Don Pancho y la libertad de expresión (1)
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PRÓLOGO
En fecha reciente, terminaba de desayunar en casa de mi hermana en Torreón, cuando de repente entró don Pancho a la cocina. Él trabaja con mi hermana dos horas, tres veces por semana y tiene dos cualidades que lo distinguen: es inteligente y está informado, desde los chismes de los habitantes de la colonia (que en ocasiones me hacen palidecer), hasta lo que ocurre en el municipio, el estado y el país.
Desborda tanta información en su pecho, que estoy convencido nunca fue bodega, que prefiere sacarla platicándola con los demás.
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Ese día, entró sin que lo sintiera, como suele ser el caso, y de sopetón me preguntó: “¿oiga, y usted qué piensa de lo que está pasando en la política de México?”.
Me preparaba para compartirle mi punto de vista cuando él, sin agarrar aire, continuó: “...lo que pasa es que hace años yo escuchaba a López-Dóriga, a la Micha, a Ciro, a Rocha, a ese señor que tiene como un apellido alemán (Enrique Krauze) y a una tal Denisse (Dresser) y pues para mí eran la pura verdad. Pero luego llegó mi “cabecita de algodón”, (y precisó) le digo así de cariño, y nada, me di cuenta de que había vivido en la mentira creyéndole a pura gente vividora y corrupta. Porque López ‘Hablador’, le digo así porque le gustaba hablar mucho, me hizo ver, una y otra vez, que esos señores nunca habían estado con el pueblo”.
En ese momento, don Pancho miró su reloj y me dijo “me tengo que ir, pero no se preocupe, don Luis, al rato le seguimos”.
PRIMER ACTO: ¡VIVA LA MUERTE! ¡MUERA LA INTELIGENCIA!
Desde 2018, Andrés Manuel López Obrador trabajó de manera sistemática y metódica una tarea: construir un pensamiento único, acrítico, homogéneo y nacionalista sobre las ruinas de un pensamiento plural, crítico, múltiple y global, que apuntalase sin fisura alguna su modelo de poder hegemónico de la 4T. Porque, como lo precisa María Zambrano, filósofa y escritora, “todo fascismo (o populismo) acaba en matar, en querer matar aquello que no quiere reconocer”.
Para ello, estaba obligado a asesinar de manera lenta, pero precisa, la inteligencia que florece desde la cultura, la ciencia (tecnología e innovación) y el pensamiento crítico del análisis editorial e investigación periodística. Y, en ese esfuerzo, confirmar las palabras “del portavoz de la Cámara Cultural del Reich hitleriana cuando sostuvo que: “cuando oigo la palabra cultura (o inteligencia), quito el seguro de mi revólver”.
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¿Cuál era el objetivo último de López Obrador? “crear una especie de doctrina viscosa (y única) que, insensiblemente, envolviera cualquier razonamiento rebelde, lo inhibiera, lo perturbará, lo paralizará y acabará por ahogarlo”. Para ello, era fundamental aniquilar sus tres fuentes originarias definidas en el párrafo anterior, con un objetivo en mente; acotar la libertad de expresión a los límites impuestos por la 4T.
SEGUNDO ACTO: LAS ESTRATEGIAS
Primera: Educó, desde las “mañaneras”, a través de la mentira sistemática a un ejército de adeptos para que, como lo señala la filósofa Hannah Arendt en el caso de los regímenes totalitarios, “dejaran de distinguir entre la realidad y la ficción y entre lo verdadero y lo falso”.
De esta manera, López Obrador uso la posverdad resultante de esa confusión para moldear el imaginario colectivo de las grandes mayorías con base en sus emociones o creencias personales, pero nunca con base en su pensamiento racional y crítico.
Continuará...