Folie à Deux: Claudia Sheinbaum y la secuela política de la 4T

Opinión
/ 8 octubre 2024

“Folie à Deux”, expresión que literalmente podría traducirse como “locura de dos” y se refiere a un delirio compartido por dos individuos, es también el título de la película que a tres días de su lanzamiento se convirtió en una de las secuelas más detestadas en la historia del cine y quizás el más estrepitoso fracaso del año.

Es la continuación de la aclamada “Joker” de 2019 y explora la suerte de su protagonista, Arthur Fleck, tras su encierro en el manicomio Arkham, de Ciudad Gótica.

En esta secuela que nunca debió existir, el jocoso del “Bromas” (Joaquin Phoenix) conoce el amor en la persona de Lee Quinzel (Lady Gaga), que es −al igual que el Joker de esta saga− una reimaginación del personaje del cómic, Harley Quinn.

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Bueno, pues no estoy aquí hoy para reseñar ni para hacer crítica de esta cinta, porque no la he visto ni tengo ningún interés en verla. Aunque un par de lectores agraviados por este churro infame ya me pidieron que haga el esfuerzo para descoserme sin piedad contra él, pues es todo el resarcimiento al que pueden aspirar... ya veremos.

Es sólo que me pareció oportuno hablar sobre secuelas cinematográficas.

Corre ya una leyenda de que el director y creador original de la propuesta, Todd Phillips, saboteó deliberadamente su propia cinta, pues se negaba en rotundo a hacer una secuela de su “Joker” de hace cinco años.

Si tal es el caso, no podría estar yo más de acuerdo. La peli original es redonda, está completa, dice todo lo que hay que decir y vuelve redundante e innecesario todo lo que se le quiera agregar.

Pero se dice que los directivos del estudio (Warner), que en su ambición insaciable son capaces de vender hasta a su “jefita”, le hicieron manita de puerco a Phillips para que les entregara una segunda parte, bajo la amenaza de que, de negarse, no volvería a trabajar.

De allí que el realizador habría dicho: “¿¡Ah, sí!? ¡Pues van a ver qué secuela les voy a entregar!”.

Y el resultado final es un bodrio de casi 2 horas y media con más números musicales que película de Jorge Negrete, pobre desarrollo de los personajes y nulo interés argumental (según reseñas).

Tal habría sido el mismo caso de la última entrega de la saga “The Matrix”, la también fallida “Matrix: Resurrections” de 2021, que odiaron propios y extraños. Otro churrazo hecho a posta por Lana Wachowski sólo para matar la franquicia y evitar que el estudio (Warner otra vez) le estuviera jode y jode pidiéndole secuelas infinitas de una idea agotada desde la primera entrega.

Y también, se supone, fue la misma situación con “Furiosa” (2024) de la saga de “Mad Max”. Se cree que el director y creador de este universo, George Miller, entregó deliberadamente un trabajo mediocre para que el estudio ya le devuelva los derechos sobre su creación y con ella la libertad creativa para explotarlo o no como mejor le venga en gana.

¡Ah, sí!: El estudio en cuestión también es Warner.

En México, la secuela que más preocupados nos tiene de momento es la del Segundo Piso de la llamada Cuarta Transformación.

Curiosamente, al igual que en las referidas secuelas de “Joker”, “The Matrix” y “Furiosa”, también en la Presidencia de México, el que solía ser el protagonista ha sido reemplazado por un personaje femenino.

Más letal que Harley Quinn, Trinity o Furiosa, Claudia Sheinbaum asumió como Jefa del Ejecutivo con la aclamación absoluta de la secta morenista, obvio, pero también con la trémula esperanza de los detractores de AMLO, quienes optimistas consideran que la doctora tiene que ser por necesidad más conciliadora, menos autoritaria y, sobre todo, más racional y menos visceral en su ejercicio del poder.

¿Será?

Doña Clau es un verdadero enigma, pues siempre ha estado a “la sombra del caudillo” (aunque suene a novela posrevolucionaria). Quiero decir que jamás se le ha visto una iniciativa, proyecto o estilo dentro del ejercicio público fuera del manual impuesto por el expresidente López Obrador (¡Nunca se sintió tan rico decir “expresidente”!).

De tal suerte que su formación académica y presunta vocación científica están supeditadas a su disciplina partidista.

Las posibles ventajas de tener una visión más seria y profesional de los retos a enfrentar estarían sujetas a los atavismos del líder que, como sabemos, tiene un profundo desprecio por la ciencia y el conocimiento (según él nada tiene “mucha ciencia”, ni la extracción de hidrocarburos, ni la operación aeroportuaria, ni la interpretación de las leyes por parte de jueces y magistrados). AMLO es un viejo supersticioso, pro religioso, sectario y esta ideología retrógrada permeó en prácticamente todos los rubros de su administración.

Uno de los ejemplos más palpables fue el empeño de AMLO en vetar al maíz transgénico, basado no en estudios ni en ninguna herramienta científica, sino en opiniones y leyendas autóctonas.

El maíz transgénico ha demostrado tener un muchísimo mayor rendimiento y resistencia a las plagas y no reporta ningún daño para quienes lo consumen, además de que cumple la norma que exigen nuestros socios comerciales.

El sexenio de AMLO se agotó en una estéril batalla contra el maíz transgénico que al final perdió porque, repito, este producto es el estándar vigente a nivel internacional y al que nos obligan nuestros tratados comerciales.

Sin ser su especialidad, la doctora Sheinbaum ya reiteró su rechazo a la siembra del maíz transgénico.

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¿Por qué? ¿Acaso porque tiene algún estudio que sostenga sus opiniones? No.

Es más probable que sea por la misma superstición de que el maíz transgénico está desprovisto del “ch’ulel”, el alma o esencia de este cultivo, que es uno de los “argumentos” más recurrentes de los anticiencia.

O quizás es sólo por seguir en sintonía con quien la dejó como gerente de la Presidencia de la República. Que de ser así nos pone ante una de las peores secuelas de la historia, la de un delirio compartido, una locura de dos (Sheinbaum y López “el Bromas” Obrador) en la que la ciencia no tiene cabida y nos regimos por el oscurantismo y las leyes naturales se tuercen por el clamor de las mayorías.

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