Give peace a chance
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Al final de la década de los sesenta y aprovechando su fama mundial, John Lennon y Yoko Ono realizaron un “encamamiento” en pro
de la paz. Como parte de esa pacífica protesta interpretaron la canción “Give Peace a Chance”, interpretación que quedaría documentada en la película “Imagine”.
Inventando e incorporando una serie de términos a su composición (bagism, shagism, dragism, madism, tagism), Lennon lanzaba una afrenta contra los ismos: “todos están hablando de este ismo y del otro ismo, pero todo lo que decimos es démosle una oportunidad a la paz”.
La afrenta contra los ismos también la contempla nuestra Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en su artículo 3, al establecer que la educación que imparta el Estado deberá luchar contra uno de los peores: los fanatismos. Por ello, la inclusión de conocimiento científico en los planes y programas de estudio resulta obligatorio.
La ciencia es el instrumento que la humanidad ha descubierto y utilizado para conocer el mundo y acogerse a él. Aplicar los conocimientos que surgen a partir de ella ha permitido solucionar muchas de las problemáticas que nos aquejan.
La explicación de fenómenos a partir de la razón y la ciencia marcaron el inicio de la ciencia moderna. Galileo Galilei, a partir del método científico, nos mostró el camino que, en principio, ayudaría a la humanidad a construir un futuro sostenible en el que la ciencia, la paz y el desarrollo se perfilarían como sus transversales.
Esta triada resulta obligatoria en la edificación de sociedades incluyentes e igualitarias. A ella, indiscutiblemente, se le deberá sumar la educación, instrumento que puede y debe fungir como la herramienta idónea para la construcción, desarrollo e implementación de filosofías de paz.
Sin embargo, a pesar de que la educación debería estar cimentada en la ciencia, lastimosamente, en muchas ocasiones, el impulso y reconocimiento científico no ha sido prioritario en la educación institucional.
Los sistemas educativos no han abrazado lo suficiente a la ciencia como para satisfacer los requerimientos del mundo actual. Por el contrario, se han convertido, en muchos aspectos, en sistemas represores del crecimiento y desarrollo del alumnado, ignorando o rechazando el método y los contenidos científicos.
El entusiasmo científico pareciera no permear adecuadamente las currículas educativas. Esa realidad debería ser transversal en todos los niveles educativos, sin olvidar su relevancia en los niveles básicos. Justo en ellos se pueden empezar a construir estas filosofías de ciencia que permearán todos los aspectos de la vida.
Precisamente para tratar de revertir esa realidad, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) decidió proclamar el Día Mundial de la Ciencia para la Paz y el Desarrollo (10 de noviembre) para promover, entre otras cosas, que la ciudadanía esté informada sobre avances científicos en pos de la construcción de sociedades más sostenibles; así mismo, impulsa la comprensión y sensibilización sobre un tema actual y crucial: la inestabilidad del planeta.
Dicha inestabilidad, actualmente es una realidad frente a la pandemia global de COVID-19, por lo que resulta para todas las personas una lucha imprescindible y obligatoria. Precisamente por ello, este año, el enfoque del mencionado día es: “La ciencia para y con la sociedad para hacer frente a la pandemia global”.
Entendemos entonces que en un mundo en el que la estabilidad social depende en gran medida del desarrollo y la ciencia, la falta de educación científica coloca en la silla de los acusados a toda institución educativa que no brinde una formación integral en este sentido y que, por ende, no facilite la comprensión de la realidad actual.
En conclusión, la sensibilización hacia los derechos humanos y la educación se suman como ingredientes base en la triada ciencia, la paz y el desarrollo, y bajo este criterio se podrán cimentar sociedades sostenibles basadas en el pleno respeto de los derechos de los demás, siendo su principal vehículo, la formación educativa.
Estoy convencida que, en esta lucha actual, sólo apoyándonos en la educación científica se podrá dar oportunidad a la construcción de paz reforzando la estabilidad que se necesita de manera crítica.
@giselagarciaga4
La autora es investigadora del Centro de Educación para los Derechos Humanos de la Academia IDH
Este texto es parte del proyecto de Derechos Humanos de VANGUARDIA y la Academia IDH