Guerrero: La politización de Otis; el lucro con la tragedia en México

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La condición de carencia de una buena parte de la población, en cualquiera de sus múltiples formas, los convierte en capital político para gobiernos, organizaciones, partidos políticos y medios de comunicación, en ese sentido no son tratados como parterns, sino como medios para conseguir sus fines.
Es impresionante ver como se lucra con la pobreza y, por ende, con la tragedia, que es el caso que estamos viviendo en Acapulco. Esto no es nuevo, pero es tan notorio como los implicados en el comercio y en la mercantilización de la realidad que aprovechan lo que sea para cobrar notoriedad; para dejar en claro filias, fobias y posturas politizándolo todo, y eso es una aberración a la lógica del deber ser. La máxima kantiana de “lo que no quieras que hagan contigo, no lo hagas con los demás”, para todos ellos, salió sobrando.
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Lo hicieron todo el tiempo, pero eso no significa que fuera conveniente para el bien común –“lo malo, siempre será malo, aunque todos lo practiquen”–, pero hoy es una indecencia y un descaro. Gobiernos, partidos políticos y medios siguen pensando que la población en general nos chupamos el dedo infravalorando nuestra inteligencia. Lamentable.
¿Cuál es la verdad de todo este margallate de información que unos y otros nos han recetado durante todo este tiempo a partir del 25 de octubre sobre lo ocurrido en las costas del estado de Guerrero, en concreto en Acapulco y sus alrededores?
El problema, como siempre, en nuestro país “que se cae a pedazos” –dicen algunos, sobre todo los que lo han hecho posible con sus corruptelas, evasiones de impuesto y más– es querer sacar ventaja, incluyendo las desgracias y las tragedias. Afortunadamente, para equilibrar el orden y la gobernabilidad, siempre habrá sectores, organizaciones y personas que actúen con generosidad, heroicidad y solidaridad sin esperar nada a cambio.
No por nada –aunque ya estamos en 2023– la ENCUCI (Encuesta de Cultura Cívica 2020), que depende del INE, colocó a los partidos políticos como las organizaciones con menos credibilidad y, por supuesto, con más desconfianza en nuestro país con un 2.5 por ciento, seguidos de los medios de comunicación con un 11.2 por ciento. Es decir, el 97.5 por ciento de la población no confía en los partidos políticos y el 88.8 por ciento de la población no confía en los medios. ¿Cuáles? Usted lo sabe perfectamente.
Paradógicamente, quienes tuvieron –en el 2020– mayor credibilidad en la encuesta, las Fuerzas Armadas, con un 63.8 por ciento y la Guardia Nacional con un 60.5 por ciento de credibilidad, son quienes hoy están al frente del servicio de reconstrucción de la infraestructura del puerto. Saque conclusiones.
Dificulto que haya cambiado mucho la percepción, parece que al paso del tiempo –tres años– se han desprestigiado más ambas instancias, aun después de que la televisora más importante renovara cuadros para tomar distancia de los que fueron soldados de la revolución, por una parte, y por la otra, los partidos viejos anquilosados y sin credibilidad –con sus políticos tradicionales que curiosamente siguen vigentes– mutaron para convertirse en lo que ya era un sólo frente. Comían juntos, cenaban juntos y se repartían el botín juntos. Seguro que eso es lo que extrañan y seguro que lo que desean es que el gobierno en turno responda a las campañas que ellos mismos han desplegado de inoperancia y de poca eficiencia.
Líderes de medios –periodistas, locutores y dueños– y servidores públicos que quedaron en entredicho en otro tiempo –por temas de poder y de dinero– y que hoy desde el slacktivism –activismo de sillón– deforman la realidad creando un México alterno, porque lo diga el Presidente o no, perdieron los beneficios que les generaba estar en la nómina, en el entendido de que “vivir fuera del presupuesto era vivir en el error”; cuando estuvieron en la nómina poco cuestionaron, guardaron información y se volvieron cómplices de sus atropellos. Por supuesto, el oficialismo actual no canta mal las rancheras.
El problema es la desinformación y las fake news. Pareciera que partidos políticos, medios y gobiernos desean fervientemente que ocurran desgracias y que haya olor a sangre para restregarse en la cara la falta de oficio para enfrentar tal o cual situación, como si ellos en su momento reaccionaron como recomiendan que se reaccione. Les recuerdo: en los grandes desastres que hemos vivido en este país, no han sido los partidos, los gobiernos y los medios quienes lo han sacado adelante, es la gente misma y la sociedad civil. No por nada la gente desconfía de ellos, no es de a gratis, como dicen (2.5 y 11.2 por ciento de credibilidad).
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En México ha habido, antes de Otis, dos huracanes más de categoría 5. Gilberto (1988) y Patricia (2015). Sus características son olas de más de 6 metros en el mar y vientos de más de 250 kilómetros por hora. ¿Alguien puede contra la naturaleza? ¿Sabe lo que eso significa? Luego, no se trata de como reaccionaron los gobiernos en 1988 o en 2015, sino ver las condiciones contextuales que operaron en este 2023.
La búsqueda de responsables y culpables es un despropósito mayúsculo de quienes –unos y otros– siguen maquillando la realidad de los acontecimientos. Me refiero al oficialismo y a los intelectuales orgánicos que son parte del famoso Frente. Patéticas las voces de los expresidentes, de empresarios de los medios y de miembros de partidos que en otro tiempo también campearon en el espacio de la incompetencia. En este momento, no es lo electoral lo que importa. Por una vez en su existencia piensen en plural, piensen solidariamente, dejen la politización para otro momento. Así las cosas.