El -shoring: espejismos y embudos
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En los últimos años, a raíz de la retórica y políticas nacionalistas de Trump, complementadas con las distorsiones en cadenas de suministro provocadas por desastres naturales, accidentes y circunstancias como el tsunami en Japón, el canal de Suez bloqueado por un buque, piratas en África, el COVID-19, la guerra en Ucrania y el sentimiento anti-China, entre otros, se ha puesto de moda alguna versión de relocalización de producción y suministro de productos para Norteamérica, y Estados Unidos en particular.
Estados Unidos sigue, y seguirá siendo en el futuro inmediato, la economía más importante e influyente del mundo. Y como el sol en nuestro sistema solar, ejerce una fuerza gravitacional muy relevante sobre la economía mundial. La inercia del intercambio comercial mundial está influida en gran parte por lo que haga o deje de hacer, lo que consuma o deje de consumir nuestro vecino del norte y por la filosofía sin partido del “America First”. De esta forma es como surgen tendencias conocidas como “friendshoring” o “nearshoring”.
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Tener la producción y/o el abasto de los productos que consume y necesita Estados Unidos cerca, de preferencia dentro de su territorio o, en el peor de los casos, en países amigos y/o cercanos, reduce la dependencia de otros países considerados como “adversarios” (como China), a los que no puede controlar o coaccionar, y aumenta su influencia en países a los que llaman “amigos”, pero que en realidad son solamente proveedores a los que se les puede incentivar (con una mezcla saludable de zanahoria y garrote) para hacer o dejar de hacer, según convenga a los intereses americanos.
A raíz de los eventos mencionados anteriormente, y de sus propias políticas nacionalistas y proteccionistas, Estados Unidos generó esos dos términos que terminan en -shoring, que en boca de políticos y funcionarios mexicanos se han convertido en otra señal de que hay buenas intenciones, pero no se tiene una idea o plan claro de cómo realmente subirse a ese caballo del -shoring.
El nearshoring sí es una oportunidad para México, pero se ha aprovechado marginalmente y no gracias (sino a pesar de) al gobierno. Se capitaliza esta tendencia como un automóvil en neutral, que aprovecha una bajada para ganar velocidad. Es la pura inercia y las circunstancias, y no una estrategia medianamente sólida, la que ha provocado ciertos beneficios del -shoring.
Salivan los políticos y funcionarios cuando hablan de alguno de los -shorings. Es un regalo con el que no saben qué hacer. Un día les prometen a los inversionistas que sus inversiones estarán protegidas y que existirá respeto a las leyes, y al día siguiente, desde la misma tribuna, se manda la señal de que las leyes y las resoluciones de jueces no aplican al Gobierno. Estamos atrapados en una avalancha amorfa de ocurrencias mezcladas con ideología patito que pretenden esconder con rollo, con eslóganes, detrás del supuesto milagro económico del -shoring. Un milagro que no sólo no ha llegado (la economía apenas crece y no tiene buenas perspectivas), sino que las autoridades parecen decididas a “apoyar” con palabras mientras lo sabotean con acciones (e inacciones).
La Presidenta y sus flamantes funcionarios están a tiempo de desandar lo andado, a salirse del pozo escarbado por sus antecesores, deshacerse del rollo hueco y rancio, y sentarse a diseñar un plan en el que ellos empiecen por no estorbar, enfocado en acciones concretas de esas que son obligación y misión de un gobierno nacional; un gobierno que promueve y siente las bases para que las cosas funcionen; ese que le da una ayuda a la famosa mano invisible del mercado.
Claro, todos sabemos que los límites del cinismo en la política se expanden tal vez más rápido que los límites del universo; pero estoy confiado en que algún día llegarán liderazgos que nos bajen del tobogán de las exageraciones, de los dogmas, de las tribus nocivas. No estoy listo para dar por perdido este sexenio y afirmar que los liderazgos de hoy serán más de lo mismo y destinados a seguir escarbando dentro del pozo en el que sus antecesores (por 40 años) han metido al país.
Es urgente que el nuevo gobierno se entere que YA son gobierno y que NO tienen que ser como los anteriores; ni como el inmediato anterior, ni como los cinco previos. La oportunidad, el empujón, el golpe de suerte, la ventana del -shoring no estará abierta y disponible indefinidamente. Es hoy o nunca. Se dicen políticos de mucha calle; presumen haber visitado todos los rincones del país. Por eso, supongo que se habrán dado cuenta que el país no aguanta mucho más -shoring. Los alfileres de los que está prendido México no son de titanio y, tarde o temprano, pueden vencerse.
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La simulación del “vamos bien”, la simulación de que nuestras políticas son casi tan infalibles como nuestros otros datos, solamente nos hará perder más oportunidades. No podemos aspirar a cosechar una tajada relevante de alguna versión del -shoring mientras la infraestructura necesaria para ello sigue estancada en los noventa. No, una refinería que “está lista al 80 por ciento” no ayuda; tampoco ayuda un tren que va vacío o un aeropuerto que no despega.
Aprovechar cualquiera de los -shorings pasa por despertar y darse cuenta de que el espejismo está siendo derrotado por los embudos en infraestructura, en falta de imperio de la ley y en la capirotada de ocurrencias disfrazadas de “políticas públicas”.