El free rider: La estrategia de Claudia frente Trump

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La Presidenta de México ha actuado bien, aunque ha tomado decisiones contrarias a la defensa estricta de la soberanía nacional
La figura del free rider es difícil de traducir (la palabra polizonte no aplica propiamente), pero fácil de entender. Es aquel que gana ventaja a partir del riesgo o esfuerzo ajeno. Esto viene al caso por la estrategia emprendida por el Gobierno de México para defenderse de la amenaza Trump. Esta circunstancia significa que otros se expongan al enfrentarlo, como Canadá, para que nuestro país obtenga las ganancias de la recomposición o del eventual intento de compensar el castigo que EU le impondría al respondón socio comercial. Apuesta indigna, pero nada insensata dadas las condiciones del país.
Lo primero que debe reconocerse es la vulnerabilidad de México ante su principal socio comercial, quien tiende a ver el déficit de intercambio como un robo o subsidio, en el mejor de los casos. Recientemente, México, no China, es el país con mayor superávit comercial; por lo mismo sería el objetivo principal para recomponer la relación económica de EU con el mundo. La imposición de aranceles ha sido rechazada por los mercados financieros, los expertos en comercio y la opinión pública, según recientes sondeos. Los aranceles no son boleto ganador, a pesar de las convicciones de Trump y los suyos.
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México debe conducirse con realismo y prudencia; de la segunda ha habido de sobra, no queda claro en lo primero. Algunos analistas afines al régimen, como Viridiana Ríos, plantean un cuadro práctico y parten de la tesis de que más vale “flojito y cooperando” que tratar de convencer a partir de las ideas propias o convencionales respecto al libre mercado. No queda claro qué hacer porque Trump es un personaje impredecible y porque está siendo contenido por poderes fácticos. Su enfrentamiento con Canadá y la Unión Europea le ha resultado sumamente costoso y se le ve como factor de inestabilidad, incertidumbre e irresponsable conducción política. Además, en cuestión de semanas se ha desvanecido la opinión favorable con que su gobierno inició. Muchos frentes y ninguno ganador, salvo el tema migratorio y la eventual paz en Ucrania.
La Presidenta de México ha actuado bien, aunque ha tomado decisiones contrarias a la defensa estricta de la soberanía nacional, como el envío de criminales encarcelados al margen de las garantías procesales contenidas en el tratado de extradición. Tampoco es aceptable permitir el sobrevuelo de aeronaves militares en territorio nacional para realizar labores de espionaje. De cualquier manera, que México cumpla con las exigencias norteamericanas le han ganado puntos en la relación y hasta reconocimiento del mismo presidente Trump y de sus principales colaboradores.
Es de destacar la referencia del secretario de Comercio, Howard Lutnick, a México e Inglaterra por no responder con aranceles a los que EU impuso para las importaciones de acero y aluminio. El balance indica que los aranceles son considerados más como un recurso para fortalecer la economía de EU y no sólo como ariete para extorsionar a socios o aliados.
¿Le servirá a México ser el niño obediente ante los desplantes del tirano? No queda claro. La Presidenta actúa bien al esperar y, a partir de allí, decidir −pagar por ver− lo adecuado a partir de la dependencia del país. En un entorno de guerra total comercial, pudiera haber una reconsideración para México como una manera de decir que hace diferencia quien coopera y se somete. Sin embargo, el costo podría resultar muy elevado para el país; además, si se trata de corregir el desequilibrio comercial, a México se le impondrán aranceles en los segmentos más dinámicos de la economía, es caso de la industria automotriz y autopartes, la electrónica y electrodomésticos, manufactura en general y maquiladoras.
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Sin embargo, no hay una última palabra. Por lo pronto, se puede decir que México ya pagó a Trump una cuota de buena conducta. Empero, la amenaza de aranceles no la resolvería México, sino lo que está ocurriendo en los mercados y en la opinión pública norteamericana. El 2 de abril habrá mayor claridad sobre los alcances de la decisión norteamericana; no es difícil que se proceda a un esquema selectivo en cuanto a industrias, porcentajes y tiempos. Esa es la apuesta del gobierno.
La revisión del acuerdo comercial entre México, EU y Canadá apunta a ser un tema de la mayor incertidumbre, particularmente de presentarse la recesión. Es impredecible cómo Trump y su gobierno procederían. La lógica del free rider puede ser sumamente costosa, en resultados quizás igual a la del socio rezongón. Ya se verá.