Horizontes de fraternidad social, necesarios en esta época de exclusiones e imposiciones
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El santo Francisco de Asís quería vivir una vida con sabor a evangelio.
Quiso amar al hermano cercano y lejano. Con un amor fraterno de sencillez y alegría. Esa fraternidad y amistad social la presentó Francisco, pontífice, en su encíclica cuyo título en italiano es un diminutivo de totalidad: “Fratelli tutti”. Todos somos pequeños hermanos sin excluir a nadie.
Quien se sentía hermano del sol, del viento y del mar, se sentía, sobre todo, fraternalmente unido a los de su propia carne, más allá de distancias, procedencias, nacionalidades, color o religión.
Quería caminar cerca de los pobres, de los pequeños, de los enfermos, de los descartados,de los últimos.
Nuestra época de periferias excluidas y nuestra generación adicta a imposiciones, necesita contemplar esa actitud y ese modelo de vida.
Se requiere aprendizaje de esa actitud que no pretende imponer doctrinas, sino comunicar el amor de Dios. Y ayudar a todos a ser ellos mismos, sin querer meterlos en una corriente existencial distinta de la suya.
Dios ha creado a todos los seres humanos iguales en los derechos, en los deberes y en la dignidad. Los ha llamado a vivir como hermanos entre ellos. Que ni eliminar ni ignorar sean verbos de constante conjugación en sus relaciones familiares, sociales, nacionales o internacionales.
En tiempos de rivalidades y desavenencias es más que nunca necesario un diálogo con todas las personas de buena voluntad, y que crezca el deseo mundial de hermandad y amistad social, reconociendo la dignidad de cada persona humana.
SOMBRAS DE MUNDO CERRADO
La encíclica señala las sombras que han de disiparse para hacer posible la fraternidad y la amistad social: El rompimiento de sueños de apertura, la pérdida de la conciencia histórica, la carencia de un proyecto para todos, el descarte y exclusión mundial, los derechos humanos que no se universalizan, los conflictos y el miedo, la globalización sin rumbo común, las pandemias y otros flagelos, la falta de dignidad en las fronteras, la comunicación ilusoria, la agresividad sin pudor, la información sin sabiduría, los sometimientos y autodesprecios.
Será la esperanza la luz que vaya alejando estas sombras.
LA FUERZA PRESENCIAL
No tendría igual potencia una “manifestación virtual”.
El alma de la manifestación es la presencia, eso de “estar ahí”. Y no cuenta en ella sólo la calidad, sino la cantidad. A mayor número de presencias más clamor tiene la unanimidad.
Cada manifestante es un voto viviente en la urna de la calle y la plaza pública. En el camino hacia la democracia logran más las minorías participantes que las mayorías abstinentes y ausentes. En muchos países, la victoria en los sufragios la tienen las minorías más participantes.
DERECHO A NO EMIGRAR
Los que emigran tienen que separarse de su propio contexto de origen y con frecuencia viven un desarraigo cultural y religioso.
La fractura también concierne a las comunidades de origen, que pierden a los elementos más vigorosos y emprendedores, y a las familias, en particular cuando emigra uno de los padres o ambos, dejando a los hijos en el país de origen.
Por consiguiente, también “hay que reafirmar el derecho a no emigrar”, es decir, a tener las condiciones para permanecer en la propia tierra” (Enc. Fratelli Tutti).
Cuando lleguen las siguientes olas migratorias centroamericanas tendrá que humanizarse el trato a los migrantes, respetando su dignidad humana y protegiendo su integridad física.
Se requiere que las pequeñas naciones no huyan de sí mismas para toparse con riesgos en el camino y, al final, muros de concreto, de rechazos y de deportaciones... La mayoría volverá por los riesgos sanitarios. Gobiernos honestos en sus naciones y justicia social son las raíces sanas para permanecer en su propia tierra...
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