Estudiantes, desconectados del aprendizaje, pero conectados al celular

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Nos enfrentamos a una generación de niños, jóvenes y adolescentes, cuyo celular es más importante que su propio proceso de aprendizaje
La semana pasada me vi envuelto en una disputa con uno de mis grupos de universidad y planteé la necesidad de desarrollar una regla dentro del salón de clases para conseguir un aprendizaje más eficaz: “Prohibir el uso de celular, tableta o laptop de forma lúdica o recreativa durante el desarrollo de la clase”.
Varios estudiantes reaccionaron inmediatamente y comentaron: “usted no puede prohibirnos el uso de celular mientras estamos en clase”. Esto, a pesar de la evidencia científica y de experiencias personales que ponen y que han puesto de manifiesto el impacto negativo de su incorrecto uso en el aprendizaje.
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Durante la clase, esta semana, planteé a mis alumnos de la universidad presentar una serie de trabajos sobre el uso del móvil en el aula. Revisamos el estudio “The Use and Abuse of Cellphones and Text Messaging in the Classroom: A Survey of College Students”, realizado por la Dra. Deborah Tindell. Este estudio afirma que un 92 por ciento de los encuestados usan el teléfono móvil para enviar mensajes durante el tiempo que transcurre en clases.
O la prueba PISA (Prueba de Evaluación de las Competencias del Alumnado) del año pasado, realizada por la OCDE, que dice que un 65 por ciento del alumnado se distrae con el móvil o con otros dispositivos durante el tiempo de clase, lo que equivale a 15 puntos menos en la clase de matemáticas y, como resultado, tres cuartas partes de curso perdido.
En abril se publicó otro dato de la positiva influencia de prohibir dispositivos celulares en los centros de enseñanza de los colegios públicos de Australia: Un 87 por ciento de los directores afirmaron que el alumnado está menos distraído en las aulas, un 81 por ciento reveló que el aprendizaje ha mejorado y un 60 por ciento que ha habido menos acoso escolar o bullying y problemas de conducta.
Una vez les expuse estos trabajos y otros más sobre el impacto negativo de la utilización lúdica de los móviles durante las clases. Estas eran las respuestas que me daban: “Maestro, es un derecho nuestro y no puede pisotear mi derecho”, “Si mi mamá me manda un mensaje tengo que responder rápido”, “No puede hacerlo, es la única manera de estar conectado afuera” o “No me puede obligar a atenderle solamente a usted”. Mi respuesta fue: “Como maestro, mi obligación es poner todos los medios que faciliten su aprendizaje y eliminar todos los obstáculos o distracciones que les impidan lograrlo”.
Nos enfrentamos a una generación de niños, jóvenes y adolescentes, cuyo celular es más importante que su propio proceso de aprendizaje, en una época donde la conexión digital ha suplido muchas veces la conexión humana. Para una gran parte de los adolescentes y cada vez más para los niños, ya no es importante hablar en la mesa, jugar con los hermanos o mantener la atención en la clase, sino permanecer pegados al móvil, consultar las redes sociales, ver videos o esperar al siguiente mensaje.
Como educadores y progenitores esto puede llegar a ser indignante, desolador o inclusive doloroso. ¿Por qué ya no me habla mi hijo?, ¿por qué se distraen de forma tan sencilla en el aula?; ¿por qué parece que toda gira en torno a una pantalla? Una cifra muy alta de mamás, papás y maestros ya se han dado cuenta de que sus hijos:
- Ya no se comunican entre sí y todavía mucho menos durante la comida familiar. Se recluyen en su habitación y un dispositivo móvil es su única compañía.
- Ya no tienen ilusiones por actividades que previamente disfrutaban, incluso hacían con complacencia.
- Ya no saben prestar atención en clases ni en la presentación y actividades propuestas por el docente.
¿Qué podemos hacer? La solución no es, como ya hemos dicho, la prohibición total del móvil, sino el acompañamiento, la orientación e implementar límites claros. A continuación, planteamos algunas normas útiles:
a) Establecer momentos no digitales (por ejemplo, a la hora de la comida, la clase o antes de ir a dormir) y así poder vivir el mundo real.
b) Hablar abiertamente de los efectos del uso, sobre cómo funciona el cerebro, de cómo afecta a la atención, a la adicción, a la pérdida de interés, etcétera.
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c) Aprovechar la tecnología a tu favor. Hay aplicaciones que pueden ayudar a medir el tiempo del uso, poner límites y/o bloquear algunas funciones a unas horas determinadas.
Nuestros hijos están creciendo y desarrollando la relación con el ambiente en un contexto muy diferente del que hemos vivido. La tecnología ha llegado para ser parte de nuestro mundo, pero no tenemos que ceder ante ella en lo que realmente es importante; la relación humana, la conversación, el contacto, la atención y la realidad a la que estamos expuestos.