Hijos, ¿sobreprotegidos o desprotegidos?
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En la sociedad actual, los padres nos enfrentamos a un dilema de proporciones significativas; todos anhelamos fervientemente que nuestros amados hijos alcancen la plenitud en todos los aspectos de sus vidas, logrando triunfar en sus metas y experimentando una profunda y duradera felicidad. La gran mayoría se esfuerza en aumentar la autoestima de sus hijos y suelen sentirse frustrados cuando estos no logran sus metas, por lo que hacen todo lo posible por sobreprotegerlos de cualquier situación que pueda resultar en fracaso.
Observo con frecuencia que, en la gran mayoría de las escuelas, se forman grupos de WhatsApp entre las mamás con el propósito de coordinar las tareas escolares de sus hijos, y en cafeterías se congregan para colaborar en la elaboración de los proyectos escolares de los pequeños.
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En Francia, una madre de 52 años decidió sorprender a todos al vestirse y maquillarse como una adolescente para sustituir a su hija en la presentación de un importante examen de inglés. Mientras tanto, en Estados Unidos se ha observado que aproximadamente 1 de cada 5 jóvenes pertenecientes a la generación milenio, nacidos entre 1985 y 2005, acude a una entrevista de trabajo en compañía de sus padres.
Evitemos convertirnos en “padres helicópteros” que están constantemente supervisando y rescatando a sus hijos de situaciones difíciles. En la actualidad, podemos observar cómo ha surgido una nueva y moderna generación de progenitores conocidos como “padres drones”, los cuales no se limitan únicamente a los helicópteros.
¿Cuál debe ser nuestra principal misión en este momento: ¿proteger a los más vulnerables o preparar a la sociedad en su conjunto para afrontar los desafíos que se avecinan? Nadie desea el mal a sus queridos hijos o que experimenten fracasos, pero es fundamental que entiendan que en el transcurso de la vida es inevitable tropezar en más de una ocasión para así adquirir la fortaleza necesaria para sobreponerse y continuar perseverando.
No deberíamos transmitirles a nuestros hijos la idea de que la vida es siempre perfecta y sin problemas, ya que eso no se ajusta a la realidad. Es importante enseñarles a afrontar los desafíos y dificultades con valentía y determinación. El mundo no es simplemente color “rosa”, sino que está lleno de una amplia gama de colores como el negro, el blanco, el azul, el verde, el amarillo y una infinidad de tonalidades que lo hacen aún más diverso y fascinante.
¿Estamos aquí para prevenir y resolver los desafíos de su vida juntos? ¿Qué sucederá cuando ya no estemos presentes a su lado para prevenir una posible caída accidental? Es muy probable que nunca se levanten y nos recriminen el motivo por el cual no los rescatamos a tiempo. Siempre encontrarán excusas para evadir su responsabilidad, culpando a los demás por sus fracasos y vivirán sumidos en una actitud de victimismo, cargada de depresión, desilusión y amargura.
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No estoy insinuando en absoluto que, si nuestro querido hijo se encuentra en una situación de riesgo extremo, no debamos tomar medidas preventivas adecuadas. Sin embargo, es importante recordar que el fracaso no debe ser visto como el fin de todo, sino como una oportunidad para crecer y mejorar. Cada obstáculo superado nos brinda la posibilidad de fortalecer nuestra determinación y adquirir nuevas habilidades. Por lo tanto, es fundamental mantener una actitud positiva y proactiva ante las adversidades, ya que son parte inevitable de nuestro camino hacia el éxito.
Nuestra principal misión como padres es la de “educar y guiar” a nuestros hijos para que puedan crecer y desarrollarse de manera plena. Es fundamental que los orientemos y guiemos para que estén preparados y capacitados para tomar decisiones fundamentales en su vida. Debemos brindarles las herramientas necesarias para que puedan discernir entre lo correcto y lo incorrecto, para que puedan resistir la presión de situaciones que puedan perjudicar su bienestar. Es esencial que fomentemos en ellos la capacidad de establecer objetivos claros y alcanzables, de resistir la tentación de ceder a impulsos que puedan poner en riesgo su futuro. Además, es crucial que les impartamos conocimientos sobre cómo desenvolverse de manera autónoma, asumiendo responsabilidades, trabajando con dedicación y tomando decisiones que estén en línea con principios éticos sólidos.