Sirvan estos renglones, pues, para decir otra vez el vocablo que arriba puse: “gracias”, y corresponder, así sea mínimamente, a la distinción que hace un cuarto de siglo me hizo José María Fraustro Siller, quien tanto bien hizo en el campo de la educación y que ahora, como alcalde de Saltillo, ha realizado un trabajo de excelencia y ha fortalecido el prestigio de ciudad culta que caracteriza a mi solar nativo.