Hablemos de... la reunión de Nirvana o de cómo México se desmorona
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¿Qué le diría al pueblo norteamericano que su Presidente soltara al narcotraficante más buscado del mundo, en medio de la crisis de fentanilo sobre la cual montó su campaña?
Tenemos que hablar de eso, de lo que nadie está hablando.
El tema es muy sensible y por ello no me extraña que prácticamente nadie lo esté abordando; y los pocos que se atreven, lo hacen de manera superficial, apenas como para cumplir y no se diga que lo estuvieron evitando.
¡Pero no aquí, no nosotros! Este espacio ha abordado siempre la realidad en toda su dura, fría y cruda objetividad, no obstante se hieran algunas susceptibilidades o se afecten los intereses de terceros.
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De manera que, aunque nos llevemos a mucha gente −como se dice vulgarmente− entre las patas, es necesario encarar los hechos como la gente pensante que somos y con la madurez que esta ocasión exige. Hablemos de... La reunión de Nirvana.
¿Qué?
¿Acaso no considera el lector apreciado, la lectora ensalivable, el lectore aliade, que es el acontecimiento más importante de la última década? ¿Del lustro? ¿De lo que va del año? ¿De febrero?
Creo honestamente que tiene que poner en orden sus prioridades. Pero está bien. Lo dejaremos para después. Pero si usted como yo considera prioritario el análisis de la reciente reunión de esta mítica banda, pilar del movimiento grunge, hágame un guiño, mándeme un “whats”, tíreme un bipazo −no explosivo−, inbox, MD, algo.
Hablemos pues, mientras tanto, de lo que todos hablan, que es lo mismo que debe tener a la administradora del obradorato pagando −en pleno periodo de republicana “austeridat”− 95 mil pesos al mes a la única maquillista capaz de disimular sus ojeras de tanto no dormir.
Pobrecita la doctora, no sólo es la primera mujer en ocupar la titularidad del Poder Ejecutivo de esta nación que se hace añicos, sino que es la primera que está maniatada, impedida para culpar a su antecesor de todos esos candentes tubérculos que le heredó y que hoy le resultan sencillamente inmanejables.
Es más, la doctora ni siquiera ha gozado de la prerrogativa que han tenido todos quienes la precedieron de hacer una detención espectacular, de llevar ante la “justicia” a alguien de alto perfil para comenzar su sexenio dando un golpazo de autoridad.
Tan fácil que sería dar luz verde para que la fiscalía correspondiente detuviera al Jorobado de Nuestra Señora de Tepito, uno de los personajes con más señalamientos de corrupción de la 4T y acusado de algunas puercadas indecibles en esta columna que será macarra, vulgar, irreverente y blasfema, pero muy decente.
Eso le habría dado a la gestión de #EsClaudia el consabido toque de autoridad que hace que todos los despistados se le cuadren al mandatario en turno y no a la sombra de quien lo precedió y sentó en su pedorreada silla.
Pero hasta ese despreciable espécimen del Cuauhtémoc Blanco se mantiene fresco como facinerosa lechuga en el refrigerador de la impunidad.
No, doña Clau no puede salirse de la ruta que se le marcó. Tiene voz (prestada), pero no voto; como tampoco tiene ningún margen de acción. Fue puesta allí para concretar el proyecto −o lo que sea− de su sugar político y poco más.
Y tenía que ser precisamente la mandataria más acotada en la Historia de México a la que le tocara enfrentar la peor crisis en la relación bilateral con la superpotencia a cuya sombra hemos prosperado y padecido casi por igual.
Tampoco es casual fatalidad, “no nos háganos pendejos” (dijo la Chimoltrufia, ya encabronada). Gran parte de la gravedad de dicha crisis fue provocada por la gestión del viejito acedo de Tepetitán.
Claro, sabemos que el monstruoso bebote que tiene tomada la Casa Blanca como su personal parque de diversiones es un xenófobo supremacista y facho con el que estaríamos hoy en conflicto aunque fuésemos unos vecinos ejemplares (que no lo somos, nadie lo es). ¡Si hasta tiene pleito con los mochos de Canadá!
Pero está claro que la política lopezobradorista de tácita amnistía para con los cárteles (la política de los abrazos, pues) sólo alimenta el discurso populista y radical de Mr. Trump de que somos un territorio sin ley, que sólo exporta droga y criminales y que es necesaria su intervención para poner orden.
También disminuyó nuestra capacidad negociadora aquel timorato acuerdo que en su momento hiciera el expresidente López con la bestia naranja: Ese pacto en el que AMLO se comprometió a hacerle campaña a Trump entre la comunidad latina de los EU (y eso que odiaba viajar), de ponerle un muro militar a la migración y de entregarle las nalgas (las de Marcelo, por supuesto) para que el gringo loco se entretuviera un rato, a cambio de que nos devolviera al general Cienfuegos y se desestimara su caso en el país vecino por razones diplomáticas (no por falta de pruebas como quiere dar a entender el fiscal Gertz Manero). Todo eso sentó un pésimo precedente.
Hoy, ese es el estándar mínimo bajo el cual negocia Mr. Trump... Hay que entregarle todo lo que abone a su proyecto, todo lo que le sume puntos con su base electoral, todo lo que haga consonancia con su demagogia y él, a cambio, nos deja respirar.
“¡Y les ‘encargou’ que no olviden las ‘nalguitos’ de mister Ebrard, que a mí gustarme mucho de esas!”.
Muchos analistas dicen que es sencillamente imposible, inconcebible, inimaginable que Trump considerase esta vez repatriarnos o extraditarnos a “El Mayo” Zambada, de cuyo testimonio −ya dijimos− depende que todas las piezas en que está cuarteada Cuarta Transformación permanezcan juntas o terminen desperdigadas como añicos en el piso vil.
¿Qué le diría al pueblo norteamericano que su Presidente soltara al narcotraficante más buscado del mundo, en medio de la crisis de fentanilo sobre la cual montó su campaña?
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“Fíjense que se lo solté al Gobierno de México, ese mismo en el que tenemos CERO confianza y que incluso condecoró al último detenido que les entregamos”.
Yo también creo que, pese a que Trump es más popular que nunca entre sus votantes, no va a gastar un céntimo de su capital político con un ridículo de esa naturaleza. (Además que, desde que el caso ha sido judicializado, según los expertos, ya ni siquiera depende de Trump, ni de las agencias investigadoras, sino del implacable juez Brian Cogan).
No obstante, el gobierno sin cabeza de la doctora Sheinbaum está en todo su derecho de intentarlo y más les vale porque −no me cansaré de repetirlo− todo su teatrito, todo su tinglado, su movimiento, legitimidad, su mística y razón de ser están a una declaración de desmoronarse.
Pero no se emocione, a Trump no le podría importar menos lo que pase con la justicia de este lado del río. “El Mayo” podría soltar todo lo que sabe y, en vez de servir como catalizador para recomponer el rumbo de este país (secuestrado por la Narco 4T), ser utilizado como moneda para extorsionar al régimen a un precio tan alto para México que no quiero ni imaginarlo.
¿Saben qué? Mejor sí hubiéramos hablado de la reunión de Nirvana.