Día del Niño: Matrimonio forzado infantil, una deuda pendiente con la niñez

Opinión
/ 28 abril 2025

A 101 años de instituirse la conmemoración de los derechos de la niñez en México, aún nos falta un gran camino para garantizar el sano desarrollo mental, emocional y físico de nuestras niñas, niños y adolescentes

En 1924, el entonces presidente de México, Álvaro Obregón, declaró junto con su secretario de Educación, José Vasconcelos, el 30 de abril como fecha nacional para celebrar a la niñez. El motivo de fijar tal fecha para la efeméride fue la reciente ratificación de la Declaración de Ginebra sobre los Derechos del Niño, adoptada por la Sociedad de Naciones. El documento representó un hito jurídico para el reconocimiento de los derechos de la niñez, así como de las responsabilidades y obligaciones de los adultos para garantizar el bienestar de los infantes y adolescentes.

En su artículo primero, la Declaración de Ginebra (1924) reconocía que: “El niño debe ser puesto en condiciones de desarrollarse normalmente desde el punto de vista material y espiritual”. Este instrumento jurídico fijó un precedente histórico relevante para los derechos de la niñez a nivel internacional, el cual fue sustituido por la Declaración de los Derechos del Niño (1959), que a su vez fue reemplazada por la más reciente y elaborada Convención sobre los Derechos del Niño (1989).

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A pesar de los esfuerzos jurídicos, tanto internacionales como nacionales, los hechos nos muestran que aún hay un largo trecho para transformar la realidad de millones de niñas, niños y adolescentes alrededor del mundo. La generalización de los matrimonios forzados infantiles, tanto a nivel global como en nuestro país, son sólo un ejemplo de las deudas pendientes con este grupo de edad.

De acuerdo con cifras de la agencia internacional Unicef, en 2023 el 19 por ciento de la población mundial femenina se había casado antes de los 18 años, mientras que el 4 por ciento lo había hecho antes de los 15 años. Es decir, una de cada cinco mujeres se casó antes de alcanzar la adultez, lo cual muestra que el matrimonio infantil sigue siendo una práctica generalizada a nivel global. En este contexto, la Unicef estima que en la próxima década cerca de 110 millones de niñas corren el riesgo de casarse antes de los 18 años.

En México, a pesar de estar prohibido el matrimonio infantil desde el 4 de junio de 2019, esta sigue siendo la realidad para cientos de miles de niñas y niños. Es un problema que debe atenderse urgentemente. De acuerdo con el censo más reciente (Inegi, 2020), 314 mil adolescentes entre 12 y 17 años vivían casadas o unidas, es decir, el 2 por ciento de la población nacional en este grupo etario, porcentaje que se eleva al 3.7 por ciento entre la población femenina. En Chiapas, el porcentaje incrementa al 6.3 por ciento −20 mil 761 niñas, niños y adolescentes en esta situación−, mientras que en Guerrero es el 6 por ciento, que representa a 12 mil 317 niñas, niños y adolescentes que viven en matrimonio.

La semana pasada, Marcela −una adolescente guerrerense de 16 años que contrajo matrimonio a los 14− fue encarcelada en el municipio de Cochoapa el Grande, Guerrero. Su “delito”: provocar los celos de su esposo, quien le encontró fotos de su exnovio en su celular. La detención fue realizada por el presidente del Consejo de Justicia de Pueblos Originarios del municipio. Las autoridades liberaron a Marcela tras cuatro días de la detención ilegal y salió del municipio tan pronto como le fue posible, informó su abogada Neil Arias, quien se ha dedicado a la defensa de los derechos de las mujeres y niñas en la región de La Montaña, en Guerrero.

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Sin embargo, el calvario de Marcela y su familia aún no termina, ya que el espurio esposo −dada la naturaleza ilícita del matrimonio infantil− únicamente aceptó su liberación después de negociar con sus padres el retorno de la dote, la cual se valuó en 700 mil pesos y debe pagarse antes del 30 de abril. El desgarrador surrealismo mexicano no tiene límites.

A 101 años de instituirse la conmemoración de los derechos de la niñez en el país, aún nos falta un gran camino para garantizar el sano desarrollo mental, emocional y físico de nuestras niñas, niños y adolescentes en cada rincón del territorio nacional. El 30 de abril no debe ser para vivirlo entre angustias para devolver dotes, ni que las niñas asuman la zozobra de una vida matrimonial para la cual aún no están listas, ni psicológica ni biológicamente: es para celebrarlo entre juegos, sonrisas y gritos de júbilo.

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