Los instrumentos musicales -esos portentosos entes sonoros que materializan el pensamiento y creatividad musicales- comparten variados aspectos en común en relación con el repertorio escrito para ellos a lo largo de siglos de existencia musical. Uno de ellos, quizá uno de los más particulares, es la evolución de las características mecánicas y físicas (fisiológicas, añadiría yo) y la relación que estos guardan con el desarrollo de la técnica interpretativa. Gracias a estas se pergeñaron verdaderas genialidades musicales.
Valgan algunos ejemplos relacionados con los tres instrumentos de teclado conocidos.
El órgano, el instrumento de teclado más antiguo que se conoce, tuvo un paulatino desarrollo- lento, en alguno de sus tramos, veloz, en siglos posteriores. La primera etapa de esplendor de este instrumento la ubicamos en pleno siglo XVIII, justo en el clímax del Barroco musical, con la música de Bach. No desdeñamos una de las primeras obras- sino es que la primera- concebidas para este instrumento eólico, el Fundamentum Organisandi (1452), del organista y laudista invidente Conrad Paumann (1410-1473), que muy bien puede considerarse el germen del virtuosismo interpretativo ideado para el órgano, y en donde se encuentran las características predominantes del entramado contrapuntístico barroco.
Los Preludios y fugas para órgano de Bach, compuestos durante sus distintas estadías como kapellmeister en capillas y templos luteranos, son un muestrario de variedad e imaginería musical que se adecuaron a las características de los órganos que Bach tuvo a su disposición. De todas estas obras sobresalen la Passacaglia y fuga en do menor BWV 582 y el Preludio y fuga en la menor BWV 543. Ambas obras son el ejemplo vivo y permanente del genio creador bachiano. En estas obras está la suma del ideal, realización y clímax contrapuntístico, desafiante para las habilidades del intérprete. Sus entramados están constituidos por una sólida estructura formal
El clavecín, uno de los más populares instrumentos del barroco, popularidad compartida con el violín, fue el receptáculo de grandes obras cuyos alcances llegan a influir en su predecesor, el piano. Uno de los precursores y entusiastas compositores que dedicó obras imperecederas para este instrumento fue el napolitano Domenico Scarlatti. Hijo de otro grande, Alessandro Scarlatti, desarrolló su genio musical en Madrid, España. Compuso alrededor de 555 sonatas para este instrumento, siendo todas esencialmente de un solo movimiento, divididas en dos partes iguales, poseedoras de una expresión musical inusitada e invención formal que se anticipaban en mucho al repertorio clavecinístico de la época. Muchas de ellas se extralimitaron en las posibilidades que el instrumento otorgaba al compositor e intérprete, desafiando las habilidades técnicas de la época.
El espíritu de estas piezas anuncia las obras monumentales concebidas para el sucesor del clavecín, el piano. En éste se cristalizaron los demonios creativos de muchos de los compositores del periodo clásico y romántico: Clementi, Mozart, Czerny, Beethoven, Schumann, Mendelssohn, Liszt, Chopin, Field, etc. Varios elementos permearon y consolidaron el ideario musical de este periodo. Destacan entre ellos la estructura formal, representada en la forma sonata y el desarrollo de nuevos derroteros técnicos, reflejados en los límites y parámetros de la dificultad técnica. Mucho tuvo que ver en ello la evolución y transformación que sufrió el piano en un corto periodo de tiempo.
Contribuyeron a ello los constructores del piano, desde el legendario Muzio Clementi y los fieles servidores de los caprichos de Liszt y Chopin: Sébastian Érard e Ignace Joseph Pleyel, habilidosos constructores que contribuyeron al desarrollo sonoro y mecánico del piano. Gracias a ellos fue posible la expansión y textura del sonido, la variedad de estructuras pianísticas y la creación de un repertorio vasto para el piano, entre otros logros. Un par de ciclos para piano que el genio polaco, Frederic Chopin, compuso en su juventud, representan la dificultad técnica pianística a la que se arribó en el siglo XIX: los Estudios Op 10 y Op 25, cada ciclo constituido por 12 estudios. En el siguiente Atril se considerarán las obras del periodo posromántico y las vanguardias del siglo XX, así como del repertorio de otros instrumentos como el violín, la voz, entre otros.
CODA
“A menudo se me pregunta acerca de la llamada ‘técnica fenomenal’ que yo poseería. Yo no tengo ninguna técnica fenomenal. Existe la ‘técnica’, que es imprescindible. Ser capaces de producir una gran gama de sonidos diversos: esto es lo que yo llamo ‘técnica’, y es lo que persigo”. Vladimir Horowitz. (Great Pianists Speak for Themselves. 1980).