El hilo de la memoria, dignificando nuestras raíces
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En la observación de las prácticas del arte contemporáneo, me encuentro con que el textil está ganando cada vez más fuerza. Lo que me parece más contundente es que esta disciplina se vuelve cada vez más denunciativa y latente entre artistas que, a raíz de sucesos político-sociales vinculados con alguna historia familiar, logran fincar proyectos colectivos, colaborativos o comunitarios, abiertos a diálogos que trazan nuevas formas de pensamiento.
Hoy compartiremos de un proyecto que me parece no solo pertinente, sino importante y necesario nombrar, ya que habla de cómo el sistema capitalista industrializados hace estragos en los cuerpos y en los pueblos.
Pamela Allala es una artista, diseñadora y comunicadora digital nacida en Uruguay, dedicada al bordado y al textil, quien durante años ha estudiado y trabajado lo transgeneracional, la psicomagia, los procesos de sanación y renacimiento, así como rituales como forma de invocar cambios colectivos. Su proyecto comunitario El hilo de la memoria, dignificando nuestras raíces nace en 2020, justo cuando la artista regresa después de 15 años a su pueblo natal, Juan Lacaze.
Para entender el proyecto, debemos contextualizar la situación que se desarrolló por años en este lugar: Juan Lacaze es un pueblo ubicado en el departamento de Colonia en Uruguay, conocido por el desarrollo de la industria textil y papelera fincadas a principios del siglo XX. A la sociedad de este pueblo se le conoce como “sociedad obrera” por el escritor Raúl Zibechi, por su sistema tan segmentado de trabajo, el obrero. Por esa razón, ahí se gestaron grandes sindicalistas. Además, en 1913 gestó el movimiento de huelga liderado por mujeres trabajadoras, el cual se le denominó “revuelta” porque no se conocía el término de huelga aún. Posteriormente, en 1953 tras la huelga general contra la dictadura uruguaya, Juan Lacase tuvo la segunda gran huelga de obreros del país.
Campomar y Soula S.A. era el nombre de la fábrica textil, la cual daba a sus trabajadoras el derecho a guardería y estancia para sus hijxs entre 4 y 12 años. Allí se encargaban de educación, salud y alimentación durante las largas jornada de trabajo de las madres obreras. Si bien ellas podían irse en tranquilidad a sus labores, los y las niñas eran educados de manera obediente y colaborativos, es decir, formados para el trabajo, para que al cumplir 9 o 10 años, cruzaran la calle para entrar a trabajar Campomar y Soula, por supuesto, con un salario inferior, y ahí pasar toda su vida. Cientos de niñxs pasaron de la infancia a ser cuerpos industrializados. De ahí viene la historia familiar de la artista.
Cuando Pamela Allala regresa a Juan Lacaze, después de haber dejado el pueblo 15 años para estudiar y viajar a diferentes países de Latinoamérica, se encuentra con una ciudad abandonada por el quiebre de las industrias principalmente la textil en 1993. No solo se trató de la quiebra y los miles de desempleos que dejó, sino la gran deuda que Campomar y Soula tenía con todas aquellas familias que fueron despedidas sin pagarles sueldos ni liquidaciones, ni seguros, ni nada. Allala se dio cuenta que esa deuda económica que vivía el pueblo completo estaba conectada con una gran deuda energética, una especie de duelo no vivido, un gran trauma social que seguía en el silencio y que habitaba en las familias completas de diversas generaciones. Ahí nace el Hilo de la memoria, para dignificar, visibilizar y sacar del silencio al pueblo obrero que lucharon por sus derechos y murieron sin tener lo que les correspondía.
Para ello, Pamela diseñó el proyecto, aplicó a un fondo y obtuvo un recurso para poder realizar 18 talleres de arte-terapia sobre duelo y renacimiento los cuales estuvieron cargo de la psicóloga Valentina Muñoz Heredia. En estos talleres, los y las participantes que eran extrabajadores o familiares de obreros textiles, rescataron sus memorias, honraron a sus seres queridos y dignificaron su historia a través de la planificación y creación de piezas artísticas. En el proceso, bordaron rostros y fachadas de aquella fábrica en donde se habían constituido como familia social, todo en colectivo, acompañándose, nombrando y abrazando lo que se había quedado tanto tiempo en el silencio.
Durante 2021 y 2022 se fincó un largo, hermoso y contundente proyecto donde bordados individuales fueron unidos entre sí, dando lugar a un gran manto que determinaba el fin de un duelo por fin vivido, y vio la luz a manera de exposición a finales de 2020, en donde también se mostraron objetos y cartas pertenecientes a las familias de los y las obreras, así como un vestido de niña intervenido por Pamela. Esta pieza pensada desde la individualidad, es un vestido abierto (o herido) intervenido por dentro con bordados de niñas jugando, con la intensión de sanar aquella memoria familiar de sus mujeres que no tuvieron infancia por trabajar en la fábrica desde temprana edad.
Posterior a la itinerancia de la exposición, este año las maestras y directora de la Escuela Pública #39 solicitó a Pamela trabajar durante algunos días con niños y niñas de 6° grado, todo en torno a la memoria del pueblo. En palabras de la artista “Hoy esa puntada toma vuelo y logra encontrar una trama donde hilvanar futuros posibles. Esta vez elegimos hacerlo desde la alegría, el arte, el goce y la risa, alivianando el camino para que el futuro pueda elegir qué es lo que queda en un “blanco & negro” del pasado y qué es lo que bordamos a colores para que permanezca”.
Honramos este gran proyecto de sanación transgeneracional a través de la memoria colectiva y que sea fuente de inspiración para desarrollar proyectos comunitarios que son necesarios en nuestra sociedad.