El mundo de las ‘eratas’

Opinión
/ 5 febrero 2025

Si grandes dislates pueden escucharse en las iglesias, mayores aun se registran en la pintoresca historia de la radio de aquí y de otras partes

“Lectura de la Primera Epístola del apóstol San Pablo a los Coreanitos...”.

San Pablo nunca escribió una carta a los coreanitos. A los corintios sí.

“Lectura sacada de la Epístola a los Ebrios, capítulo 2, versículos del 1 al 4...”.

Ese capítulo y tales versículos no corresponden a ninguna Epístola a los Ebrios, que además ni siquiera habrían podido leer la dicha carta. Las palabras corresponden a la Epístola a los Hebreos.

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“...Comía como bestia y dormía sobre una vieja. Esta era la vida del santo”.

Quien así leyó en un refectorio de convento leyó mal. San Antonio, de cuya vida trataba la lectura, no comía como bestia ni dormía sobre una vieja. El texto decía así: “... Comía como vestía, y dormía sobre una vieja estera. La vida del santo...” etcétera.

En efecto, el mundo de las erratas −habladas y escritas− es muy amplio. Si grandes dislates pueden escucharse en las iglesias, mayores aun se registran en la pintoresca historia de la radio de aquí y de otras partes. En Monterrey dijo un locutor:

“La Mueblería Tal acaba de recibir un gran surtido de almohadas y cojones”.

Ni en el más valiente de los hombres son éstos tan grandes como cojines.

Se trasmitía una radionovela llamada “El Defensor de los Pobres”. Entonces las novelas no se pasaban grabadas, sino “en vivo”. Así, los errores salían al aire, y a veces divertían más a los radioyentes que el argumento de la trama. En la serie que digo el defensor de los pobres, un rebelde generoso, era rodeado con sus hombres por fuerzas federales que le intimaban la rendición. Volviéndose a los suyos el bandido le decía, según el libreto:

“¡Tenemos que rendirnos, muchachos! ¡Nos tienen copados!”.

El actor leyó:

“¡Tenemos que rendirnos, muchachos! ¡Nos tienen capados!”.

Pocos días después el mismo personaje, que huía de sus enemigos, en vez de decir:

“¡Necesito un caballo de refresco!”.

Dijo:

“¡Necesito un refresco de caballo!”.

En Saltillo, a principios de los años cincuenta, el publicista Antonio Moro hizo una serie en la XESJ titulada “Los Mártires del Cristianismo”. En el capítulo sobre la muerte de Santa Juana de Arco, al llegar el momento de su martirio, un afligido guardia le dice en la prisión:

“Hermosa doncella: es la hora del cadalso”.

También pasaba “en vivo” ese programa. Y leyó el actor:

“Hermosa doncella: es la hora del caldazo”.

Memorable un desliz de Lalo Orvañanos, gran cronista de beisbol. Cierto pelotero de mucha fama apodado “El Huevito” Álvarez se dolió cuando una pelota bateada con fuerza le pegó en un tobillo. Con dramático acento narró Orvañanos:

“¡La pelota le pega en un huevito al Tobillo Álvarez!”.

Volviendo a las equivocaciones cometidas en el templo, una de las más grandes de que tengo noticia se registró en la vecina ciudad de Monterrey. Se celebraba una misa de graduados de la Universidad Regiomontana. Uno de los alumnos que egresaban pasó al ambón a hacer la lectura. Y leyó con gran seguridad y aplomo:

-“Hubo un santo varón llamado Lot que vivió en tierras de la Universidad Regiomontana...”.

-¿Cómo? −lo detuvo el sacerdote con asombro.

-Eso dice aquí −le respondió el estudiante mostrándole la hoja.

Leyó el padre:

-“Hubo un santo varón llamado Lot que vivió en tierras de Ur...”.

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