‘El Bronco’: ¿uno más en la
lista de casos anecdóticos?
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La noticia del momento es el arresto, ayer, del exgobernador de Nuevo León, Jaime Rodríguez Calderón, a quien todo mundo conoce como “El Bronco”, hasta ahora la única persona que ha logrado conquistar la titularidad del Ejecutivo en un estado de la República por la vía independiente.
Las autoridades de la vecina entidad le acusan de haber desviado recursos públicos para la obtención de las firmas que le permitieron, en el proceso electoral de 2018, acceder a la candidatura presidencial por la vía independiente. La acusación en su contra fue formulada en su momento por quien a la postre le sucedió en el cargo: el actual gobernador Samuel García.
“El Bronco” es el más reciente de al menos una decena de exmandatarios estatales mexicanos que, en las últimas dos décadas, han terminado en prisión –en México y en el extranjero– acusados de diversos delitos, por lo general relacionados con el uso indebido de los recursos públicos a su cargo.
La elevada cifra de exgobernadores –una clase otrora intocable– procesados penalmente podría leerse como prueba de que en México dejó de tolerarse la impunidad, o de que los mecanismos de rendición de cuentas comenzaron a ser eficaces con la llegada del nuevo siglo.
La hipótesis podría reforzarse si a la estadística anterior se suma la de quienes, habiendo desempeñado el cargo de alcaldes o ediles, así como de integrantes de los cuerpos legislativos del país, han sido acusados y sometidos a procesos penales y/o administrativos.
Pero para asumir que la premisa es cierta tendríamos que estar atestiguando una mudanza importante en los usos y costumbres de nuestra clase política, es decir, tendríamos que tener evidencia contundente frente a nosotros de que las conductas indeseables en el servicio público han dejado de ser la constante y se convirtieron en excepción.
Nada más alejado de la realidad. La corrupción gubernamental sigue gozando de cabal salud en nuestro país y la evidencia de cómo, quienes acceden al servicio público aprovechan la menor oportunidad para beneficiarse indebidamente de su cargo, se acumula todos los días.
¿Por qué la espectacularidad de casos como el de “El Bronco”, detenido ayer en Nuevo León, no se convierten en ejemplos inhibidores de la corrupción? La respuesta a esta pregunta no es sencilla, pero en términos generales puede decirse que estos casos no se aprecian como auténticos ejercicios de rendición de cuentas sino como actos circunstanciales que sirven, sobre todo, a propósitos de carácter político.
No son pocas las voces que desde ayer insisten en que el arresto del exgobernador de Nuevo León es en realidad una “cortina de humo”, un intento por desviar la atención de otro asuntos de la agenda pública. Pueden no tener razón quienes así opinan, pero la percepción expresada es relevante.
Por lo demás, habrá que seguir de cerca el desenlace de esta historia y ver si, al final, termina convirtiéndose en un caso ejemplificador de lucha contra la corrupción.