En el PRI, ¿eligieron dirigente o sepulturero?
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“Eran dos doncellas muy godibles”. Con esas palabras don Artemio de Valle Arizpe, ilustrísimo paisano mío de Saltillo, empezó su sabrosa novela sobre la Güera Rodríguez. El término “godible”, pronunciado desde luego con ge suave, es un arcaísmo que significa grato, alegre, placentero. El Presidente Alemán, recién nombrado académico de la Lengua por motivos de docta adulación, le reprochó aquella frase. “¿Cómo está eso, colega, de que ‘eran dos doncellas muy jodibles’?”. “Godibles, señor Presidente, godibles” –se azaró don Artemio. Es bien sabido que María Ignacia Rodríguez de Velasco, más conocida como la Güera Rodríguez, fue la mujer más bella e ingeniosa, y también más liviana, de la época colonial. Un tontiloco descendiente suyo, tras de leer en el libro de Valle Arizpe la prolongada nómina de los varones con quienes su antepasada tuvo tratos de colchón, se llamó a ofendido, y envió padrinos a retar a duelo al escritor. Les contestó don Artemio: “Díganle que me dé por muerto”. Por muerto hay que dar también al PRI después de la grave traición a sus principios consumada el domingo que pasó. En la asamblea en la cual, a mano alzada y decencia sobajada, se aprobaron los cambios a sus estatutos empezó a escribirse el certificado de defunción del organismo otrora poderoso, hoy en estado de coma, casi de punto final. “Aprendan, flores, de mí, / lo que va de ayer a hoy, / que ayer maravilla fui / y ahora ni sombra soy”. Habrá que preguntar si la 4T imita los antiguos procedimientos del PRI o el PRI está empezando a hacer la copia de los modos de la 4T. Quién sabe qué clase de locura habrá poseído a los priistas, que permiten la perpetuación al frente del partido de quien lo ha llevado a la peor crisis de su historia. ¿Están eligiendo dirigente o enterrador? Allá ellos. Que con su PRI se lo coman... Rosibel le contó a su amiga Loretela: “Mi sugar daddy va a legalizar nuestra relación”. “¿Se va a casar contigo?” –se sorprendió Loretela–. “No –precisó Rosibel–. Me va a poner como gasto en su declaración de impuestos”. (La expresión sugar daddy, referida a un hombre maduro que da dinero a una mujer joven, en una relación más o menos permanente, a cambio de favores sexuales, tuvo su origen en los Estados Unidos a fines de los años veinte. Desde entonces no ha dejado de usarse)... “Lo busqué el otro día en la granja, compadre –le contó don Poseidón a don Bucolio–, pero no estaba. Su señora me dijo que había ido a buscar un semental para su yegua, porque su caballo no quería funcionar. Le pedí a la comadre un cepillo de alambre, y con él froté repetidas veces el lomo del animal. Inmediatamente cobró vigor inusitado y al punto montó a la yegua”. “¡Ah, compadre! –exclamó con enojo don Bucolio–. ¡Por su culpa mire cómo me tiene la espalda mi señora!”. (Nota: llena de rasguños a fuerza de cepilladas)... Pichorro, mancebo en flor de edad y de buen ver, gozaba en la colonia fama de cogelón, si me es permitido ese vulgarismo. Así, la mamá de Tirilita se preocupó bastante cuando su hija le anunció que iba a salir con él. Le dijo: “No vayas a permitir que se propase”. Fue a la cita la muchacha, y su madre la esperó llena de zozobra. ¿Cuál era la causa de esa ansiedad? El recuerdo de lo que ella había hecho en su juventud. A eso de la una de la mañana regresó la chica. Tan pronto traspuso el umbral le preguntó la señora: “¿Cómo te fue con Pichorro? ¿No se propasó?”. “Al contrario, mamá –repuso Tirilita–. Se contuvo. Me dijo que lo íbamos a hacer tres veces, y nada más lo hicimos dos”. (Falló el olfato de la madre. No advirtió que su hija venía oliendo a jabón chiquito)... FIN.
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