Elecciones 2024: Desacato y dispendio, la lógica sistemática de los partidos en México
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La proactividad es la capacidad que debemos tener para anticiparnos a una situación determinada. En el caso de los partidos, alianzas y frentes políticos en nuestro país se llama oportunismo, cinismo o descaro.
Veamos. El proceso electoral comenzó el 7 de septiembre de 2023. Para el 31 de agosto, el Frente Amplio por México (FAM) ya tenía candidata, unos días después –el 6 de septiembre– Morena hacía lo mismo. Movimiento Ciudadano, la otra facción en busca de la presidencia, anunció candidato el 12 de noviembre. La cosa es que la fecha de las precampañas electorales en la agenda del Instituto Nacional Electoral (INE), el árbitro que regula las mismas, estaba marcada para el 20 de noviembre.
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Es decir, en el calendario del INE a partir del pasado lunes, tendríamos –los mexicanos– que estar observando el rejuego de las internas de los partidos políticos. Proactivamente, “hicieron la tarea antes de tiempo”.
Procesos sucios, empañados, condicionados por la predeterminación, donde quienes ahora “son” –los candidatos y candidatas– ya sabían que “ellos o ellas eran” quienes representarían a sus facciones en el camino al 2 de junio de 2024.
Como siempre, atendieron la cultura de los “caminos cortos” o el axioma de “que el que agandalla no batalla”. Que si existiese la figura jurídica del “debido proceso electoral”, la elección 2024 estaría anulada desde septiembre por cuestiones de forma. En concreto, desde antes de septiembre “ese arroz ya estaba cocido” porque desde entonces –objetivamente– las diferentes facciones tenían cocinado el guiso y habían adelantado las campañas electorales.
Otra vez, como muchas prácticas en este país, estamos en el marco de la farsa. En el terreno del “cumplo y miento”, no del cumplimiento. La integridad, la honestidad o la coherencia no están dentro del presupuesto axiológico de los partidos, no por nada la desconfianza que se tiene de estas instituciones que, según el Informe País (2020), son las más desprestigiadas.
Y en ese afán de ser proactivos, nos chutamos ya la película de la elección de la candidata del famoso Frente Amplio por México –que no es frente, ni es amplio, ni es por México– a quien le fueron allanando el camino, por supuesto, con tanto cartucho quemado y con candidatos tan descafeinados –de los 14, el que se agarre– y con el consenso de los mismos; simplemente no hubo un rejuego interno donde se escogió a quien por méritos debería de ser su abanderado.
Hubo una imposición que bajo la aceptación y la falta de dignidad de los “precandidatos”, donde la declinación fue la metodología, de pronto resultó triunfadora quien usted ya sabe, más por la recomendación del Presidente que por méritos propios, atendiendo a la idea de que era la mejor candidata. Unos días antes ni siquiera figuraba en el horizonte político de los tres partidos, ahora integrados en el Frente. El pasado lunes, en Ciudad Juárez, afirmando que es 4x4, todoterreno, inauguró su campaña, porque a todas luces es imposible que sea precampaña cuando no hay más candidatos que ella.
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Lo mismo pasó con la candidata de la alianza “Juntos Hacemos Historia”. Seis candidatos van a la interna, pero todas las baterías, esfuerzos y recursos estuvieron enfocados en el delfín presidencial. Lo esperado, salvo con la rispidez de la inconformidad del excanciller Marcelo Ebrard quien, después de una larga telenovela de desilusión y amargura, se mantiene en el partido “por alguna extraña razón”. Como hasta en las mejores familias, la ambición y el principio de inmanencia volvió a aparecer en la escena política como había ocurrido con la maldición de Camacho Solís.
Igual que Xóchitl, Claudia es la triunfadora de una crónica anticipada hacia el interior de las coaliciones. No es un tema que tenga que ver con la igualdad de género, sí con las lealtades y la defensa a ultranza del ideario de Andrés Manuel.
Y también, sin esperar los tiempos, no fuera a ser que no, salió humo del Partido Naranja. Igual que las otras dos candidatas, Samuel García –aunque un poco más tarde, pero antes de los tiempos marcados por el INE– por razones de estrategias de tiempo y de solicitud se adelantó a la lógica de la agenda.
Por supuesto, sin contienda interna, sin contrincantes, sin tener en el horizonte la democracia como aspiración, solicita licencia como gobernador de Nuevo León; lo suyo, lo sabemos, es el desacato sistemático a todo lo que sea el marco legal. Obnubilado, a lo único que aspira es a mantener su ego por todo lo alto y, de paso, colocar al MC como la segunda fuerza del país. Con dos estados y bajo las condiciones contextuales en las que llegó a la gubernatura de su estado, de ahí en fuera, no pasará nada.
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Y aunque del 15 al 22 de febrero de 2024 está marcada la recepción, el análisis y el registro de las candidaturas electorales, de aquí al 2 de junio –proactivamente– están definidos ya las candidatas y el respeto a los tiempos. Así, en el trasfondo, lo estipulado por el INE salió sobrando. Y en el entendido de que las campañas debieran de comenzar hasta el 1 de marzo con duración hasta el 29 de mayo, a partir de ya, se encontrará a Claudia, Xóchitl y Samuel en el desayuno, en la comida y en la cena.
Unas pastillas para la resistencia le vendrían muy bien, porque de la misma forma como no hubo una interna en los partidos, estamos ante la crónica de un triunfo anunciado, seguro estaremos quemando 231 millones 345 mil 398 pesos que el INE dará a los partidos para la contienda electoral de 2024, porque el desacato y el dispendio es la lógica sistemática de los partidos. Así las cosas.