Educando chairos Vol. 2. No toda la política es proselitismo
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Otra cosa que la chairiza debería asimilar y tener presente es que las críticas hacia el Grand Tlatoani y su gestión presidencial no tienen necesariamente un trasfondo electorero, por más que él mismo esté impuesto a reaccionar como si cada comentario, debate, discusión, reclamo, controversia o señalamiento tuviera el fin último de repercutir en una siguiente elección (en este país siempre hay una elección a la vuelta de la esquina).
A veces la discusión de las ideas nace de una preocupación genuina y no del afán proselitista que caracteriza a las sectas.
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¿Que la victoria de Claudia Sheinbaum sobre la candidata de la oposición se antoja inminente y aplastante?
Sí, de acuerdo, habemos quienes tenemos esto ya perfectamente asimilado.
Pero el chiste de la democracia es tratar de influir en el gobierno mucho más allá de la mera participación en unos comicios.
Deje de justificar todas las gansadas de AMLO en su Año de Hidalgo con el triunfalismo de tener asegurada su reelección en la persona de la doctora Ivermectina.
Se lo juro, no es ardor (yo en este sexenio no experimenté ardor, sino decepción). Es sólo que le hace ver como idiota y me preocupo por usted. Le explico:
Presumir la imbatibilidad electoral de un partido en el poder en nuestro contexto histórico equivale a celebrar a la antigua aplanadora tricolor.
¿Cuál es el sentido de ufanarse de que la candidata del oficialismo le lleva una amplísima ventaja a su más cercana contendiente, si fabricar candidatos ganadores a prueba de lo que fuese, era la especialidad del viejo régimen?
Sheinbaum pasó uno de cada tres días de su gestión como jefa de la CDMX de gira por la República; luego comenzó a posicionarse con pintas y espectaculares que aparecieron por obra de la Rosa de Guadalupe sin que nadie pudiera explicar su origen; y hasta el mismo excanciller, Marcelo “El Pocosblanquillos” Ebrard acusó desvío de recursos en favor de la corcholata consentida.
El propio Licenciado prefería meter el cuerpo y pagar con su carisma y popularidad por los yerros de su entenada. Como cuando dejó en claro que él y nadie más respondería por el mortal desastre de la Línea 12. No le permitió a Claudia asumir el costo político de semejante tragedia (en parte porque Sheinbaum sólo estaba poniendo en práctica la filosofía cuatroteísta: austeridad a ultranza en rubros esenciales para dispendio en programas asistenciales y obras faraónicas).
¿Cuál es el mérito de una candidata “ganadora” que se apoya en todo el aparato del Estado, en un presupuesto ilimitado y que cabalga en hombros del más rancio presidencialismo?
¿En serio se enorgullece usted, amigo chairo, de que la doctora aventaje por 20 o 30 puntos a la abanderada opositora? Con los recursos invertidos en Claudia debería ir por lo menos 60 u 80 puntos arriba en las preferencias electorales.
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Si a usted le entusiasma −o peor− le enorgullece la clara ventaja de la candidata Sheinbaum, quizás olvida que candidatos invencibles emanados del partido en el poder fue la constante durante el siglo 20, periodo en el que el Revolucionario Institucional se consolidó como un partido de estado y su régimen como una dictadura de partido.
Aún así, si su cuerpo le traiciona y siente rico allí abajo en donde su madre le dijo que no se tocara, cada vez que ve cómo las encuestas perfilan a la Sheinbaum como la próxima presidente de México, recuerde que hay quienes la repudiamos por sistema, por el puro hecho de ser el caballo de una descarada elección de Estado y la habríamos repudiado de igual forma fuese cual fuese el gobierno que la estuviera postulando.
Y por favor no olvide que disentir con el régimen, refutar al mesías, criticar sus pifias, no significa hacer proselitismo en favor de doña Xóchitl Gálvez.
¡Habría que ser muy mentecato para no sentir pena por una señora cuya idea de hacer política es bailar como mensa con el panzón insufrible “caemebien” de Rubén Moreira allí atrás de comparsa!
Realmente no sé en qué momento de la lógica chaira, desdeñar la elección de Estado que auspicia la 4T significa necesariamente abrazar al antiguo enemigo, PRI y PAN principalmente, y celebrar que sus líderes como Alito Moreno, Marko Cortés y el propio Moreira, entre otros, hayan sido los únicos en asegurar hueso e impunidad para el siguiente sexenio.
Es obvio que no puedo hablar por los demás, pero al menos aquí, en esta Nación de Petate, abominamos a dichos personajes y sus viejas prácticas. Y es precisamente por ello que no las toleramos hoy en el partido hegemónico.
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No se confunda. Repudiar a la doctora por sus propias acciones y omisiones criminales, así como las del partido que la postula, es una cuestión de principios y no obedece a que todos los ciudadanos estemos en pie de guerra electoral.
Al menos yo no. Sabedor de que la candidatura oficial presidencial es difícilmente remontable, es mejor de momento descansar el anhelo democrático en un probable Congreso más plural pero, sobre todo, en la crítica diaria al ejercicio del poder.