en los derechos humanos

Opinión
/ 15 agosto 2021

El pasado 12 de agosto se conmemoró el “Día Internacional de la Juventud”. Esta es una fecha cuya designación se dio en el año 1999 por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas como una forma de promover y reconocer la participación de las y los jóvenes en todos los ámbitos de la sociedad.

Actualmente hemos llegado a los números más altos de jóvenes alrededor del mundo (18 a 29 años). Pero también hay cada vez más problemas –y consecuencias– que enfrentar.

Como señala Jennifer Glassco, del Departamento de Antropología de la organización internacional OXFAM, “las mujeres y hombres jóvenes de hoy enfrentan graves problemas sociales, políticos y ambientales heredados de los adultos mayores. Sin embargo, son sistemáticamente excluidos de las decisiones políticas, aún cuando constituyen una cuarta parte de la humanidad”.

Definitivamente nos encontramos en una situación muy complicada porque los problemas del mundo nos afectan a las y los jóvenes, pero las soluciones no son fáciles de alcanzar. Hay crisis económicas, políticas, educativas, laborales, ambientales y también de salud mental que están generando mucha ansiedad e incertidumbre en las juventudes sobre su futuro.

Algunas soluciones las veremos llegar, otras llegarán cuando ya no estemos y otras quizá no llegarán. Por esa razón es fundamental la colaboración de toda la sociedad, incluyendo a las y los jóvenes para ir dando los pasos necesarios en la construcción de nuevas dinámicas políticas, económicas y sociales.

Existe una corriente de pensamiento de que las y los más jóvenes somos una generación de cristal porque opinamos y cuestionamos la forma en la que funciona nuestro País y el mundo. Pero resulta que quienes nos llaman así no conciben que mucho de lo que han pasado y de lo que han vivido son en realidad condiciones laborales y de vida precarias.

La inclusión de las y los jóvenes en la toma de decisiones es fundamental porque eso nos permite manifestar cuales son nuestras inquietudes y necesidades. Además, nos permite aportar nuevas visiones y propuestas en la formulación e implementación de estrategias que tengan un impacto positivo en la vida de todas y todos.

Sin embargo, no basta con abrir espacios de participación joven, sino que también es importantísimo que se escuchen las necesidades específicas de los grupos vulnerables. Por ejemplo, el diario El País ha reportado que un 43 por ciento de la población activa joven del mundo no tiene empleo o son trabajadores que viven en pobreza.

La Organización Mundial de la Salud y ONU Mujeres reportan que 1 de cada 3 mujeres jóvenes son víctimas de violencia física o sexual y en los países más pobres del mundo la media es 1 de cada 2. Mientras que el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación destacó que el 30 por ciento de las y los jóvenes mexicanos ha sufrido discriminación por su etnia o por su color de piel. El Fondo de Población de las Naciones Unidas señaló que las y los jóvenes con algún tipo de discapacidad física o mental tienen cuatro veces más probabilidades de ser víctimas de algún tipo de discriminación o abuso.

Estas estadísticas demuestran que no sólo tenemos que afrontar problemas heredados como las crisis políticas, económicas y ambientales, las cuales por sí mismas han generado múltiples violaciones a derechos humanos. Además, tenemos que enfrentar dinámicas sociales que también vulneran derechos humanos, permitiendo la existencia del machismo o de la discriminación.

La participación juvenil debe, por tanto, romper con el modelo elitista. No debe ceñirse únicamente a cierto tipo de jóvenes ni a un determinado formato. Entre la misma juventud hay desigualdades dramáticas que impiden una participación universal efectiva. La inclusión no debe ser estructuralmente limitativa, sino que debe hacerse con conciencia de clase, de género, de raza y de muchas otras más.

Tanto el Estado como las universidades y los centros de trabajo públicos o privados deben crear condiciones adecuadas para garantizar que se escuche la voz de aquellas y aquellos jóvenes que en su día a día se enfrentan a grandes complicaciones, retos y violaciones a sus derechos humanos.

Las y los jóvenes debemos tomar conciencia de la importancia y trascendencia que puede tener nuestra voz a la hora de promover y respetar los derechos humanos de todas las personas. No debemos limitarnos a una visión privilegiada de cómo funciona nuestra sociedad, tenemos que escuchar a los desfavorecidos.

Existen distintas formas de apoyar y participar, y todas son válidas. Lo que verdaderamente importa es que generemos los cambios necesarios para tener una mejor calidad de vida para los que están y para los que vienen.

El autor es auxiliar de investigación del Centro de Derechos Constitucionales Comparados de la Academia IDH

Este texto es parte del proyecto de Derechos Humanos de VANGUARDIA y la Academia IDH

COMENTARIOS

NUESTRO CONTENIDO PREMIUM