Hablemos de Dios 205
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Gracias por su lectura y atenciones, señor lector. Muchas gracias por coleccionar esta ya larga saga de textos tratando de encontrar y explorar a ese inasible Dios. Hablar de Dios. La cosa no es fácil. Nunca ha sido fácil. Parece que hoy es más difícil. Siempre la vida será difícil y terrible. ¿Hay cosas peores por venir, por llegar y establecerse entre nosotros, tristes y patéticos mortales? Sin duda.
No bien y apenas nos estábamos “normalizando” luego de la maldita pandemia del virus chino, la “normalidad” hoy es seguir atados al “celular inteligente”, abominar del contacto físico, no voltear a ver al vecino; si alguien pide ayuda, dejarlo tirado porque no sabemos en verdad “que intereses tenga”... y en fin, un largo etcétera. Otra pandemia ha llegado. Tan dantesca como la global.
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Es la brutal ignorancia de nuestras autoridades federales, primero con López Obrador y ahora, con su hija, Claudia Sheinbaum. Sus leyes y decretos nos afectan a todos. Y como ya no hay frío, sino una eterna ola de calor de la cual abomino, usted lo sabe, estas olas de calor han llegado para quedarse. El frío es insípido y frugal. Las olas de calor enseñaron este año, la corrupción de las autoridades, las nulas o ineficaces políticas en materia de protección y ampliación de los recursos naturales de cada país y en fin, ha enseñado lo vulnerable y débiles que somos los humanos.
Al parecer, más terrible que la pandemia del COVID-19 es soportar (una agonía perenne) el calor y sus secuelas aún al día de hoy, las cuales tienen que ver con el mal Gobierno Federal (Andrés Manuel López Obrador. Dejando el poder en Claudia Sheinbaum y uno de sus colaboradores nefastos que hizo todo el mal que pudo, Manuel Bartlett de la CFE). Gracias por su lectura. En un texto pasado de esta tertulia sabatina donde nos ponemos a escudriñar a Dios, la Biblia y a su hijo Jesucristo y su corte celestial, fue bien leído por usted y bien replicado. Gracias por todos sus comentarios. Dicen unos versos de Stephen Mallarmé:
¡Ay! La carne es triste
Y yo he leído todos los libros.
Jesucristo (de su existencia no hay ninguna duda ya, es un Jesús histórico) vino a padecer como nosotros, patéticos humanos, una presencia terrena. Con todas sus virtudes y yerros. La carne es triste nos advierte el poeta francés y tal vez por eso, leemos todos los libros, sin encontrar verdaderas respuestas a este galimatías que es la vida.
Son terribles las condiciones de vida en la cual se desarrolla en este momento la vida de millones de familias mexicanas. El clima sigue siendo factor y todo nos afecta: el frío y el calor. Jamás se ha solucionado nada. El frío y el calor siguen siendo noticia, para desgracia de todos, como si estuviésemos en un mundo primitivo y letal.
No me siento nada a gusto, con este insípido y escurridizo “fresco”, que no frío. ¿El calor? El calor, usted lo sabe, lo detesto a mares. Lo maldigo y reniego de él cuando diario, pasa cantando el muy infame y no obstante hoy, ya es casi invierno. Es un decir, pues.
ESQUINA-BAJAN
¿Cómo representar el dolor? Jesucristo, el maestro, fue crucificado en el monte calavera y sufrió una muerte, su muerte, como cualquier otra muerte y fue dolorosa en grado sumo. Pero hoy ¿cuál sería una forma de representar el dolor, el dolor de los demás? El dolor, el agobio sin fin de miles de mexicanos. Tal vez el nuevo dolor y muerte, sea eso, soportar una y otra vez eso llamado “golpe de calor”. Un calor que no se va del todo y que ya debió de haberse ido en su totalidad, al menos eso era “antes”, desgraciadamente no hoy.
¿Pedirle a Dios un fresco, un frío como antes llegaban? Claro que no. Me quedo con una idea reciente que leí de la gran escritora Marguerite Yourcenar: “Dios... (es) El remedio que buscan los solitarios”. Por su parte, el escritor Jorge Amado, brasileño él, cuando Vadinho muere y resucita un instante en la obra ‘Doña Flor y sus dos maridos’, se lo he contado antes aquí, dice que “Dios es gordo”. Si Dios es gordo, creyéndole a la ficción o alucinación o visión de Jorge Amado en su texto, pues entonces Dios suda, se abochorna periódicamente y tiene calor. Así de sencillo.
Uno de lo escritores mejor dotados que ha dado la humanidad (un escritor para escritores, un genio, pues), el francés Marcel Schwob en uno de sus libros perfectos “La cruzada de los niños”, al dar voz al Papa Gregorio IX, escribe: “Dios no se manifiesta de ningún modo. ¿Asistió acaso a su hijo en el Monte de los Olivos? ¿No lo abandonó en su angustia suprema? ¡O locura pueril la de invocar su ayuda!...” Luego, remataría con una frase, una idea que he mascullado ya mucho tiempo atrás en mis textos. Lea usted... “Todo mal y toda prueba residen en nosotros”. Extraño entonces, mi frío saltillense glacial que antes se presentaba milimétricamente en mi ciudad. Extraño enormemente el cielo plomizo, el vaho de mi boca, la neblina cotidiana y ese Saltillo el cual ya se evaporó al parecer, para siempre. ¿Pedirle a Dios un fresco? Ja, ni pensarlo. ¿Donde está Dios?
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¿Dios? Dios está en su sitio. Nada más...