El noble arte de levantarse a las 5 de la mañana (O cómo ser un masoquista con estilo)

Opinión
/ 28 junio 2024

Ah, el glorioso arte de levantarse temprano. Esa maravillosa costumbre que algunos humanos, esos seres de luz, han logrado perfeccionar hasta el punto de convertirla en una religión. Porque, claro, no existe nada mejor que despertar a las 5 de la mañana, cuando aún los gallos están planchando la última siesta, para enfrentarse a la vida con los ojos semiabiertos y el cerebro en modo zombie. ¡Es simplemente celestial!

Para mí las mañanas son ese glorioso momento del día cuando los pájaros cantan, el sol asoma tímidamente y los madrugadores empiezan a hacer ruido con una energía casi ofensiva. Esas almas brillantes creen que el mundo debería levantarse con ellos. Sí, esas personas que te dicen con una sonrisa en los labios y un brillo en los ojos: “¡El que madruga, Dios le ayuda!”, o el clásico “buenos días, hoy es un bonito día para...” ¡¿qué chingados tiene de bonito?! Claro, porque nada dice “bendición divina” como ojeras y un humor de perros a las 6 de la mañana.

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La verdad es que no entiendo esa fascinante fe ciega en que despertar antes de que los gallos siquiera consideren estirar las alas, te dará una ventaja en la vida. Como si la productividad se midiera en el número de bostezos reprimidos antes del desayuno. A ver, campeón, ¿qué tal si consideramos que no es el madrugar lo que te hace exitoso, sino las decisiones que tomas durante el día, independientemente de si empiezan a las 5 de la mañana o a las 10?

Imagine esta escena: Usted, una pobre alma torturada, abre los ojos antes de que el sol siquiera considere salir de la cama. El despertador suena como una sirena de apocalipsis, y su primera reacción es buscar algo contundente para callar esa infernal máquina del mal. Pero, ¡ay!, recuerda que hoy es un nuevo día para demostrar su capacidad de enfrentar el sufrimiento con una sonrisa digna de un comercial de pasta dental.

Entonces, el despertador suena, rompiendo el dulce abrazo de Morfeo justo en el clímax de su mejor sueño. Porque, por supuesto, los mejores sueños siempre llegan a las 4:59 de la mañana. Se levanta de la cama con el entusiasmo de un koala con resaca, tropezando con todo lo que está en su camino, incluyendo esa maldita esquina de la cama que parece haberse movido durante la noche.

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Camina descalzo, sintiendo el frío del suelo como una bofetada de realidad. Pero no importa, porque hoy es el día en que todo cambiará. Sí, hoy es el día en que se convertirá en una persona productiva, digna de admiración y respeto. Hoy es el día en que superará todas sus limitaciones y se reirá en la cara del sueño. ¡Vamos, campeón!

Se dirige al baño, con la mitad de los ojos aún sellados, y se mira al espejo. Ahí está, el reflejo de un verdadero triunfador. O, mejor dicho, el reflejo de alguien que parece haber salido de una pelea con un oso y haber perdido. Pero no importa, porque está cumpliendo con su misión sagrada de levantarse a las 5 de la mañana. Recuerde, ¡usted un guerrero de la productividad!

Pasa por el ritual de la ducha, donde el agua fría le despierta un poco más que un cubetazo en pleno invierno. Después, se enfrenta al espejo, de nuevo. Esa criatura ojerosa y despeinada que le devuelve la mirada parece sacada de una película de terror de bajo presupuesto. Pero, ¿para qué necesita verse bien a esas horas? Lo importante es el espíritu, esa chispa de vitalidad que, sinceramente, en este momento está más apagada que una lámpara sin bombilla.

Llega a la cocina y prepara su café. ¡Ah, el néctar de los dioses! Esa primera taza que le hace recordar por qué no ha renunciado aún a la humanidad. Da el primer sorbo y, por un instante, todo parece tener sentido. Pero, claro, eso dura lo que dura la cafeína en su sistema. Pronto, vuelve a ser un zombie en modo automático.

Y ahí con la mente aún adormilada, decide que es el momento perfecto para meditar. Porque, claro, sentarse en silencio a pensar sobre lo maravilloso que es estar despierto a esta hora es exactamente lo que necesita. 3 minutos después, su cabeza cae hacia adelante y se despierta sobresaltado, preguntándose por qué demonios alguien en algún lugar decidió que esto era una buena idea.

Ahora, la parte favorita de todos: el ejercicio matutino. Sale al mundo exterior, a correr por las calles vacías, sintiéndose como el protagonista de su propio infomercial de fitness. Claro, a nadie le importa que esté corriendo con la coordinación de un espagueti mojado. Lo importante es que está ahí, moviéndose, viviendo su mejor vida a las 5:30 de la mañana, mientras todos los demás mortales todavía están disfrutando de su sueño.

Y entonces, aparecen ellos, sacados como de película de terror se tratase. Los madrugadores profesionales. Esos seres sobrenaturales que parecen haber nacido para torturarle con su entusiasmo mañanero. Los ve corriendo, frescos como una lechuga, con una sonrisa que le hace pensar que probablemente ocultan algo muy oscuro. Tal vez son androides programados para hacerle sentir miserable. Sí, seguro es eso.

Esos cruzados del amanecer, con su botella de agua en mano y su predicación del evangelio del despertador. “A las 5 de la mañana ya he corrido 10 kilómetros, leído un libro y preparado un desayuno digno de Instagram”, le dicen, esperando que se sienta culpable por no haber dejado su cama aún. Claro, porque todos queremos ser versiones cansadas y ojerosas de Rocky Balboa, ¿verdad? Son esos madrugadores los que miran con desprecio a los que prefieren el calor de las sábanas hasta una hora más decente.

Finalmente, después de sobrevivir a esta tortura autoimpuesta, se sienta a desayunar. Un batido verde, lleno de cosas que ni siquiera sabía que existían hasta que se metió en este lío. Porque un desayuno normal no es lo suficientemente digno para alguien que se levanta a las 5 de la mañana. No, claro que no, necesita algo que grite “soy mejor que tú” con cada sorbo.

Ahora llega el momento de enfrentar la jornada laboral. Ahí, en la oficina, se cruza con los héroes del madrugón. Le saludan con un “buenos días” que suena a burla. Sus ojos brillan con una energía que usted sólo puede asociar con algún pacto oscuro. Mientras ellos deslumbran al jefe con su productividad, usted lucha por mantener los párpados abiertos y recordar su nombre.

Pero, ¿sabe qué? En el fondo, hay algo admirable en estos guerreros del amanecer. Sí, puede que le hagan sentir como un perezoso a medio “gas”, pero también son un recordatorio de que la disciplina y la determinación pueden llevarle lejos. Levantarse temprano no es sólo una cuestión de costumbre, es un símbolo de compromiso, de ganas de aprovechar cada minuto del día.

Levantarse temprano es un acto de valentía. Es enfrentarse a uno mismo, a las propias debilidades y superarlas. No se trata de ser perfecto, ni de competir con los demás. Se trata de encontrar ese equilibrio entre el descanso y la acción, de aprender a valorar cada amanecer como una nueva oportunidad.

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Madrugar no nos hace mejores o peores personas. No nos garantiza el éxito, ni la felicidad, ni el respeto de nuestros compañeros, amigos o seres queridos. Lo que realmente importa es lo que hacemos con el tiempo que tenemos, sin importar a qué hora nos despertemos. Sí, es cierto, puede ser una gran estrategia para algunos, pero no es una varita mágica. La verdadera clave está en encontrar un equilibrio que funcione para nosotros, en aprovechar al máximo cada momento y en vivir nuestra vida de una manera que nos haga feliz.

Y si usted es de los que le gusta madrugar, puede seguir madrugando y sintiéndose superior, si eso es lo que le hace feliz. Pero recuerde que, al final del día, el verdadero éxito es encontrar el equilibrio entre trabajar duro y disfrutar la vida. Porque lo que realmente importa no es a qué hora se levanta, sino cómo vive su vida. El éxito no se mide por el tiempo que pasa despierto, sino por lo que hace con ese tiempo, cantidad no es igual a calidad.

Así que, la próxima vez que le toque madrugar, no lo vea como una tortura. Piense en ello como un reto, una prueba de su capacidad para crecer y mejorar. Porque, al final del día, los verdaderos héroes no son los que nunca caen, sino los que siempre encuentran la fuerza para levantarse.

Y si prefiere dormir hasta tarde y le funciona, ¡hágalo! O si es uno de esos masoquistas que disfrutan de levantarse a las 5 de la mañana, ¡adelante! Porque al fin y al cabo, esta es solamente mi siempre y nunca jamás humilde opinión. Y usted... ¿Qué opina?

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