El futbol como la política, la misma desilusión

Opinión
/ 4 diciembre 2022
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Los pronósticos deportivos decían que este domingo México debería jugar los octavos de final contra Francia. Pero ya lo sabemos, el seleccionado nacional quedó eliminado en fase de grupos del mundial de Qatar.

El futbol mexicano ha dado contadas alegrías. Lo sabemos. De hecho, después de la derrota, el presidente Andrés Manuel López Obrador declaró que “hay mucha afición para tan poco desarrollo deportivo”.

Pensé que esas mismas palabras fácilmente aplican igual al futbol como a la política. Porque igual se puede decir que hay mucha ciudadanía para tan poco desarrollo del País.

Y sí, hay muchas similitudes entre el futbol mexicano y la selección con la política de este país. El futbol, como la política mexicana, está lleno de intereses, tráfico de influencias, poca transparencia y corrupción.

El Tata Martino se va, y según los medios se va como el entrenador mejor pagado en la historia de la selección. En este País, los gobernadores, alcaldes y presidentes se van de sus cargos y les aparecen cuentas millonarias. Se retiran de la política, al igual que el entrenador de la selección, sin resultados, pero millonarios y con la vida resuelta.

Cada cuatro años nos ilusionamos con un equipo que trascienda, casi como cada seis años nos ilusionamos con un presidente que realmente busque un cambio. Cada cuatro y cada seis años fabricamos ídolos de papel; salvadores de la pelota y la economía, redentores del gol y el servicio público.

Cada cuatro años sembramos nuestras esperanzas en 11 jugadores que patean una pelota, como cada seis años en una persona que se pone la banda presidencial y jura honestidad y acabar con la corrupción.

Cada cuatro años vivimos echando culpas de nuestro fracaso y de quedar eliminados a entrenadores, directivos, televisoras, dueños de los equipos, jugadores, árbitros, maldiciones y a la mala suerte. Nadie más es responsable que ellos, y no nosotros por seguir consumiendo un futbol de pobre nivel, por seguir alentando el negocio para que jugadores de medio pelo se hagan millonarios a los 25 años sin necesidad de migrar al futbol europeo, por viajar a cualquier parte del mundo para ver sus juegos.

Igual cada seis años culpamos el Presidente, a los medios de comunicación, a los que votaron por él, a los y las secretarias, a la inflación, a ser vecinos de Estados Unidos, al dólar, a las crisis económicas, al pasado, al neoliberalismo, a las mafias en el poder, al árbitro electoral. Nadie más es responsable que esos mismos personajes de siempre, y no nosotros que preferimos estar en casa que participar activamente en iniciativas ciudadanas, por seguir engordando el negocio de los partidos, por aceptar esa dádiva a cambio del voto, por defender a un político en una marcha, por aplaudirle al político por hacer una obra con nuestro dinero.

Y cada cuatro años terminamos desilusionados, tristes, con coraje, desesperanzados, traicionados, con la espinita, con el ya merito, con el casi se pudo, con las frases hechas de “un proceso perdido”, “una generación perdida”, “estamos estancados” o “el futbol está en retroceso”, mentando madres. Y cada seis años terminamos igual: con coraje, con hartazgo, desilusión, malestar, decepción, con marchas, protestas, con promesas incumplidas. Con las frases hechas de “seguimos estancados”, “no hay desarrollo ni crecimiento”, “estamos en retroceso”.

AL TIRO

Pero los jugadores regresarán, la mayoría de ellos tarde o temprano, a la liga nacional, al carrusel de equipos o a ponerse la camisa de un equipo más y seguir cobrando los miles de dólares; a jugar 18 fechas, ganar cinco juegos y poder salir campeón. Igual los políticos, ganen o pierdan, ahí estarán, poniéndose otras camisas, desfilando en otra secretaría o buscando algún otro hueso en la liga de la burocracia, ganando elecciones con el 30 por ciento preferencias.

Lo peor de todo es que cada cuatro años, como cada seis, volveremos a ilusionarnos. ¿Hasta cuándo?

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