El desafío de la integración urbana de las unidades médicas

Opinión
/ 4 septiembre 2024

En toda ciudad existen diversas unidades médicas que brindan cotidianamente los servicios de salud que demanda la comunidad. Estas instalaciones suelen ocupar terrenos de tamaño considerable, y la demanda de estacionamiento por parte del personal y de los usuarios puede afectar varias cuadras a la redonda.

La afluencia de personas que requieren atención médica, ya sea de urgencia, rutinaria o para consulta, es constante y precisa de diversas consideraciones. Algunas personas llegan por su propio pie, mientras que otras necesitan asistencia, ya sea de otra persona o mediante aditamentos o dispositivos mecánicos o motorizados.

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La vulnerabilidad de quienes presentan alguna condición médica obliga a que su movilidad se desarrolle de la manera más cómoda y segura posible. Sin embargo, la realidad dista mucho de ello. Las banquetas aledañas a los centros de salud suelen ser estrechas, y a menudo están invadidas por comercio o mobiliario urbano mal ubicado.

La calidad de las superficies de desplazamiento también es un problema. Frecuentemente, las banquetas están tan deterioradas que llegan a hacer imposible la movilidad asistida por medios mecánicos. Hablar de líneas podotáctiles y de banquetas con accesibilidad universal es prácticamente una utopía.

Además, es importante considerar la saturación de los espacios de movilidad. Al flujo de personas usuarias se suman sus acompañantes, el personal médico, administrativo y quienes transitan la zona en sus trayectos cotidianos.

También es de considerarse la forma en que se llega a las unidades médicas desde otras partes de la ciudad o incluso desde fuera de ella. Dada la dificultad para acceder en automóvil particular debido a la escasez de lugar para estacionarse, el transporte público se presenta como la alternativa natural. Sin embargo, lugares como el Hospital General de Saltillo, ubicado frente al Hospital General del ISSSTE, carecen de una conectividad adecuada.

La ausencia de una oferta suficiente de rutas de transporte público alrededor de estas unidades médicas obliga a las personas usuarias a recorrer a pie, en una pendiente continua, distancias considerables superiores a los 400 metros lineales, que generalmente se considera la máxima adecuada para desplazamientos peatonales.

Por ello, quienes acuden a los centros de salud deben invertir más recursos en su movilidad, ya sea en taxi o en vehículos de alquiler por aplicación, lo que aumenta de 3 a 6 veces −o más− el costo del desplazamiento. Si se tiene suficiencia económica, el gasto puede doler un poco en el bolsillo; pero si se vive al día, con un ingreso mínimo e inestable, habrá que prescindir de otros gastos, muchas veces indispensables por definición, pero dispensables por necesidad.

Ante este panorama, se pensaría que el diseño y equipamiento del espacio público para la movilidad urbana en el área de influencia de las unidades médicas recibiría especial atención. Sin embargo, parece que sucede precisamente lo contrario. El problema no es menor. Si a las dificultades de movilidad y vulnerabilidad de los pacientes se suma la precariedad económica, el escenario es desolador.

Esta dinámica es un claro ejemplo de cómo diversas situaciones acentúan significativamente las desigualdades, convirtiendo a las personas de menores ingresos en víctimas de entornos agresivos (la exclusión económica es, sin duda, una forma de agresividad), con quienes no se pueden costear el mínimo de dignidad como habitantes de una urbe, una dignidad que no debería tener costo, sino ser un mínimo garantizado para todas y todos.

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Es claro que la compleja problemática aquí descrita no apareció de la noche a la mañana, y si no hacemos algo distinto se seguirá enquistando hasta formar parte de una aberrante “normalidad” urbana. A pesar de su complejidad, esta situación presenta varias vías de solución, mismas que requieren de la colaboración entre ciudadanía y gobierno para materializarlas. Esperar que la solución sólo provenga de la autoridad es un error que acentuaría y hasta perpetuaría esta problemática.

El rediseño de los entornos urbanos donde se ubican las unidades médicas, la diversificación de las opciones de movilidad y un diseño sensible del espacio público basado en la accesibilidad universal son acciones necesarias y urgentes. Replantear la forma en que se insertan las unidades médicas desde la óptica del respeto a la dignidad humana es, sin duda, un requisito indispensable para un futuro más justo, un futuro posible.

jruiz@imaginemoscs.org

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