el aforismo “Carne de mi carne”, con la palabra “carne” tachonada y, superpuesto en una tipografía que semeja letra manuscrita, como si se tratara de una corrección: “vegetal”, para arrojar la lectura final “vegetal de mi vegetal”. Todo en alusión a la condenada hamburguesa desprovista del ingrediente principal, ese que las hace deliciosas: un pedazo de sufrimiento bovino.
Como es natural, muchos creyentes se sintieron burlados, ultrajados y ofendidísimos en sus creencias y no pocos lo manifestaron en sus respectivas redes sociales, llamando a un boicot en contra del restaurante de franquicia.
“¡Es una blasfemia, arderán en el Infierno por esto, igual que sus cochinas hamburguesas en la parrilla! Hago un llamado a todos los que se sientan agraviados a que nos vayamos mejor a comer a McDowell’s”.
En ese tenor los comentarios, más o menos.
A mí me provoca piedad la gente instalada en ese cándido mundo, de ideas sagradas y un perfecto discernimiento del bien y el mal; me provoca compasión y hasta envidia, pues viven en un mundo muy parecido a aquel en el que yo pasé mi feliz infancia y que, por más que quiero, no puedo regresar a él, porque un día entendí que la vida es mucho más complicada que adorar divinidades y hacer lo correcto es mucho más que apegarse a un canon de hace más de dos mil años, lleno de contradicciones.
¿En serio todavía hay gente que cree que Burger King o su CEO (Martin Burger King), no anticipó que habría reacciones negativas y hasta algunas expresiones de rechazo y odio, y que no calculó que era un costo perfectamente asimilable con tal de ganar la empatía de otro segmento del mercado mucho más relajado y deseable?
Lo más probable es que los cristianos (católicos principalmente) que incendiaron las redes y braman por esta afrenta a su Dios, ni siquiera representen un público meta para esta cadena, que debe estar mirando al futuro: gente joven, con mayor conciencia social, preocupaciones ético-ambientalistas y un mucho menor apego por los dogmas religiosos. El mercado vigente, pues, y no el que va de salida (o sea, los que ya pronto se van a morir, para que me entienda).
Hay algo en todo esto que yo además celebro, y no me refiero a molestar conciencias mojigatas y hacer llorar a los partidarios del pensamiento mágico-religioso. Hablo del desmoronamiento de los símbolos.
Me considero una especie de iconoclasta moderno, aunque... De hecho me gustan los símbolos, los signos y las imágenes, pero no tolero que cobren poder y relevancia porque enseguida son utilizadas para el sometimiento de la voluntad, el adoctrinamiento y el consiguiente control del individuo y de las masas.
La cruz per se podría no significar gran cosa (quizás formaría parte de la señalética urbana o industrial), pero si hablamos de “La Cruz”, con mayúsculas, es un signo tan poderoso que la gente materialmente se le hinca y se le santigua, con la más sincera devoción. Dígame entonces, ¿qué poder llegan a acumular todos aquellos que dicen poseer la patente divina de dicho símbolo?
Es peligroso crear símbolos, porque pronto se vuelven armas de enajenación masiva. Y aunque la campaña de Burger King (que ya se disculpó socarronamente a sabiendas de que ya se salió con la suya), no aborda realmente a un icono, o un elemento visual, sino a la palabra carne y su connotación en el rito católico, me parece que jala en el mismo sentido de arrebatarle algo de carga y poder a una idea que, aunque algunos consideran sagrada, no aporta nada a la construcción de sociedades más justas o un mundo más humano.
Vale para la religión (que ejerce poder político de facto) y vale desde luego para la política, en donde está visto que también surgen iconos para adorar y para acatar como dogmas sus ideales sin el menor cuestionamiento o la más pálida interposición del criterio propio.
Hitler, Stalin, Mao y algunos dictadorcillos sudacas, como Fidel, al volverse iconos, trascendieron su muerte y han seguido causando gran daño a la humanidad, muchos años después de haber colgado los tenis, ya que como símbolos de “algo”, mucha gente los continúa adorando, no obstante la Historia nos demostró lo errados que estaban.
¡Aguas con eso, México!