El dilema de la oposición: Si no ayudan, no estorben

Opinión
/ 6 octubre 2024

Votaron 16 millones 502 mil 458 personas por un proyecto distinto al que una vez más –posterior a 2018– ha conseguido triunfar en las elecciones de 2024. Como vivimos en una democracia, se vale apelar a los derechos que las luchas y reivindicaciones sociales, posterior al siglo 19, nos han conseguido una innumerable cantidad de derechos, menciono sólo algunos que para fines prácticos en este momento son básicos: el derecho a la libre manifestación de nuestras ideas (Artículo 6 constitucional), el derecho de libre expresión (Artículo 7 constitucional) y el derecho de asociación (Artículo 9), nadie, absolutamente nadie los puede cancelar.

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En ese sentido es importante tener en cuenta no sólo esos fabulosos derechos, sino sus límites u obligaciones. No hay mucho que decir con relación a esto, los límites son los otros, los terceros. Cuando estos derechos transgredan a los de los demás –porque existe una idéntica dignidad– ahí se cuestiona la validez. Si alguien quiere salirse por la tangente, aquí se lo recuerdo desde la etimología. Respectus –respeto– significa atender o considerar los intereses del otro, como si fueran los míos.

En aras de apelar a esos derechos y dejar a un lado las obligaciones, en el plano político se dicen tantas barbaridades y afirmaciones irresponsables que no sólo van más allá de lo establecido por la ley, sino también de la lógica elemental. El problema fue el que se vino en el sexenio pasado porque no se dice, no se verbaliza, no se fincan responsabilidades y todo por el temor de ser señalado como tirano o dictador, que a eso se atienen quienes tienen la pluma o el micrófono –en un lado o en otro–. Por eso se utilizó, en otro momento también, otro derecho consustancial al de la libre expresión, el derecho de réplica. Para unos eso equilibró la balanza de la comunicación, otros lo consideraron excesos que les dio la función o el rol que se jugaba en ese momento.

La pregunta, por tanto, es: ¿realmente quieren cambiar el rumbo del país? ¿O de veras les ha podido tanto el triunfo de aquellos por los que no votaron o no eran sus favoritos que perdieron proporción? Y, por otro lado, ¿perdieron piso quienes durante tanto tiempo picaron piedra y criticaron en su momento, es decir, medios que fueron a fines al poder en turno y acabaron convirtiéndose en lo mismo?

Lo quieran o no, quienes no votaron por quien resultó ganadora en las elecciones de 2024, se tendrán que chutar seis años; llevamos cuatro días apenas, les quedan 2 mil 186. ¿Deveras van a aguantar todo este tiempo, denostando, lamentándose, buscando los prietitos en el arroz, fastidiando, burlándose, en síntesis jorobándole la vida a quien hoy gobierna el país? Sé que es un negocio, que en un coto de cerca de casi 17 millones de personas, que es su mercado, da para vivir bien, ¿pero moralmente tendrá sentido? ¿O realmente desde esa perspectiva creen que cambiarán el país?

Les recuerdo que con esas actitudes –medios convencionales y no convencionales– no pudieron con la administración anterior, es más, hasta me atrevo a decir que cayeron en la trampa de la agenda periodística que les marcó el ahora expresidente desde las mañaneras. No sólo no funcionó el método, muchos si su vida periodística, televisiva o de medios en general estaba acabada, terminó enterrada. No creo que ese sea el camino, muchos ya no nos chupamos el dedo.

Lo que sí creo es que tienen 2 mil 180 días para planear, estructurar, organizar y generar un plan para ofrecerle al electorado –90 millones de mexicanos– un proyecto serio, formal, con pies y cabeza, sinérgico y que realmente pondere los intereses de todos por encima del de unos cuantos.

La administración anterior ha dejado muchos claroscuros, digan por favor, qué piensan hacer y cómo lo piensan hacer. No sigamos el juego, de una vez por todas, a quienes viven del escarnio, de la burla y de la carroña informativa. Muchos de ellos han hecho de la desinformación y de las noticias falsas un jugoso negocio. Ellos monetizan, usted y yo no.

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Para aquellos que se oponen ideológica y políticamente, quiero suponer, al actual gobierno, surge una pregunta: ¿qué harán ahora? ¿Se unirán? ¿Serán capaces de dejar a un lado sus egos para generar sinergia? Sería lo deseable. Y aquí me refiero a políticos profesionales, a personalidades de medios, a los medios mismos, a empresarios contrarios al régimen, a activistas, organizaciones, iglesias, universidades y, por supuesto, los casi 17 millones de votantes que tuvieron en la candidata de la alianza puesta sus esperanzas.

¿O van a esperar a que pasen cinco años y medio para generar un plan que no va a resultar? Como ya se dieron cuenta, la inmediatización y la espontaneidad no siempre funcionan. Si no se unen desde ya para formar la “resistencia”, a la que todos tenemos derecho porque las leyes y la democracia así lo permiten, generando conciencia, programas, talleres, redes de apoyo, formando líderes con una doctrina e ideología clara, les anticipo que en seis años la 4T seguirá viento en popa y de nada servirá el lamento, el reproche y la crítica visceral y sin sentido que ha han utilizado hasta el momento. Lo otro es que comiencen a plantearse el dicho que decían los antiguos y que por estos días les viene como anillo al dedo, “mucho ayuda el que no estorba”. Así las cosas.

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