El Trump mexicano - 2.0: No, el principal problema de México NO es el presidente de EU

Opinión
/ 16 febrero 2025

No nos hagamos tontos, el principal problema de México está dentro de México; es la corrupción y nuestra inhabilidad para deshacernos de funcionarios, gobiernos y partidos

Como mexicano orgulloso que vive en Estados Unidos, me tocó vivir el proceso electoral americano de muy cerca y quiero compartir lo que siento después de digerir los resultados y ver el arranque del nuevo gobierno, tal vez como terapia para mí mismo. Para nosotros, los mexicanos, es difícil entender qué es lo que a México le conviene cuando Estados Unidos elige a sus gobernantes. Mucho depende de si vivimos en México o en Estados Unidos, de nuestro estatus migratorio, de si tenemos doble ciudadanía, de nuestro nivel socioeconómico o educativo, de nuestras creencias religiosas o valores, de nuestro oficio o empleo, de si tenemos familiares en ambos lados de la frontera.

La afiliación o preferencia que los americanos tienen hacia sus dos principales partidos es muy difícil de comprender para los mexicanos, especialmente porque en México los partidos y los políticos responden primero y con más fuerza a sus intereses y muy poco a la doctrina o ideales históricos de los partidos. En México tenemos partidos (y políticos) que son de derecha, de izquierda o ambidiestros chapulines, según convenga. Los temas de la agenda se basan, con frecuencia, en ocurrencias y la posición de cada partido depende de dónde estén sentados, quiénes son los cuates y a quién se le deben favores.

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En Estados Unidos, la ideología liberal o conservadora es mucho más arraigada y determina desde muy temprana edad a qué partido el ciudadano apoyará durante su vida. Sí, raza, religión, género, urbano vs. rural, más o menos armas, derechos de la mujer vs. derechos del bebé, más vs. menos gobierno, más vs. menos impuestos, determinan en gran medida hacia qué lado cae la preferencia partidaria y eventualmente el voto. Si acaso, uno de los pocos temas en los que aparentemente azules (demócratas) y rojos (republicanos) están de acuerdo es en querer legalizar la mariguana.

Parece normal que palabras y generalizaciones como las que Trump dedicó a los mexicanos aquel primer día de su primera precampaña (junio de 2015) generen un sentimiento de unidad o, al menos, de cierto rencor compartido hacia Trump, que pocas veces sentimos. Trump generalizó injusta y groseramente sobre los mexicanos para movilizar a su base electoral. Es claro para ellos, y para nosotros, que la gran mayoría de los mexicanos no somos “Bad Hombres”. No importaron los porcentajes, las estadísticas reales, lo positivo que en general traemos los mexicanos a Estados Unidos; Trump estaba en campaña como cuando nuestros políticos mexicanos hacen la suya, y en ambos lados de la frontera quien quiere ser electo tiende si no a mentir, al menos a estirar su versión de la verdad.

Trump culpa con frecuencia a los mexicanos de los problemas en Estados Unidos como los mexicanos queremos ahora culpar a Trump (o a Estados Unidos) de los nuestros. Ver a Trump como el principal peligro para México es cegarse a la realidad y querer pretender que nuestros problemas no son nuestros y siempre son exógenos, creados por alguien más, como por décadas nuestros gobernantes nos han hecho creer. Desde López Portillo, que quería defender al peso (como un perro) de los especuladores internacionales, hasta López Obrador, quien llegó y se fue sin haber transformado mucho más que el automóvil que lo transportaba (de Jetta a Suburban). Uno tras otro ha tenido excusas suficientes: el tipo de cambio, las tasas, la renegociación del NAFTA, el precio del petróleo, el COVID y ahora un nuevo periodo de Trump.

No nos hagamos tontos, el principal problema de México está dentro de México; es la corrupción y nuestra inhabilidad para deshacernos de funcionarios, gobiernos y partidos que nos quieren mantener quietos a base de espejitos y políticas y planes grandiosos que no mueven la aguja.

De pronto se pinta a Trump como el mal de todos los males; es el fin de México. Muchos de quienes comentan no se atreven a ver que los mexicanos tuvimos a los Foxes, Peña Nietos o López de presidentes y a personajes calibre Manlio, Gamboa, Marko, Alito, Monreal o Noroña dirigiendo la política nacional por un par de décadas a base de lonches, despensas, tarjetas Monex o Soriana y becas de todo tipo.

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En 2016, se imprimió el siguiente párrafo en este mismo espacio: “Que ni Fox, ni Calderón pudieron cambiar al país, que muy probablemente ni López Obrador, ni Osorio Chong, ni Margarita son la solución y que nuestra mejor opción puede ser un Trump mexicano con apoyo decidido de la mayoría silenciosa y separado de los partidos y políticos de siempre. La principal virtud de Trump, y por la que fue electo, a pesar de su poca profundidad intelectual y a pesar de su constante escupir de tonterías y mentiras, es que luchó contra el sistema (el establishment) y convenció a la clase media olvidada que las cosas pueden cambiar con una agenda nacionalista y con menos gobierno. Probablemente Trump ya nos hizo, sin querer, el primer favor a los mexicanos; volteemos hacia adentro, busquemos ese orgullo de ser mexicanos y hagamos las cosas diferentes si queremos tener resultados distintos”.

Esta es la segunda, segunda llamada; esta columna se publicó prácticamente idéntica en noviembre de 2016.

@josedenigris

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