Extraterrestres... ¿Qué onda con ellos?

Opinión
/ 8 agosto 2023

Los seres alienígenas junto con toda su parafernalia vehicular, así como la enorme maraña conspirativa que los encubre volvieron a cobrar relevancia mediática y a disputarse el interés de los abúlicos terrícolas siempre ansiosos por conocer el siguiente tópico para el aluvión de memes y momazos.

Incluso en los ámbitos más hilarantemente crédulos se llegó a reivindicar la figura y el prestigio (?) del ufólogo Jaime Maussan como el de un serio periodista e investigador, adalid de la verdad, luchador incansable por poner al descubierto todo lo referente al fenómeno ovni y a la conspiración que nos lo oculta. ¡No, bueno!

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Casi que algunos hasta le pidieron perdón por haber dudado de sus afirmaciones y sus siempre borrosas evidencias, y hasta le suplicaron por un lugar en la venidera Arca Intergaláctica en la que tendremos a bien escapar de este mundo matraca, que todavía aguanta, pero nadie podrá culparnos si vamos viendo de una vez otras opciones.

Como ya sabrá, hace unos días el Gobierno de los Estados Unidos confirmó la presencia de visitantes extraterrestres y la posesión de tecnología alien que quizás nos permita conocer con el próximo iPhone de manera anticipada.

¡Mentira!

Lo cierto es que la prensa (una gran parte de los medios noticiosos), en su sensacionalista afán de vender, le dio un giro por demás chapucero a lo que no fueron sino una serie de audiencias relacionadas con la seguridad aérea de los EU y que poco o nada habrían tenido de particular de no ser por las declaraciones de dos personajes de muy dudosa credibilidad.

Fue particularmente el “testimonio” de un tal David Gursch el que causó todo el revuelo mundial y el furor de los entusiastas de la ufología y otros convencidos del turismo interplanetario.

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Gursch, un exoficial de Inteligencia no aseguró haber visto jamás alguna de las 13 naves extraterrestres que jura que posee el Pentágono; ni mucho menos los cuerpos de los pilotos de dichas naves espaciales que según él también tenían allí en refrigeración (después fue mucho más vago diciendo “restos biológicos no humanos” lo que ya incluye hasta la caca de ratón).

Él sólo afirma categóricamente que un montón de gente de ese reducido y selecto círculo gubernamental le contó lo anterior.

¿Aportó algún nombre? ¡Desde luego que no!

Y como para qué, si con su palabra debe bastarnos para asumir que en efecto hay vida en otros planetas; y que se trata de vida inteligente, de una civilización mucho más desarrollada que la nuestra, con el nivel tecnológico necesario para detectarnos y ubicarnos en la inmensidad del Cosmos además de surcarlo en una travesía cuya lógica desafía las leyes de la física conocidas.

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Pero claro que el mero testimonio del tal Gursch nos alcanza holgadamente para dar por sentado que seres mucho más avanzados que nosotros nos visitan, y que pese a su domino sobre el espacio, el tiempo y la energía son tan imbéciles como para acabar estrellándose como cualquier vulgar borrachal en fin de semana. Con tan buen tino que, de toda la superficie terrestre, sólo caen en donde puedan ser recuperados por el Pentágono con lujo de la más absoluta y hermética discreción. Nadie más puede ver estos restos ni recuperarlos. ¡Wow!

Hay muchos factores a considerar antes de asumir la extravagante idea de que a melmacianos, kryptonianos, romulanos, xenomorfos, klingons y mandalorianos les da por vacacionar por ésta su paradisiaca canica azul (ya sé que los airbnb tienen precios muy accesibles, pero esto sería ridículo):

En primer lugar, le insisto, tenemos la vastedad del Cosmos. La mayoría de la gente ni siquiera es capaz de formarse una idea de las distancias en una escala astronómica. Contactar dos civilizaciones en una sola galaxia podría resultar tan improbable como esperar que dos específicas gotas de agua se encontraran en la inmensidad del océano.

Y si por puro ocio nos da por imaginar una civilización que hubiera superado ese pequeño primer inconveniente (tecnología suficiente para detectarnos y contactarnos), cabe preguntar todavía si tendrían interés en visitar a unos cavernícolas, que es lo que resultaríamos en comparación con ellos. Les sería mucho más redituable en realidad contactar a otras civilizaciones todavía más avanzadas, de su misma liga.

Y ahora bien, tampoco es que tengamos el planeta tan limpio y tan en orden como para que vengan por nuestros recursos naturales, y es que cualquier especie que domine el viaje interestelar posee en consecuencia energía ilimitada y puede, por lo tanto, generar literalmente todo lo que le haga falta.

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Por último, nuestra fisonomía es tan propia de nuestro proceso evolutivo que es absurdo y ridículo creer que una forma de vida de otro planeta pudiera tener cualquier leve semejanza con nosotros; y ya sabe que las imaginativas descripciones de los vendedores de bulos y embustes siempre refieren humanoides, ya sean indistinguibles de nosotros (sólo que vestidos como David Bowie) o los chaparritos cabezones con raquitismo.

Aunque le parezca temerario, podemos afirmar de manera razonable y para desilusión de los más cándidos, que los extraterrestres jamás nos han visitado ni nos visitarán jamás, no obstante estén allí, en algún lugar del firmamento.

Hoy que se discute apasionadamente sobre el nuevo modelo educativo y unos libros de texto supuestamente plagados de erratas y de ideología (y de lo cual nos ocuparemos en alguna próxima entrega), habremos de reflexionar si en efecto se está tratando de privilegiar un pensamiento relativista y carente de rigor (rigor lógico y científico) por encima del pensamiento racional y matemático.

Aunque en una primera instancia pudiera no ver la correlación, la mente forjada en las ciencias racionales y exactas es más repelente e impermeable a las estupideces que escupa cualquier vividor (así lo haga bajo juramento y ante un grupo de congresistas gringos).

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Por lo que el problema no será si los libros aluden de manera encomiástica a Claudia Sheinbaum o a la 4T, sino cuánto terreno le están arrebatando las doctrinas políticas a las ciencias naturales, el lenguaje y las matemáticas.

Y aunque el Presidente asegure y publique que “no todo en la vida es racional” y que los aluxes y chaneques se le manifiestan, con la misma borrosa evidencia que se nos revelan los visitantes extraterrestres, hay que recordarle que lo único que nos puede sacar adelante como País no son ni las creencias, ni la fe, ni los testimonios (ni siquiera si están bien intencionados).

Lamento contradecirlo, pero el único futuro posible está en la lógica, la razón y la dureza impenetrable de los datos, la ciencia y el conocimiento.

@ppeettaattiiuux

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