‘¡Pero el sombrero es nuevo!’. Barbie, La película (contiene spoilers)

Miren que si no los querré, condenadotes, que hasta me fui a ver “Barbie” nomás para poder ofrecerles esta crítica, reseña o “whatever”.
Lo de menos era salir de casa, lidiar con el transporte y con todos esos pequeños e insoportables inconvenientes que me han convertido en ermitaño y misántropo.
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Le suplico trate de imaginar el esfuerzo que implica solicitar, siendo un hombre solo, de mediana edad, en la última función, un boleto para “Barbie” y sonar normal sin que se le queden viendo como depravado o proyecto de asesino serial.
Agregue el hecho de que llegué al cine rayando la hora y por las prisas y el sofoco, creo que sudaba y me temblaban las manos. Yo estoy seguro que los jóvenes del personal le hablaron al poli para que diera sus vueltas y estuviera al pendiente.
En fin. “Barbie” (2023) suscitó una muy anticipada polémica. No sólo se basa en uno de los juguetes y objetos más emblemáticos del siglo 20, un ícono feminista para bien y para mal, sino que anunciaba un drástico cambio en el tono con que suele ser representada esta heroína típicamente infantil, cambiando las fantasías de princesas y encantamientos por una fábula satírica con discurso woke (y cambiando en consecuencia al público al que va dirigida, para desgracia de unos papás que deben explicarle a su nena que ha visto todas las pelis de princesas Barbie, que no verá el live action hasta que cumpla 13).
Es obvio que la producción supo, desde que concibió la cinta, que tendría que lidiar con la dualidad que representa el tener legiones de fanáticas a las cuales había que complacer, y al mismo tiempo hordas de detractores que ven en la muñeca un objeto de opresión patriarcal. Así que para no andarse por las ramas, hicieron de dicha pugna el quid, el tema central de la película.
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Si a mí me lo preguntan, el filme tiene una clara agenda. Pero no una agenda para derribar al patriarcado, empoderar a la mujer y romper con nocivos estereotipos. Su agenda es claramente mercantil y busca decirle a su público que la vieja y acartonada Barbie ya despertó y es ahora un ser consciente y pensante que no debe ser más vista como símbolo de la cosificación femenina.
Esto es injusto porque quienes tachan a Barbie como la responsable de confinar las aspiraciones de las niñas a ámbitos meramente accesorios, complementarios y roles tradicionalmente femeninos, cometen un doble error:
En primer lugar, le están dando demasiado poder a un pinche pedazo de plástico y descargan la responsabilidad de criar niñas fuertes, emancipadas e independientes en una muñeca (como los necios que aseguran que “El Chavo del Ocho” hizo torpes, incultos y mentalmente perezosos a todos en América Latina... ¡relájense un mucho!).
En segundo lugar, Barbie no creó al machismo y al patriarcado, sino que nació en dicho contexto y por eso su rol inicial era el de un personaje frívolo o, a lo sumo, destinado a ser madre, enfermera y maestra quizás. Pero conforme la sociedad cambió, Barbie fue abriendo su abanico de opciones también, e incluso a veces desde la vanguardia. La Barbie Astronauta, por ejemplo, salió al mercado varios años antes de que la NASA incluyera mujeres en sus misiones.
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Y quienes advierten que la imagen que proyecta la muñeca constituye un ideal poco saludable, deben ser sin duda unos mentecatos totalmente incapaces de entender un concepto idealizado, unos zoquetes que llevan todo a la literalidad (de seguro son imbéciles que juegan al turista y piensan que ya son millonarios). De cualquier manera y dadas las presiones de los quejicas woke, Barbie ha ido diversificándose en su etnia y complexión hasta alcanzar en 2016 la más pura expresión del encanto femenino con la Barbie Buchona o Barbie Gordi-buena, de la que ya en su momento nos ocupamos en este espacio.
De regreso con la película (perdón por divagar), esta falla miserablemente en presentar una trama coherente: Barbie vive en un mundo ideal, es diverso (hasta cierto punto), las mujeres ocupan todos los roles y cargos de relevancia (no obstante ninguna tiene méritos o conocimientos, sólo tienen el protagonismo porque sí, porque son Barbies) y los hombres son todos Ken, genéricos, cabezas huecas y accesorios.
Cuando Barbie original, la Barbie rubia arquetipo/estereotipo comienza a tener pensamientos no tan positivos y su vida deja de ser perfecta, emprende un viaje al mundo real para tratar de enmendar esta falla.
En el mundo real descubre que el patriarcado lo domina todo y es aquí que la peli se va al completo carajo. En un guion correctamente escrito, Barbie nos hubiera enseñado algo en este mundo y ella a su vez habría sido transformada y luego, de regreso en su tierra (Barbielandia), habría llevado este nuevo conocimiento a sus semejantes restaurando el orden, pero de una manera mucho más equilibrada e incluyente. FIN. ¿Ven? No era tan difícil.
En vez de ello, Barbie se horroriza con lo que mira en la realidad y pega media vuelta de regreso a su mundo, donde ya la espera Ken, quien ha hecho una revuelta con todos sus homólogos Ken para instituirse como la clase dominante. Entonces, las barbies confabulan un plan (con la seducción como arma principal) para desarticular el levantamiento de los Ken, recuperar el poder político, social e intelectual y relegar nuevamente a los hombres al rol de machos fracasados emocionalmente constipados. Las barbies vuelven a ser bonitas, perfectas y empoderadas “porque sí” como al principio. ¡Menudo bodrio!

Pero como la cinta es políticamente correcta para los tiempos que corren, pasa por una sátira inteligente y una comedia hilarante. Y lo siento, pero no, la cinta es tonta; como ejemplo de escritura para cine y como pieza de comedia, tonta y retonta. De hecho hay un sólo chiste en toda la historia y sólo vemos variaciones del mismo. El gran acierto de “Barbie” está acaso en su diseño de producción y en las incontables referencias a productos de la marca que han sido hitos a través de la larga historia de esta muñeca.
Los personajes aunque están correctamente interpretados, están muy pobremente desarrollados. El contraste entre los dos mundos pudo ser interesante, en cambio, el Ejecutivo de Matell (un desperdiciado Will Ferrell) es tan bufón y caricatura como los personajes de Barbieland (de hecho en el corporativo Matell tienen un portal mágico... por lo que, entonces, no hay diferencias entre este mundo y aquel).
El peor papel, sin embargo, es el de la niña Sasha (Ariana Greenblatt), quien de ser el estereotipo de la adolescente enfadosa, molesta con la vida y con sus padres, se convierte sin justificación en una feliz aliada del mundo de Barbie (a quien hace unos minutos detestaba por sus valores opresivos). Su madre, Gloria (America Ferrara), tiene al final un discurso que pretende ser profundo, pero reduce el feminismo a proclamarse como eternas víctimas de la opinión de los malvados “onvres” y a plañir por sentir a veces que no se es suficiente a pesar de haberse esforzado mucho (¡Mi’ja, bienvenida! Se llama condición humana).
Qué inmundicia nos recetó la realizadora Greta Gerwig (no hay Greta buena) y qué manera de desperdiciar esta oportunidad de hacer una obra trascendente y profunda a partir de un objeto tan querido e icónico. Pero la polémica, la comedia barata y el feminismo light bastaron desde luego para que la rompiera en taquilla.
Se los dice alguien que regala Barbies porque las considera lindas y objetos coleccionables: Barbie, como juguete 10, como película ¡meh! 5.5 a lo mucho.