El alcalde de Torreón, Román Alberto Cepeda, caminó para atrás

Opinión
/ 27 septiembre 2024

La soberbia, según Wikipedia, es un sentimiento de superioridad de uno mismo con respecto a los demás.

Anticipo esa definición para describir la decisión que adoptó Román Alberto Cepeda (54) como alcalde de Torreón, donde claramente dio muestra de una rivalidad con Manolo Jiménez (40), gobernador del Estado –y no es que se haya cambiado la narrativa como lo quiere hacer ver– con relación al despido del grupo de reacción en materia de seguridad pública, cuya conexión directa ha sido manejada por la Secretaría de Seguridad de Coahuila según convenio rubricado como alcalde y que ahora aduce que el Estado viola la autonomía municipal, decidiendo que ese grupo de seguridad quede fuera de la nómina del municipio, por lo que el Gobierno del Estado de inmediato los acogió con todas las prerrogativas legales.

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Entiendo que el ayuntamiento tiene un equipo legal que aconseja al alcalde en los pleitos donde el municipio es parte, resolviendo medios de impugnación y controversias de manera que camine por una ruta dentro de la legalidad.

El Gobierno federal y los gobiernos de los estados pueden celebrar convenios de coordinación fundamentados en la Constitución General de la República y demás ordenamientos en distintas materias, de igual forma la Constitución local de Coahuila sustenta legalmente la creación de acuerdos entre el Estado y los municipios.

Para ejemplificar, cito el convenio de coordinación fiscal en el sentido de que los gravámenes de carácter federal, cuya fuente de riqueza se ubica en los estados, son administrados precisamente por las entidades federativas sin que sea violada su soberanía estatal.

La actitud del alcalde, además de mostrar desconocimiento de sus atribuciones, quiso encontrar una justificación y se inclinó más a evidenciar una rivalidad unilateral con el Ejecutivo de Coahuila.

Señor presidente municipal, por pequeña que tenga la cabeza debe entender que su puesto es político, concatenado con conocimientos administrativos, y como tal es de suponerse que tiene la capacidad y la sabiduría de puntualizar un equilibrio en sus diferentes actividades emprendiendo una logística no tácticas, que eso solo lo hacen los principiantes para que lo conduzcan a avanzar en su carrera, sin embargo, en esta ocasión le ganó la soberbia que lo hizo tropezar, acción que le puede obstaculizar la ruta que desea continuar.

Su posición frontal con el gobernador carece de una fuerza política similar a la del Ejecutivo estatal, más bien pertenece a su deseo de querer aparentar un poder asentado en una circunscripción territorial reducida que no le alcanza a sobresalir dentro del Estado.

Ese enfoque es fomentado por la falta de un poder pretendido de hace años y que, al no conseguirlo, devino en una impotencia, en un resentimiento y en un rencor conservando una soberbia que la plasma en “una altivez y apetito desordenado de ser preferido a otros”: RAE.

La soberbia per se corroe las entrañas, devorándolas y creando un hueco que solo las personas fatuas, que se creen superiores a los demás, muestran un temperamento que los conduce a actuar incoherentemente.

Señor alcalde, usted no es superior por tener un puesto político que debe honrar y respetar, un lugar que se lo debe a los que votaron por usted. Es cierto, es un puesto muy importante que la ciudadanía le confió, no los defraude con actitudes que no le corresponden, pues su presencia como presidente debe llevarla trabajando denodadamente con humildad sirviendo a los habitantes que para ese fin lo eligieron. El mismo color de sangre que usted tiene lo tienen también todos los ciudadanos que habitan en su municipio.

Su grupo político lo tienen asido a un hilo delgado que en un momento dado, por conveniencia de ellos, lo pueden soltar con el peligro de caer al precipicio, mientras ellos quedan a salvo y que si son éticos, aunque son políticos, lo lamentarán artificialmente.

Se lo digo EN SERIO.

franciscoaguirreperales@gmail.com

@aguirreperalesf

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