Hablemos de Dios 204
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Lo voy escribir eternamente: yo me debo a usted y claro, gracias por hacer suyas estas letras e ideas sobre ese ser inasible, humano, divino o extraño, le llamamos Dios. Gracias por leerme y atender estas imágenes y ensayos, lo repito de nuevo. Aunque usted siempre me favorece con su atención, al parecer y sólo al parecer, lo último aquí publicado ha despertado el doble de atención. El éxito no es mío, sino suyo.
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Don Gerardo Blanco Guerra, joven y prestigiado abogado, el hombre que más sabe sobre temas electorales en el Norte de México, pues sí, me trae a piso con esta exploración de ensayos y textos. Sin duda, sabe más a su servidor, pero no lo enseña por un motivo: el conocimiento es secreto y es personal. Así de simple o complicado.
La ocasión anterior, en la tertulia pasada de este café o tertulia hablando de Dios, le hablé de un alto poeta, venoso y rudo, le hablé de Luis Alberto de Cuenca, ibérico él. En su poesía bulle la condición del ser humano, amén de nuestra exploración, buscar, escudriñar, hablar de Dios. Pero como bueno y eterno poeta, el escritor aborda todos los temas posibles, moja la tinta en todos los temas humanos y no humanos por eso y por esto, es lo que es: un poeta eterno, tocado por los dioses.
De Luis Alberto de Cuenca tengo nada más lo siguiente: una antología de sus textos, “Jardín de la memoria”. Por cierto, publicado aquí en México, en Puebla. De su vasta producción, esta recopilación de sus textos poéticos tiene la virtud de que es una antología personal. El propio poeta la seleccionó, pues. Y sus registros y temas son variados. Le repito lo de la vez anterior para entrar en materia: en su poesía y textos usted encontrará humores/olores: “¿Y a qué olían tus ojos?” luego, “Olí una mezcla de perfume y sangre”. Fetichistas somos todos, al abrir el vestido de la musa amada, éste olía a “flor mojada”. ¿Sudor, aroma de mujer, perfume, o de plano como Josefina la de Napoleón que le espera sin bañarse por semanas? No poca cosa, señor lector. Regresemos al “Fetish”...
“Tu última visión antes del sueño
son unos zapatitos de cristal
pateándote los riñones”.
Pero, el poeta, como buen esteta, hace hablar la Biblia y nos ofrece perlas de orfebrería no fina, sino única. Pero caramba, que sería el mundo sin Dios, el Dios de los ricos, el Dios de los humildes, el Dios de la ciencia, el Dios de los poetas, el Dios de todos los días; dijo Einstein en su momento y ya lo escribí aquí, “creo en el Dios de Spinoza”. Repito, caramba, lea al poeta ibérico:
“Feliz quien al amparo de la fe,
escribe poesía desde el júbilo,
el drama, la alabanza y el sentido”
ESQUINA-BAJAN
Hablo del venoso y gran poeta Luis Alberto de Cuenca hasta aquí. Pero quisieron los hados que diese yo con un libro de colección. Es decir, los libros me llaman, yo no a ellos. Ellos me buscan porque los amo y lo acicalo y los disfruto y los colecciono. Amén de ello, los libros nunca traicionan como las señoritas y musas de buen ver. En fin, es otro tema.
Le contaba que oteando libros y reliquias en un viejo bazar en Monterrey, el libro me llamó y me enamoró: ¡Válgame Dios” las poesías completas de Fray Luis de León, al cual la inquisición le persiguió y lo metió a las mazmorras de lo punitivo, cuando el poeta era eso: un poeta. Un sabio, un traductor, un hombre de letras. Un genio, pues. No es desfachatado mi epígrafe, es lo mínimo en tal honor.
El libro me costó una bicoca, hubiese pagado diez veces más su precio. A saber: “Poesías completas” de Fray Luis de León, editorial Aguilar, editado en España, tapa dura y de piel, hojas papel cebolla, pero sobre todo, su obra magnífica. Ya lo tengo y es una maravilla de lectura. Sencillamente, un hombre tocado por Dios o los dioses. Usted lo sabe, él tradujo en versos perfectos (liras, endecasílabos, endechas, etcétera) varios de los libros de la biblia. Entre ellos “El libro de Job”, “Cantar de los Cantares”, “Proverbios”... en fin, un hombre sabio y también usted lo sabe, tradujo a Píndaro, a Homero, Horacio, y al gran Virgilio...
En fin y como siempre, ya me desvié amando a mis poetas que me dan vida, pero, leyendo al gran Fray Luis de León y sellado pro su traducción en el “Cantar de Cantares” atribuido a Salomón, el santo y poeta traduce así el noveno verso, cosa que es de miedo y escándalo para su servidor, porque es lo justo lo que usted yo estamos explorando: el retrete. Lea usted la traducción del poeta y santo:
“Mi Rey en su retrete me ha metido,
donde juntos los dos nos holgaremos,
no habrá allí descuido, no habrá olvido...”
En otras traducciones el parágrafo se muda así: “El Rey me ha introducido en sus cámaras...” En fin, el tema es interminable, pero bueno, ¿por qué tenerle miedo a la mierda, a la inmundicia, a los deshechos? Antes de terminar hoy ¿sabe usted hace cuántos años se empezó a usar un papel higiènico para limpiarse el culo en México? Lea usted a Carlos Fuentes. Genial.
LETRAS MINÚSCULAS
El dato no es baladí, sino serio: hace pocos años y pocos o nadie lo saben. Imagino también Dios va al retrete...